A 45 años del comienzo de la dictadura, la derecha no ha cambiado en nada
"Pueden cambiar ciertas formas, pueden lucir más barbas y hacer como que condenan lo que antes aplaudían, pero eso no evita que sigan siendo un sector de clase, que responde a sus propios intereses".
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Mucho se ha dicho y se seguirá diciendo a 45 años del golpe militar. Algunos dirán que han cambiado o que no son lo mismo que sus padres; se empeñarán por llamarle dictadura al régimen comandado por Pinochet en todo momento, en toda instancia, para parecer jóvenes, parte de otro mundo y de otras circunstancias.
Otros, en cambio, seguirán diciendo que no sabían nada, que es atroz lo sucedido y que nunca se les pasó por la cabeza que un militar autoritario, que gobernó diecisiete años y que cerró el Congreso, podría hacer tamañas brutalidades como las que hoy se conocen. No estaban enterados, agregarán, de que se exterminó a ese enemigo que ellos querían que se exterminara y expulsara del país por haber osado en querer cambiar las reglas del juego republicano.
Se recurrirá al contexto, una vez más, para darnos a entender que hay cosas que siempre van a pasar, pero tratando de decirnos que no quieren que vuelvan a ocurrir. Dirán que nada justifica las torturas y las muertes, pero siempre recordándonos que “no estaban jugando a las bolitas” quienes fueron masacrados por el poder militar.
Es decir, los cómplices activos y pasivos seguirán escudándose en muchas cosas para tratar de entregarnos un mensaje que, aunque parezca contradictorio, es sumamente claro. Querrán que aplaudamos su compromiso con la democracia, pero siempre dejando en suspenso si es que apoyarían o no nuevamente una tiranía institucionalizada como la de Pinochet. Aunque, seamos sinceros, todos sabemos la respuesta.
Y es que lo que sucedió no fue casualidad, no ocurrió porque de un día para otro la derecha de nuestro país reaccionó ante un gobierno desastroso, como nos quieren decir. No. Lo que ocurrió fue el resultado de algo que se venía fraguando hace bastante tiempo, incluso antes de que Salvador Allende asumiera como máxima autoridad de la República; ya que, independientemente de que estuviera la Guerra Fría en curso, lo que estaba haciendo el líder de la Unidad Popular era desordenarle al peonaje, politizar a los trabajadores y recordarles que también tenían un rol que jugar en la historia patria. Eso no podía ser.
La patria para nuestra derecha es algo que les pertenece. Hasta el día de hoy, en manos de Sebastián Piñera, el sector que apoyó a Pinochet trata de decirnos que sus acuerdos y sus decisiones son aquellas cosas que mantendrán la República en funcionamiento, y que cualquier pregunta o cuestionamiento a sus certezas son actos de “división” o polarización, como si la política no fuera precisamente aquel arte en donde las divisiones deben aflorar para entender a una sociedad.
¿Qué quiero decir? Simple, que no mucho ha cambiado. Que mientras nuestra izquierda sigue pegándose en el pecho y preguntándose por cosas que pudo o no haber hecho para evitar el golpe, realizando por años un mea culpa que los medios nacionales cubrieron con satisfacción, la derecha de este país sigue siendo lo mismo. Pueden cambiar ciertas formas, pueden lucir más barbas y hacer como que condenan lo que antes aplaudían, pero eso no evita que sigan siendo un sector de clase, que responde a sus propios intereses y que sigue recurriendo a todo lo que tenga en sus manos para lograr su objetivo. Y ese se es el “contexto” del que tanto hablan. Cuando lo entiendan realmente, tal vez podremos dar por superado lo sucedido. Antes, no.