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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Aprender a vivir en red

"Colaborar e interactuar en ambientes diversos es una de las habilidades más significativas en el siglo XXI".

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Hugo Martínez es Director Académico de Colegium.

Interactuamos y nos comunicamos entre nosotros desde hace mucho antes que la aparición de las aplicaciones digitales que hoy median las redes sociales de las que formamos parte.

La interacción que buscamos y generamos en redes sociales o plataformas de comunicación, está asociada a nuestra necesidad de relacionarnos con otros de forma colaborativa y cercana. La tecnología ha expandido los alcances de nuestras comunicaciones interpersonales, como así mismo ha ampliado las oportunidades y riesgos que consideran estas relaciones.

Aprendimos a vivir en red la mayor parte de las veces a través del ensayo y el error. Pero en tiempos de alta disponibilidad tecnológica y de cambios acelerados, esta forma de aprender a vivir en red resulta insuficiente o riesgosa.

El estudio de “Radiografía digital a los niños y jóvenes de Chile” publicado hace unos meses, estimó que el 76% de los niños entre 5 y 17 años pasan más de una hora al día conectado a una o más redes sociales. Al revisar los usos aparecen entre las conductas más frecuentes el uso del chat (35%) y la transmisión de videos en directo (22%).

Las nuevas generaciones están aprovechando las oportunidades de vivir en red, junto con encontrarse más expuestos a los riesgos de estas.

¿Cómo enseñar y acompañar a los niños y jóvenes a vivir en red?

En primer lugar, valorando positivamente las necesidades de interacción que motivan el acceso a las redes digitales. Empatizar con el interés social de las nuevas generaciones, pone el acento en el fondo y no en las connotaciones particulares de la herramienta o forma como se canalice esta necesidad.

En segundo lugar, modelando y compartiendo buenas experiencias de interacción social al interior del núcleo familiar. Además del relato, será importante analizar en conjunto las razones que permiten caracterizar positivamente la anécdota compartida. El objetivo en este caso es detectar códigos de buenas prácticas personales y sociales, que permitan replicar y expandir las buenas experiencias.

En tercer lugar, alertando respecto a los riesgos que conlleva acceder a redes sociales digitales. Además de identificar las conductas seguras que se deben mantener, es importante advertir las posibles consecuencias negativas en relación con la pérdida de privacidad y la vulnerabilidad que implica participar en redes masivas.

Colaborar e interactuar en ambientes diversos es una de las habilidades más significativas en el siglo XXI. Las nuevas generaciones tienen la oportunidad de experimentar y desarrollar estas habilidades todos los días, dependerá de las generaciones adultas que esta circunstancia genere las competencias y aprendizajes necesarios.

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