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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Un gobierno descarado

Luego de conocidas las cifras de la Casen 2017, que demostraban que la desigualdad había aumentado, desde La Moneda salieron batallones a contarnos que el problema de que fuéramos más desiguales no era solamente la ineficiencia del gobierno de Bachelet, o el hecho de que este sistema en sí nunca va a reducir este problema porque no está hecho para esto, sino que el gran error de la administración anterior fue el solo hecho de pensar de una forma.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Este gobierno es bastante descarado. No lo digo como algo malo, sino como algo evidente que miramos todos los días y a muchos nos llama la atención. Y es que la forma en que disfrazan sus gustitos ideológicos de “temas país” o “grandes acuerdos”, es realmente admirable, sobre todo cuando intentan contarnos que tras lo que hacen solamente hay “tecnicismo” y “eficiencia”, pero nunca ideología.

Lo cierto es que nada de eso es verdad. Este gobierno es ideología pura, ya que tras cada frase, cada medida y cada decisión, lo que siempre prima es su visión de las cosas y cómo estas deben funcionar. Están convencidos de que ellos no son unos “aficionados”, sino unos “profesionales” que dejaron sus lujosas oficinas en Sanhattan para hacerse cargo de un país que los necesitaba.

Por esto es que hablan con cierta autoridad y repiten afirmaciones que no pueden ser discutidas por nadie. Ellos entienden mejor que nosotros, los simples mortales, los ideologizados y soñadores hombres y mujeres que los miramos desde afuera, sin saber lo importante que son sus decisiones y las perspectivas con que estas son tomadas. Creen saber de todo y más encima tienen la curiosa seguridad de que todo lo que miran o piensan es por el bien de Chile.

La semana pasada quedó eso nuevamente instalado en el panorama nacional. El gobierno, sin que la reforma tributaria hecha por el gobierno anterior aún tuviera efectos visibles, decidió hacer una “modernización” que intenta “simplificar” lo que para ellos era muy “complejo; por lo tanto, botaron todo lo hecho para así contarnos que, más que cualquier otra administración, saben realmente lo que se debe hacer, dando “lecciones” al respecto ante las cámaras de televisión, sin realmente explicarle bien a la ciudadanía qué es lo que se está haciendo. Hacerlo sería muy engorroso y tal vez dejaría en evidencia que lo que se está haciendo en materia de impuestos no es una solución a nada, sino que solamente es una manera de hacer un punto ideológico.

Pero si les decimos eso se espantan. Sus caros ternos, con la bandera chilena en la solapa, nos quieren mostrar que lo único que están haciendo es arreglando cosas, reparando las graves deficiencias que dejaron esos bolcheviques que, según piensan, dejaron a nuestro país hundido en la miseria dogmática de ideas fracasadas que no se compraran con sus “no ideas”, esas que tan bien le han hecho a nuestras tierras.

Es cosa de ver las entrevistas que dio el ministro Felipe Larraín esta semana. Sin siquiera sonrojarse, mientras le preguntaban por la rebaja al IVA del libro, el titular de Hacienda decía que esto no debía hacerse porque podría pasar algo terrible según su mirada: podrían pedir bajar los remedios después y no sé qué otras “barbaridades”. Lo dijo como si nada, como si estuviera repitiendo algo lógico y que para él y sus amigos no tiene discusión alguna: ciertas seguridades no son más que pataletas de ciudadanos que no entienden lo que ellos sí.

Pero esto no ha sido todo. Luego de conocidas las cifras de la Casen 2017, que demostraban que la desigualdad había aumentado, desde La Moneda salieron batallones a contarnos que el problema de que fuéramos más desiguales no era solamente la ineficiencia del gobierno de Bachelet, o el hecho de que este sistema en sí nunca va a reducir este problema porque no está hecho para esto, sino que el gran error de la administración anterior fue el solo hecho de pensar de una forma. Pero no ha sido únicamente el oficialismo el que nos ha relatado esto, también varios medios nos dicen que, como siempre lo han pensado, lo que estuvo mal no fue la implementación de cambios ni la forma en que se hicieron, lo que estuvo pésimo fue la sola ocurrencia.

¿Por qué? Simple: porque hay diferencias que están en juego, antagonismos de pensamientos que van más allá de hacer bien o mal las cosas, como el piñerismo intenta reducir la discusión. Y eso en la derecha no lo quieren reconocer. Quieren, en cambio, seguir incansablemente tras la lógica del descaro, de repetir doctrinas como si fueran la realidad, sin siquiera detenerse a pensar que, muchas veces, están haciendo el ridículo si es que creen que no identificamos sus ideas en cada discurso o declaración. ¿Y por qué no se preocupan por eso? Porque son los dueños de lo “sensato” y, a diferencia de la Concertación y la Nueva Mayoría, no tienen que rendirle cuentas a su adversario político.

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