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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Nos quieren muertas: de violaciones con resistencia a edad de consentimiento sexual

"Niñas, mujeres, estamos nuevamente en un retroceso de los avances que tanto nos ha costado conseguir y construir. ¿Cuántos de esos legisladores tienen miedo de que sus acosos y abusos salgan a la luz?".

Por Karen Denisse Vergara Sánchez
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Karen Denisse Vergara Sánchez es Periodista e investigadora en temáticas de género y violencia

Nos quieren muertas. No hay otro modo de explicar que se evalúe un anteproyecto de reforma al Código Penal que podría establecer diferencias entre las violaciones realizadas bajo resistencia y las que no. Por si fuera poco, también se baraja reducir la edad de consentimiento sexual a los 12 años. ¿Cómo fue que en el Gobierno del eslogan “los niños primero” podría ocurrir estas situaciones?

Cuando una mujer denuncia una violación, es muy usual que desde un equipo policial no preparado, e incluso dentro de tribunales, se cuestione su pasividad. “¿Por qué no gritaste, pataleaste, rasguñaste?” es la pregunta que esgrimen muchos abogados, carabineros, familiares, amigos. Olvidan que la mayor parte de los violentadores sexuales están ahí mismo, dentro del núcleo familiar. Que muchas veces hay relaciones de confianza o dominación, donde incluso terceros pueden estar siendo testigos del abuso y son incapaces de reaccionar.

Hemos repetido hasta el cansancio que la figura del violador que ataca en un sitio eriazo es una construcción lejana que nos aparta de los verdaderos violentadores. Usualmente es más posible que nos abuse alguien que conocemos, pero se remarca esta otredad estereotipada para hacerlos creer que es algo que no ocurre en nuestro entorno. Aún hay compañeras que cuentan muy contrariadas acerca de la noche en que despertaron siendo penetradas por su pareja, sin que hubiese consentimiento, desconociendo que ello también constituye violación. O ese amigo donde dormías desde la infancia, y que alguna vez se aprovechó de tu confianza o tu ebriedad para intentar tocarte, pese a que cerrabas los ojos fuerte y ponías tenso tu cuerpo, de espaldas, para que notara que no querías que siguiera avanzando, cuestionándote en todo momento sobre si ese momento era real.

Se habla, por otro lado, de reducir la edad de consentimiento sexual por parte de un Gobierno que aún no es capaz de tener una postura clara y abierta sobre el aumento de las cifras de VIH, por autoridades que son incapaces de decir “usen condón” a viva voz. Por políticos que nos odian tanto, que blindaron a las instituciones de salud privada para que pudieran objetarse de practicar abortos bajo las tres causales básicas.

Quieren que las niñas de 12 años den a luz, porque se regocijan al ver que crece la mano de obra barata y precarizada. Brindan por otra niña que pasará a “ser mujer”, a esbozar labores de cuidado y que probablemente abandonará todo proyecto educativo y de desarrollo personal y profesional. Las quieren en la casa, abusadas por el tío, sometidas, porque a la hora de denunciar un embarazo por violación la edad de consentimiento sembrará dudas, y nos veremos enfrentadas nuevamente al “¿por qué no se resistió?”.

Niñas, mujeres, estamos nuevamente en un retroceso de los avances que tanto nos ha costado conseguir y construir. Nos siguen cuestionando, mientras fabrican drogas nuevas para intentar someternos. ¿Cuántos de esos legisladores tienen miedo de que sus acosos y abusos salgan a la luz? No me lo explico de otra forma. Tienen miedo, porque sistemáticamente han abusado de nuestra confianza. Tienen miedo y lo vuelven contra nosotras precarizando aún más la poca justicia que tenemos.

Muchas hemos sido sobrevivientes de distintos tipos de abusos y no queremos reconocernos solo como víctimas sufrientes. Estamos trabajando en comunidades de mujeres para seguir adelante, luchar por nuestros derechos y acompañar a quienes han sufrido de la violencia patriarcal y económica. Para ellos sigue siendo más provechoso que nos quedemos estancadas en el dolor y la pasividad. No les demos en el gusto. Podemos ser un motor que impulse a nuestras compañeras, a seguir, a resistir, a transformar ese dolor en rabia, una rabia movilizadora que nos lleve a crear nuevos espacios libres de violencia en los cuales desarrollarnos y crecer. Leí por ahí hace un tiempo “existo porque resisto”. No permitamos que la política chilena nos vuelva a dañar una vez más.

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