¿Qué hay detrás de la balacera en el CDA? El por qué es necesaria una política de seguridad deportiva en el fútbol
Se trata de dinámicas y prácticas sociales relevantes a la hora de entender y plantear soluciones sustentables al fenómeno de la violencia en el fútbol: la llamada “Cultura del Aguante”.
Natalia Riffo y Natalia Silva es Natalia Riffo, Ex Ministra del Deporte. Presidenta Fundación Fútbol y Sociedad. Natalia Silva, Socióloga, Directora Ejecutiva Fundación Fútbol y Sociedad.
Tres personas heridas dejó una balacera en la entrada del Centro Deportivo Azul (CDA) -lugar donde entrena el equipo de Universidad de Chile- en la comuna de La Cisterna, mientras Azul-Azul y el plantel realizaban una actividad social para sus hinchas, niños y niñas de las comunas de Puente Alto y San Ramón, quienes disfrutaban sus vacaciones de invierno junto a sus ídolos. La principal hipótesis que manejan las policías es un ajuste de cuentas entre la Garra Blanca y Los de Abajo, provocado por estos últimos, quienes habrían “quitado” el lienzo del piño “Los Sxicidas” (Puente Alto-La Pintana) perteneciente a la Garra Blanca meses atrás.
Lamentablemente, estos hechos visibilizan una realidad existente que se desprende de lo meramente deportivo. Se trata de dinámicas y prácticas sociales relevantes a la hora de entender y plantear soluciones sustentables al fenómeno de la violencia en el fútbol: la llamada “Cultura del Aguante”. Esta viene acompañando a los equipos hace años y emana desde distintos territorios, y trae aparejado -además del apoyo incondicional- prácticas como el robo de instrumentos musicales (bombos que componen las bandas de los equipos) y lienzos que en su mayoría señalan nombres de poblaciones y comunas de la Región Metropolitana. ¿Qué valor puede tener una bandera, un bombo, como para poner en riesgo la vida o atentar en contra de otro hincha?. Mucho. Sí este fuera un artículo sociológico, tendríamos que recurrir a la noción de “bienes simbólicos” para dar cuenta de los procesos de identidad territorial que se desarrollan al calor de las barras de fútbol en el mundo. En resumen, esto quiere decir que, el robo de un lienzo o un bombo significa una pérdida del “honor” y “prestigio” que, en la lógica de barras bravas, debe ser restituido mediante una revancha.
La violencia en el fútbol fuera de los estadios y/o fuera de un partido de fútbol, no son exclusivos de nuestro país. Los incidentes ocurridos en el marco de la Eurocopa de Francia 2016 reflotó, principalmente entre las autoridades políticas, del fútbol y medios de comunicación, la certeza de que la violencia no fue erradicada, sino que se ha desplazado a los espacios públicos fuera de los estadios. Bajo esta constatación, el Consejo Europeo sobre Protección, Seguridad y Servicios en Espectáculos de Fútbol Profesional en su nuevo Convenio de Estrasburgo ratificado el 2016, incorporó la dimensión territorial y social de prevención de la violencia en torno al fútbol. Asimismo, el convenio insta al mundo privado a involucrar a los hinchas en los espectáculos de fútbol, y a desarrollar una política de comunicación e intercambio de información permanente, incluyendo a representantes de los hinchas y las comunidades locales, además de impulsar el desarrollo de estrategias de prevención social y educación en materias de seguridad y violencia en torno al fútbol.
En nuestro país, desde 1994 la legislación y las políticas públicas en prevención de la violencia en el fútbol, han enfatizado en el control y sanción de hechos e incidentes al interior de los estadios. Si bien es cierto que se han producido avances desde la fecha, como por ejemplo, mayor control en los accesos, exigencias mínimas de condiciones de infraestructura y seguridad en los estadios, entre otros que han posibilitado un aumento de asistencia de público en los últimos años, lo cierto es que a pesar de la creación de la figura de “hechos conexos” en la Ley de 19.327 de Derechos y Deberes en el Fútbol Profesional, su implementación se queda corta en la prevención de la violencia local y territorial, como es el caso del incidente ocurrido en el CDA. Con todo, éstas medidas no han dado los resultados esperados en la disminución de la violencia en torno al fútbol, puesto que como hemos visto, esta se ha trasladado desde los recintos deportivos a las comunas donde mayoritariamente viven los miembros de las barras. Además, tampoco han disminuido los incidentes en los traslados, como es el caso del hincha de Universidad de Chile que cayó desde un bus del TranSantiago, causándole la muerte, o incluso, el gravísimo caso de violencia sexual ocurrido en las inmediaciones del Estadio Nacional en el marco de un partido entre Universidad de Chile y Universidad de Concepción, que resultó con una mujer víctima de una violación grupal por parte hinchas aún no identificados.
A pesar de que estos hechos se desarrollan fuera de los estadios, terminan afectando la percepción de inseguridad de la opinión pública y los hinchas en torno a la posibilidad de asistir a los estadios. En otras palabras, estos hechos empañan la ya cuestionada industria del fútbol en su globalidad, profundizando la sensación de inseguridad en los estadios, considerando además que en exactamente un mes se juega el partido entre Colo-Colo y Universidad de Chile. Para las barras, el superclásico ya empezó y la única solución visible es la fracasada política de la “mano dura” frente a un fenómeno de mayor complejidad en su comprensión e intervención.
Es esperable -lamentablemente- que hechos de esta índole sigan escalando y manifestándose en otras instancias futbolísticas, como en las ligas inferiores o en las ligas femeninas de ambos equipos, en que ya han sucedido incidentes de este tipo. En consecuencia, la violencia en el fútbol puede estar presente todos los días de la semana y en diversos territorios y momentos, no se acota ni al estadio ni a los fines de semana, ni tampoco es un patrimonio exclusivo las barras; por lo que sus soluciones deben ser más complejas: el Estado y la autoridad política debe entender que los espectáculos futbolísticos no son el único espacio de intervención y que la violencia en el fútbol está interrelacionada con condiciones materiales de desigualdad, marginalidad social, diversos actores y violencia estructural. En este sentido, una estrategia pertinente e integral para enfrentar los problemas de seguridad y prevenir los hechos de violencia en torno al fútbol es la gestión de la llamada “seguridad deportiva”, que pone en el centro a los y las hinchas, socios y socias “comunes”, generalmente ausentes de este debate; además de profesionalizar la inteligencia e intervenciones policiales. El complemento de estas dos líneas de intervención es parte constitutiva de los éxitos de los países europeos que tanto acostumbra a citar la prensa deportiva. De otra forma, no esperemos resultados distintos con los mismos métodos que casi hacen perder la vida de estos tres hinchas azules.