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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿No dirá nada más el gobierno sobre la muerte de Alejandro Castro?

"Lo de Alejandro Castro es grave. Y para tratar dicha gravedad, se necesita a un gobierno que esté a la altura de los hechos, que reaccione, que cuestione y condene las circunstancias en que fue hallado muerto".

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Francisco Méndez es Columnista.

El 5 de octubre recién pasado, en medio de discursos de democracia y libertad que reinaban las redes sociales y los medios por la conmemoración del triunfo del NO, se supo de la muerte de un dirigente de los pescadores de Quintero, Alejandro Castro, quien fue encontrado sin vida en circunstancias bastante misteriosas y confusas.

Algunos medios han intentado hablar de suicidio mientras sus cercanos no ven que hubiera ningún indicio para ello. Si uno lo piensa, parece bastante curioso que un dirigente, que llevaba a cabo una misión tan importante como la de pelear en contra de las políticas medioambientales que llevan a cabo el Estado y los privados, haya optado quitarse la vida justamente en este momento. La explicación es casi un insulto para la inteligencia colectiva.

¿Quiero decir con esto que lo mataron? No sé. Realmente no sé lo que quiero decir, pero el ambiente en el que se supo todo esto estaba muy enrarecido, lleno de silencios, omisiones y la relativización de un hecho bastante grave en democracia, tomando en cuenta lo que representaba Castro, más aún en momentos en que se está cuestionando la motivación ideológica que está detrás del envenenamiento de la gente en Quintero.

A esto, se suma el silencio del gobierno. Al parecer, la gravedad de los hechos siempre, para quienes nos gobiernan, depende de las causas que defiendan quienes son las víctimas. Y Castro no era un simple dirigente medioambientalista, sino una persona que, tomando en cuenta algunos de los videos que circulan en las redes con declaraciones suyas, tenía un diagnóstico bastante más político que el de una persona que se preocupa solamente del estado del aire. A simple vista, parecía entender que lo que sucedía en la región de Valparaíso tiene que ver con intereses y decisiones políticas y económicas que se tomaron o dejaron de tomarse. Por lo que cuesta bastante creer que lo sucedido fue una casualidad. Por el momento.

¿Por qué esta administración no es capaz de salir a condenar lo que posiblemente pudo haber sucedido? ¿Por qué prefiere referirse someramente, como si la persona que murió fuera un adversario y no un ciudadano que perdió la vida en un contexto que puede dar muchos indicios de que lo mataron? Es cierto, hay que esperar el resultado de un proceso judicial, pero también hay tiempos políticos que son distintos a los judiciales, reacciones, palabras y actitudes que el Ejecutivo debe hacer públicas paralelamente a lo que hagan o no los tribunales de justicia. Y eso no se ha visto. No se ha escuchado más que reacciones casi protocolares, dejando que exista demasiada especulación al respecto. Y eso es el resultado de un mal manejo.

¿Acaso puede un gobierno reaccionar solamente cuando quienes mueren son cercanos a sus ideas? ¿Puede lograrse ser un “gobierno de todos los chilenos” si es que, como Estado, se actúa solamente dependiendo de lo que defiende quien ha muerto sospechosamente?
Me parece que no. Que gobernar requiere dejar de lado de sus conveniencias personales y pensar en una totalidad, cuestión que nunca ha hecho la derecha. Por más que intenten hablar de acuerdos nacionales y consensos, estos siempre deben ir en la dirección que sus ideas. Lo demás no importa, es solamente parte de lo que no les interesa.

Insisto, lo de Alejandro Castro es grave. Y para tratar dicha gravedad, se necesita a un gobierno que esté a la altura de los hechos, que reaccione, que cuestione y condene las circunstancias en que fue hallado muerto. No es tan difícil, solo se requiere voluntad política.

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