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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿Adonde nos conducirán las maniobras de Rusia y China?

"Vostok representa no sólo un aumento del trabajo militar conjunto entre Rusia y China, según venían desarrollado desde hace años con un despliegue sobre el Mar Mediterráneo, sino que la manifiesta voluntad de inquietar el equilibrio estratégico en zonas custodiadas por la OTAN".

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Jaime Abedrapo es Director de la Escuela de Gobierno de la USS

Las mayores maniobras militares en la historia de Rusia están por comenzar el próximo 17 de septiembre en el ejercicio denominado Vostok, que además tendrán la participación de China sobre Siberia y el lejano oriente, en específico el Mar Báltico y el Mar de Japón. Al respecto, el Kremlin ha informado que se trata del despliegue de más de 300.000 soldados, 36.000 tanques y blindados, y 1000 aviones, por su parte China lo hará con 3.200 soldados y 30 aviones.

Vostok representa no sólo un aumento del trabajo militar conjunto entre Rusia y China, según venían desarrollado desde hace años con un despliegue sobre el Mar Mediterráneo, sino que la manifiesta voluntad de inquietar el equilibrio estratégico en zonas custodiadas por la OTAN. Por tal razón, países como Estonia, Letonia y Lituania, entre otros de Europa del Este, han manifestado su rechazo a esta “provocación” rusa que se ha ido incrementando desde que el 2014 anexara Crimea, generando la reactivación de las fuerzas pro rusas en la región que había sido controlada por la ex Unión Soviética antes de la caída del muro de Berlín.

La OTAN por su parte está preparando, en reacción al despliegue de las fuerzas Ruso – Chinas, un ejercicio militar que convocará a los 29 países que conforman el Tratado Atlántico Norte. Entre el 25 de octubre y el 7 de noviembre se movilizarán 40.000 soldados, 130 aviones y 70 navíos sobre territorio de Noruega, siendo una respuesta en contingente bastante menor que la presentada por los rusos, pero que viene a demostrar la voluntad de Occidente por mantener el compromiso con sus aliados de pacto.

De estas maniobras se desprende el fortalecimiento de las relaciones políticas entre Moscú y Pekín, además del aumento de las capacidades estratégicas de Rusia, ya que en dicha ocasión se probará nueva tecnología militar, como por ejemplo el misil “Iskander” capaz de disparar cargas nucleares. Esto representa un evidente mensaje a Occidente en general y a Estados Unidos en particular, respecto al interés de la dos potencias (Rusia y China) por aumentar su influencia en zonas que hoy se rigen bajo la Pax Americana.

La estrategia Ruso – China no sólo se enmarca en el nivel político estratégico sobre la influencia económica y militar en ciertas zonas del sistema internacional, sino que es política. En efecto, los regímenes de estas potencias están desafiando a las democracias liberales de occidente, que a su juicio están en decadencia y en proceso de descomposición. Es decir, tras estas maniobras militares se esconden más que propósitos territoriales, hay visiones de mundo contrapuestas.

Rusia y China hasta hoy tienen infinitamente menor presencia mundial respecto a bases militares, y su alianza militar es débil en relación a las capacidades estratégicas de la OTAN, sin embargo la distracción de la Casa Blanca respecto a los países musulmanes por varias razones, por ejemplo el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y su propuesta de política migratoria que discrimina algunas nacionalidades por profesar el Islam; la renuncia de Estados Unidos a varios organismos de Naciones Unidas; las relaciones distantes que ha proyectado el Presidente Trump con Alemania y otros socios estratégicos en occidente; además del apoyo del Mandatario a los movimientos populistas y xenófobos de Europa están significando pérdida de credibilidad a nivel internacional. De alguna manera estos elementos han incrementado la percepción de debilidad de la potencia eje de occidente (Estados Unidos), con ello alimentan los anhelos de un cambio de orden mundial por parte de Rusia y China, entre otros actores del sistema internacional.

Al respecto, cabe señalar el primer paso de Pekin en la dirección del cambio en la arquitectura de poder mundial. China ha instalado una base militar extra continental en Djibouti – Somalia – demostrando su interés por controlar la piratería en la zona y así mantener las líneas de comunicación abiertas para recibir el petróleo que procede desde Sudán, además da inicio a un papel relevante (humanitario) en el conflicto en Yemen, y de paso custodia sus intereses estratégicos en África, en espacial sus inversiones en Etiopía.

En consecuencia, entre las reivindicaciones rusas por volver a tener la influencia sobre territorios donde las ejerció las ex URSS y China que busca consolidarse como una potencia global, la tensión militar se incrementa, el derecho internacional se debilita y la incertidumbre respecto del devenir de la humanidad se hace cada vez más palmario.

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