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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Paula Vial, la abogada que nos recordó que vivimos en democracia

Podemos estar de acuerdo en que López es un pelotudo, un tipo que usó los beneficios del mercado para pasar sobre ciertas reglas de convivencia básicas; sin embargo, eso no nos puede impedir comprender la forma en que debe funcionar un régimen de estas características para que, realmente, se haga justicia para las víctimas.

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Francisco Méndez es Columnista.

Luego de que se conociera que la persona que defenderá a Nicolás López será Paula Vial, una abogada que se define como “feminista militante”, las luces de emergencia se encendieron en el feminismo nacional. Como era lógico, muchos salieron a discutir su consecuencia, a tratarla de mercenaria y a poner en duda a todo quien osara en encontrar que este hecho no es tan grave.

También había quienes no entendían cómo era posible que una persona conviviera con esas dos almas, la de una mujer que busca el respeto de su género y la de defensora de un tipo que abusó de su poder para jugar con la integridad de actrices que creyeron en él. Y es que parece que la complejidad del funcionamiento democrático, en el que toda persona merece una legítima defensa, no cabe en el discurso de quienes levantan el “todos van a caer” sin antes preguntarse cómo debe suceder eso en un Estado de Derecho.

Podemos estar de acuerdo en que López es un pelotudo, un tipo que usó los beneficios del mercado para pasar sobre ciertas reglas de convivencia básicas; sin embargo, eso no nos puede impedir comprender la forma en que debe funcionar un régimen de estas características para que, realmente, se haga justicia para las víctimas.

Paula Vial asumió el costo de hacernos entender esto. Nos recordó que el feminismo es también una expresión del humanismo, por lo tanto, ella no podía subirse a una vereda que está repleta de bondad, dejando la otra vacía. Hacerlo sería no cumplir con una regla básica del debido proceso, dando por juzgado algo sin que se haya pasado por tribunales. Y supongo que eso un abogado no puede darse el lujo de hacerlo.

Uno puede preguntarse por qué no dejó pasar esto y esperó a que otra persona asumiera la defensa de Nicolás. Es una buena pregunta. Ninguno de nosotros sabremos la respuesta, pero eso no puede evitar que valoremos el debate intelectual que puso sobre la mesa. A lo mejor me equivoco con todo lo que señaló más arriba y lo hizo solamente por dinero o por otras razones, pero la forma en que complejizó algo que estaba tornándose peligrosamente simple, realmente se agradece.

¿Por qué digo esto? Porque pareciera que, de un día para otro, la lucha por los derechos y la dignidad humana pasó a ser algo así como una competencia por mostrarse más bueno que el otro. En las redes sociales, todos salieron corriendo del lado de los victimarios que hemos conocido últimamente; en el caso de López, personajes de Twitter que evidentemente tenían una amistad con él dijeron que apenas lo conocían, que se lo encontraron una que otra vez y, por ende, pedían por favor que no les cargaran el muerto a ellos. ¿Son culpables por esa amistad? Obvio que no. Pero causa curiosidad que las ansias por mostrarse puro y casto sean más fuertes que la relación humana que tuvieron alguna vez con un tipo como el director de cine.

Es sumamente peligroso tratar estos temas desde la vereda del “sálvese quien pueda” antes que desde la justicia. Me explico: acá lo que hemos visto no son esfuerzos para haya un juicio justo tanto para víctimas como para victimario, sino más bien las ganas de un importante grupo de personas por decir la frase más lapidaria, más fuerte y más correcta, antes de que la democracia y sus instituciones actúen. Es cierto que lo primero da mejores réditos morales ante una ciudadanía sumamente sacerdotal; pero parece importante hacer ver que en un contrato social, en el que hay instancias en las que deben tratarse estos temas, estas no pueden ser pasadas por alto.

Insisto, independientemente de que las verdaderas razones de Paula Vial sean totalmente diferentes de las que expongo acá, es valiente no estar en la vereda de lo popular, sino en la de lo legal. Nos recuerda que, en días en que las certezas son pocas, aún existen algunas que deben ser garantizadas.

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