El enemigo imaginario de Cecilia Pérez
Cecilia es experta en ver cosas donde no las hay, lo que tal vez se debe al rol que ejerce.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Una noticia escandalizó a las redes sociales: Cecilia Pérez había sido amenazada de muerte, por lo que andaba protegida policialmente de manera especial. Si bien algunos relativizaron el hecho, lo cierto es que algunos, independientemente de las diferencias políticas con la ministra vocera, lo condenamos. Hay límites que la democracia debe establecer.
Lo cierto es que nada de lo que se dijo en los medios era tan real. No era una amenaza, sino un pelotudo que decía que había soñado con ponerle una bomba en la casa a Pérez. Nada más. Pero sirvió para crear un ambiente propicio para la victimización y la sensación de inseguridad ciudadana. Es decir, la tontera de un hiperventilado usuario de Twitter fue usada para que, nuevamente, la voz oficial del gobierno pudiera escudarse en la figura de la víctima.
Es que por estos días pareciera que esa es la lucha: buscar ser más ofendido o amenazado que el otro. Más aún en semanas en que la derecha de nuestro país ha intentado ocultar su nulo trabajo intelectual en relación a su participación en la dictadura, cuestión que no le ha sido muy difícil gracias a la ceguera selectiva de uno que otro trasnochado y frustrado pseudo izquierdista que sigue justificando lo injustificable en el exterior. Pareciera que al oficialismo le urge recurrir a ciertas herramientas comunicacionales para crear una hostilidad que los haga ser parte de un mundo que no conocen ni de cerca: el de los perseguidos. Como si el solo hecho de serlo les diera algo así como una autoridad moral que andan buscando incansablemente.
Lamentablemente, por más que esto sea política, lo concreto es que es peligroso crear un ambiente de estas características para disfrazar las cosas. Y el problema es que no es la primera vez que la ministra Pérez lo hace. En campaña, con tal de subirse a un carro que comenzaba a emprender su rumbo, acusó a Yerko Puchento de machista por haberla tratado de fea, e incluso llegó al límite de pedir en el Consejo Nacional de Televisión que cerraran el Canal 13 por una semana. Nada más oportuno cuando la sensibilidad de cierto intento de progresismo puede dar bastantes réditos a cualquiera que diga ser víctima de algo. De todas maneras, no le resultó.
Pero el caso que nos convoca es más complicado. Ahora no es simplemente una vocera de campaña, sino la voz del gobierno central. Por esto es que jugar a inventar un enemigo, con tal de proyectar sensaciones acerca de sí misma y su rol en la sociedad, es bastante inaceptable bajo cualquier estándar democrático. Sin embargo, esto obviamente se pasa por alto. No se hablará de lo que realmente pasó, ni los medios ahondarán en el grave error. Pasará a ser una simple anécdota de alguien que vio peligro donde no lo hay.
Cecilia es experta en ver cosas donde no las hay, lo que tal vez se debe al rol que ejerce. ¿Por qué lo digo? Porque para ella Piñera es Churchill y Cecilia Morel es la mujer más influyente de Chile. Pero no solamente eso: también está segura de que su sector ha hecho una real reformulación ideológica en materias que aún lo persiguen históricamente. Y los hechos dicen que no.
Todo lo expuesto conforma la razón por lo que es la vocera perfecta para un gobierno que vive de sus invenciones. Pérez, al igual que Piñera y sus demás compañeros, prefiere creer en sus miedos, sus prejuicios y las razones que los construyen. ¿No lo hacemos todos un poco? Sí, pero el problema es que en La Moneda han transformado esto en un discurso de principios que no puede ser cambiado, reformado ni criticado. Y gracias a esto, sumado a su patológica impericia política, es que nuevamente hicieron el ridículo. Porque lo suyo, convengámoslo, no es la sutileza. Es, por el contrario, el eterno desparpajo de quienes nunca han perdido nada y, por lo tanto, nunca reconocerán sus interminables errores. Complejo vivir así.