Aula Segura, el proyecto a lo Bolsonaro que Piñera quiere imponer
"¿Qué haremos ahí luego de que se apruebe este proyecto “bolsonarista” de Piñera? ¿Cómo llegaremos a una verdadera solución una vez que esté funcionando este gustito ideológico de la derecha? Esa es la pregunta".
Francisco Méndez es Columnista.
El tema de los medios de comunicación ha sido tratar de explicar por qué aparecen los Jair Bolsonaro y preguntarse si es que en Chile podría darse un personaje así. Lo hacen con distancia, mirando a Brasil con ojo crítico y con algo de lástima, ya que en nuestras tierras eso no podría ocurrir. A pesar de todo, somos un país medianamente serio y tenemos una cierta estabilidad democrática.
Eso es por lo menos lo que intentan decir desde el oficialismo. Nos han contado que ellos son los capacitados para mantener los límites de la seriedad, como también los llamados a decirnos qué es lo que es o no lo que se puede hacer, erigiéndose como los defensores de una “realidad” a la que intentan sacarle todo olor a ideología.
Durante la administración anterior, mientras eran oposición, los actuales gobernantes llamaban delirios ideológicos a lo que proponía la Nueva Mayoría. Acusaban que la ex Concertación había sido consumida por ideas extremas que “no le hacen bien a Chile”, siempre tratando de explicarnos que ellos son los que saben qué nos hace bien o no, ya que siempre han tenido la receta para que nuestro sistema funcione.
Sin embargo, nada de esto es muy cierto. La seriedad no es un atributo de este gobierno. Por el contrario, ya en el poder, han desplegado todo ese efectismo propio de quienes creen tener las respuestas a todo. Un claro ejemplo-tal vez el mayor de estos meses- ha sido el proyecto Aula Segura, el que pretende dar respuestas rápidas a los desórdenes y a los delitos que muchos estudiantes cometen, en liceos públicos, en contra de los funcionarios de estos.
Para el gobierno, la mejor manera de combatir estos hechos es pasar sobre todo debido proceso. Para eso quieren dar facultades a los profesores para que pasen sobre cualquier procedimiento propio de un estado de derecho. Y es que, si somos realistas, hoy en día respetar dichos procedimientos da pocos réditos comunicacionales, ya que existe una población que busca certezas desesperadamente. Por esto, la administración piñerista establece antagonismos entre las “buenas personas”, que serían las que apoyan este proyecto, y los “malos”, que son los que están velando porque la institucionalidad funcione.
¿No es esto muy Bolsonaro? ¿No es acaso esa idea del “nosotros o ellos” lo que está haciendo que el candidato esté ganando las elecciones en Brasil? Todo parece indicar que sí. Entonces sería muy bueno que dejemos de mirar con distancia y observemos lo que están haciendo quienes habitan La Moneda. No es un juego que el Presidente, cada vez que se refiere al proyecto, diga que quienes lo cuestionan están del lado de la delincuencia. Es estigmatizar y relativizar lo que distingue a las democracias de las tiranías: los procesos, las formas, los protocolos y, principalmente, el asegurar a toda persona, incluso el peor delincuente, un trato justo y de acuerdo a las leyes imperantes.
Pero esto no tiene tanta popularidad en estos días. Acercarse a la inmediatez y gobernar como si se fuera sheriff, saca más aplausos y, en el momento, da la sensación de que se está haciendo algo. Pero el problema es qué viene después de ese momento fugaz, cómo podemos garantizar verdaderas certezas democráticas que eviten o juzguen estos condenables hechos.
¿Qué haremos ahí luego de que se apruebe este proyecto “bolsonarista” de Piñera? ¿Cómo llegaremos a una verdadera solución una vez que esté funcionando este gustito ideológico de la derecha? Esa es la pregunta. Y vale la pena ponerse a trabajar en una respuesta.