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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El autoritario lloriqueo de Piñera y su gobierno

La poca inteligencia política de esta administración está haciendo que su discurso pro “unidad” se caiga a pedazos.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

En una larga entrevista en El Mercurio este domingo, el Presidente Sebastián Piñera aprovechó de emplazar a la oposición y tratarla de “antipatriota” por no llegar a un acuerdo con el gobierno en la discusión del sueldo mínimo. Lo hizo con ese tono tan propio de él, evitando explicar las verdaderas razones de sus iniciativas y recurriendo al “bien de Chile”, como si no hubiera ningún motivo ideológico tras de lo que propone el Ejecutivo.

Y es que así es Piñera: busca despolitizar la discusión, sin detenerse a pensar en que la gente sabe que es parte de un sector con ideas y perspectivas que se basan en una noción política sobre la sociedad. Eso no lo quiere asumir, porque sería entrar en los antagonismos, en las discusiones y en los encontrones. Y hacerlo podría derrumbar su fracasada “política de los acuerdos”.

Sí, porque toda esta idea de los “consensos” no era más que una forma de anticiparse a lo que se podrían encontrar en el Congreso con minoría en las dos cámaras. No era por un real amor por la democracia, sino porque intentaba dejar en claro que hay un tipo de democracia que es la que le conviene, y es aquella en que las imposiciones se disfrazan de acuerdos, cuando lo cierto es que no se acuerda nada.

Al contrario de lo que cree Piñera, un régimen democrático es un lugar en el que deben encontrarse las diferentes visiones y debatir, pelear y hacer visibles las fuertes diferencias que no tienen por qué ser “solucionadas”, sino que deben ser puestas en entredicho, con tal de que, luego de un trabajo arduo, se llegue a una solución en la que alguien tendrá que perder. Porque en la discusión parlamentaria se pierde y se gana constantemente, a diferencia de lo que intenta decirnos diariamente La Moneda, que cree que por haber ganado las presidenciales la contienda quedó zanjada.

En política se necesita llegar a obtener triunfos políticos en cada momento y la oposición eso está tratando de hacer. Pero lo hace, a diferencia de quienes nos gobiernan, recordándonos que hay distintas formas de ver algo, lo que no significa necesariamente que las partes involucradas en la batalla sean malas o buenas personas. ¿Lo han hecho bien los opositores? No, todavía no hay nada que nos permita decir que encontraron un relato preciso y fuerte con el que puedan proponer algo hacia el futuro, pero al menos está apareciendo cierto contrapeso ante la agotadora retórica piñerista que quiere que volvamos a los años de la transición.

La tarea del Frente Amplio y de lo que fue la Nueva Mayoría es sumamente importante. Frente a un mandatario que lloriquea autoritariamente por los medios porque no le dieron la razón, parece muy relevante explicarle a la ciudadanía que así no debería funcionar un sistema institucional como en el que se pretende decir que vivimos. Urge instalar en el escenario nacional que no es malo estar en desacuerdo, que tener el derecho a estarlo no es un atentado en contra del corazón patrio, sino una manera de fortalecer y politizar a una sociedad que muchas veces no logra distinguir entre el efectismo del momento y un buen gobierno.

La poca inteligencia política de esta administración está haciendo que su discurso pro “unidad” se caiga a pedazos; no hay que ser muy inteligente para darse cuenta de que este relato solamente quería un Chile unido tras sus certezas ideológicas sobre cómo deben hacerse las cosas. Y eso no está pasando, por lo que están realmente desesperados, lo que hasta llega a ser divertido.

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