El cinismo de Chadwick
A veces es admirable ver a alguien con tanto temple decir lo que muchos sabemos que no es así. No es poca cosa victimizarse en algo en lo que eres uno de los principales responsables, sin siquiera sonrojarte, como si representaras algo más que tus intereses y los de tu sector.
Francisco Méndez es Columnista.
Ahí estaba el ministro del Interior, Andrés Chadwick, listo y dispuesto para responder lo que él quería en la interpelación que se le hizo este martes en la Cámara de Diputados. Como siempre sucede en estos casos, tenía una pequeña barra bien ruidosa, la que aplaudía unas respuestas que, por lo general, no respondían nada, sino que solamente intentaban dar la sensación de que estaba asumiendo su responsabilidad política en el caso del asesinato de Camilo Catrillanca.
Pero lo cierto es que no lo hizo. No asumió absolutamente nada; en cambio, solo volvió a repetir lo sorprendido que estaba con cómo se habían desarrollado los hechos en La Araucanía, como si lo acontecido no fuera producto de un diseño que empoderaba a Carabineros más aún de lo que lo estaban.
Es decir, fue al Congreso a decirnos que su responsabilidad consiste en responsabilizar al resto de lo que sucedió. Pero siempre con un aire pomposo que diera a entender que estaba haciéndose cargo de algo. Esa es la gracia de Chadwick: contarnos que hace lo que no hace y viceversa. Tal vez es el tono de intento de estadista el que convence a algunos, sumado a una serie de ideas de buena crianza republicana con las que intenta camuflarse.
Este martes habló de un Chile unido, de su misión y la de su gobierno, para así florear un vacío argumentativo realmente preocupante para quien es la segunda autoridad de un gobierno. La idea era, obviamente, decir que no dijo lo que todos escuchamos en su momento; que lo que vimos y criticamos era realmente producto de nuestras ideologizadas mentes, para tratar de enlodar el funcionamiento de un noble programa de gobierno que venía a unir a Chile. Porque en La Moneda no tienen fines ideológicos, solo ven como meta un objetivo despolitizado que congregue a todos los ciudadanos.
Sin embargo, no pudo instalar esa idea de manera certera. Porque, luego de lamentar lo sucedido con Catrillanca, comenzó de inmediato a recordar la muerte de los Luchsinger, tratando de empatar dos hechos lamentables como si fueran lo mismo. Desde ese momento, toda esa idea de que el ministro representaba un gobierno que viene a traer una unidad, comenzó a desmoronarse. Se convirtió en el vocero de algunos de los que han sufrido en La Araucanía, intentando decir que un atroz delito es lo mismo que la acción organizada del Estado para tratar a ciertos habitantes del sur.
Frente a esto, la barra organizada seguía aplaudiendo al ministro. Expresaban, como todo sujeto de derecha, que ahí estaba la cara de un gobierno que se hacía cargo de las cosas, que respondía en las instancias democráticas, pero nunca dando su brazo a torcer en su misión. Tal vez fue otro mensaje para Kast, en una semana en la que se le han dado otras señales, pero siempre, insisto, tratando de decir que no se quiere hacer lo que se está haciendo.
Es un arte llegar al nivel de cinismo de Chadwick. A veces es admirable ver a alguien con tanto temple decir lo que muchos sabemos que no es así. No es poca cosa victimizarse en algo en lo que eres uno de los principales responsables, sin siquiera sonrojarte, como si representaras algo más que tus intereses y los de tu sector.