Teletón: 40 años como el principal megáfono ideológico del “modelo”
"No es casualidad que la Teletón sea el gran megáfono que transmite una 'unidad' despolitizada, en la que las opiniones y los cuestionamientos se apagan momentáneamente en beneficio de un bien superior. Ahora, lo importante es preguntarse cuál es ese bien superior".
Francisco Méndez es Columnista.
Este viernes comienza una nueva versión de la Teletón encabezaba por Mario Kreutzberger. En esta oportunidad será una ocasión especial, ya que se cumplen cuarenta años desde que comenzó esta llamada cruzada de amor.
Hace cuatro décadas, Don Francisco nos dijo que solo había una manera de ser solidario, apoderándose de lo que significa la solidaridad, sin que hubiera espacios para poder refutar esa visión. Y la razón es simple: en la época que comenzó este largo programa televisivo, en plena dictadura, no había ni siquiera un rincón para manifestar algún matiz sobre lo que significaba vivir en comunidad y, en este caso, incluir a los discapacitados. Por lo tanto, el Estado no era opción.
Eso es lo que la Teletón ha manifestado con su discurso por años: la única manera posible de lograr lo que se ha logrado es gracias a la donación particular de ciudadanos y al apoyo empresarial. Todo esto, claro está, se debe en gran parte a un show de emociones que no establece obligaciones explícitas de contribuyentes, como sería destinar parte de nuestros impuestos a que el Estado desarrolle esa obra, sino que morales. Es decir, prefiere recurrir a la emocionalidad y medir los grados de “bondad” que tiene cada individuo, que establecer un deber como ciudadanos.
Es cosa de ver las promociones de la campaña en el último tiempo, las que han pretendido responder sutilmente a las críticas. Se enfatiza en que la gran parte de los recursos dependen de nosotros, de nuestra voluntad, por lo que, si es que no se logra la meta, claramente será responsabilidad nuestra y de nuestro egoísmo. Se nos niega lo que podría ser una responsabilidad tributaria, para así cargarnos con una mucho más fuerte.
¿Y los empresarios? Bueno, ellos se sirven también de este show, puesto que las empresas no solo se eximen de pagar impuestos, sino que aprovechan de mostrarse. Para los multimillonarios que actúan como particulares, por otro lado, esa obligación moral que recae sobre la ciudadanía también es un beneficio. No tienen ningún deber escrito que les imponga colaborar, pero cuando lo hacen son aplaudidos por miles de personas en un Estado Nacional repleto. Por esto es que en Chile no debe haber propaganda ideológica más eficaz que la Teletón.
Pero si se dice eso, lo cierto es que el chantaje moral es aún más fuerte. Tu problema son los niños, no la forma en que se los ayuda. Porque- vale la pena insistir en esto- Kreutzberger fue lo suficientemente inteligente como para reinterpretar la forma de ayudarnos entre nosotros para que no hubiera otra manera de concebirla. Por lo tanto, si es que se critican las formas, según el relato oficial, lo que se está haciendo es no querer que los menores beneficiados con esta obra puedan ser incluidos en la sociedad. Si no se comulga con el proceder, tampoco con el fondo. Buena técnica para establecer una verdad y no escuchar otras razones.
Esta estrategia no se diferencia mucho de la defensa del sistema en el que vivimos. El discurso de Don Francisco no es muy diferente del que enarbolan quienes defienden nuestro modelo como si fuera la única alternativa posible. Ante cualquier diferencia de opinión, los guardianes de la “realidad” tratan al resto como blasfemos, como seres malvados que no quieren el progreso de Chile. No es casualidad que la Teletón sea el gran megáfono que transmite una “unidad” despolitizada, en la que las opiniones y los cuestionamientos se apagan momentáneamente en beneficio de un bien superior. Ahora, lo importante es preguntarse cuál es ese bien superior: si es solamente la recuperación de los niños, o si también es mantener las lógicas económicas, políticas y estructurales. Pareciera que lo segundo es tan importante como lo primero. Y a veces más.