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Actualizado el 10 de Mayo de 2019

El 11 y la persistencia de la memoria

"Si hay algo que debe persistir es la Memoria, si hay algo que debe persistir es la búsqueda de verdad y justicia. Porque no puede existir reconciliación en nuestro país sobre la base de la falsedad, el negacionismo y la impunidad".

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No es muy extraño comenzar una columna un 11 de septiembre en Chile, mencionando el nombre “Salvador”.

Pero estas reflexiones en este día las parto recordando la obra de otro; la del pintor español Salvador Dalí. (Sí, sé que se le vincula al franquismo pero ese no es el punto hoy)

Han pasado casi 90 años desde que viera la luz su famosa y extraña obra que tituló “La Persistencia de la Memoria”.

Aquella realista pero perturbadora imagen de los relojes derritiéndose sobre una playa, con la que nos hablaba de lo relativo de la percepción y del paso del tiempo.

No he podido dejar de pensar y vincular esa imagen de los relojes que se deforman y cambian, y de una realidad y de una memoria que se retuerce, a propósito de los meses y hechos que han precedido la conmemoración de este nuevo 11 de septiembre, a 45 años del Golpe Militar.

Una conmemoración que se da en el contexto de los seis meses de un nuevo gobierno del sector en el que a muchos todavía les cuesta pronunciar las palabras, “Golpe Militar”, y prefieren hablar de “pronunciamiento”, para referirse al derrocamiento por la fuerza de un Presidente legítima y democráticamente electo, como el Presidente Salvador Allende, porque fueron parte de quienes lo apoyaron; y hablan de “excesos” para señalar las injustificables violaciones a los derechos humanos.

A algunos de ellos el actual Mandatario también prefiere llamar eufemísticamente como “cómplices pasivos”, y muchos son los mismos que no dudan en calificar de “montaje” y de exigir contexto a lo expuesto en un lugar como el Museo de la Memoria, tal y como lo había afirmado el ex ministro de Cultura, Mauricio Rojas, en dichos que le costaron su salida por el clamor de la ciudadanía y del mundo de la cultura y el arte.

Porque ningún contexto justifica ni explica ni la traición y el quiebre de nuestra democracia, ni el horror de lo vivido a partir de ese 11 de septiembre, ni el exilio, vejaciones y torturas por parte de agentes del Estado, ni la dolorosa desaparición de personas que 45 años después siguen siendo buscadas sin ser halladas por madres, amigos y seres queridos.

De allí también lo lamentable de la decisión de los ministros de la Corte Suprema y de la Corte de Apelaciones de entregar el beneficio de libertad condicional a siete militares en retiro que cumplen condenas por delitos de lesa humanidad en el penal de Punta Peuco, lo que pasa a llevar tratados internacionales y ha motivado una acusación constitucional en contra de estos jueces respaldada por el Partido Socialista.

A ello se suman las incomprensibles declaraciones del Presidente Piñera, quien afirmó que el Presidente Allende “validaba la violencia y los mecanismos no democráticos”; cuando si hay alguien que, enfrentado a una traición, – esa sí ejercida con violencia y desproporción- apoyada y orquestada por una potencia extranjera, prefirió pagar con su vida la defensa precisamente de la voluntad democrática y “su lealtad al pueblo”, fue el propio Presidente Allende.

Existe entonces la intención de un sector de pretender desconocer, reescribir, empatar, justificar o relativizar el Golpe Militar y el dolor y horror de lo vivido.

Y frente a esa “persistencia de la tozudez”, y de ese negacionismo ciego, que busca crear una nueva realidad y deformar la historia y la memoria, como parlamentaria socialista, y como parte de una generación que no vivió aquellos tiempos pero que cree fundamental e imprescindible transmitirlos para no repetirlos, pienso que debe existir también una lucha por la “persistencia de la memoria” de lo vivido en esa tiempo.

Si hay algo que debe persistir es la Memoria, si hay algo que debe persistir es la búsqueda de verdad y justicia. Porque no puede existir reconciliación en nuestro país sobre la base de la falsedad, el negacionismo y la impunidad.

Aunque sea una verdad aún más perturbadora, real e inalterable que las imágenes de los relojes blandos de la obra de Dalí, nuestro país debe ser capaz de enfrentarla y asumirla como una verdad que no es relativa, ni se deforma a conveniencia con la complicidad del paso del tiempo y las fallas de la memoria humana.

La persistencia de memoria a la que nuestro país debe aspirar en relación al 11 de septiembre y sus consecuencias no es la del dibujo o la representación moldeable, blanda y subjetiva que pintó el artista español; sino una memoria sólida y casi tangible como la del propio cuadro físico, de la tela y el óleo cuyos colores permanecen casi inalterados a 90 años después de ser creado. Solo así puede existir ese verdadero y anhelado reencuentro al que aspiramos millones de chilenos y chilenas.

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