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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Control de Identidad: el que nada hace (y luce de cierta forma), mucho teme

"A este gobierno le importa bastante poco sentarse a discutir. Por el contrario, para quienes lo conforman, el debate democrático consiste en que la vereda opositora apruebe sus iniciativas, debido a que estas solo intentarían satisfacer ese manoseado 'sentido común' que quiere parecer despolitizado y poco ideológico, cuando es todo lo contrario".

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Francisco Méndez es Columnista.

En el contexto de la discusión de la rebaja del control de identidad a la edad de 14 años, mucho se ha hablado de las razones de criminalizar de antemano a niños y jóvenes, ya sea por su origen y sus vestimentas, motivo por el que el ministro del Interior, Andrés Chadwick, ha recurrido a un viejo dicho popular que, como tal, no tiene mucho asidero en la realidad. “El que nada hace, nada teme”, señaló en varios matinales.

Es importante detenernos en esto por varias razones, pero acá hablaremos de dos. La primera es la obsesión de esta administración por argumentar sus proyectos de ley y sus motivaciones ideológicas con frases que hacen gala de un “sentido común” bastante cuestionable. Ya lo hemos visto con Admisión Justa y “el derecho de los padres a elegir”, que parte de la base de que “los padres saben mejor que nadie qué es lo mejor para sus hijos”, cuestión que, si es que uno echa mano a realidades concretas y diarias, merece bastante reflexión. Pero no se reflexiona sobre nada, ya que la propaganda simplista, para esconder un mensaje político sumamente complejo, es más relevante que detenerse a desmenuzar ciertas afirmaciones.

A este gobierno le importa bastante poco sentarse a discutir. Por el contrario, para quienes lo conforman, el debate democrático consiste en que la vereda opositora apruebe sus iniciativas, debido a que estas solo intentarían satisfacer ese manoseado “sentido común” que quiere parecer despolitizado y poco ideológico, cuando es todo lo contrario. Por lo que negarse a lo que el Ejecutivo presenta al Legislativo, no es una cuestión de distintas perspectivas y miradas sobre el acontecer nacional, sino solamente una postura “poco patriota” para La Moneda. Porque quienes hoy caminan por sus pasillos, representarían “la realidad”.

La segunda razón por la que parece importante detenerse en esto de “el que nada hace, nada teme”, es para preguntarse si es que esta afirmación es efectivamente tan real. ¿Puede decirse, mirando la historia de la persecución política, racial y de clase en el mundo que eso sea verdad?  ¿Se puede, sin ir más lejos, afirmar esto con una Araucanía militarizada en la que el hecho de lucir de cierta manera ya es motivo para que las Fuerzas Especiales te arrinconen? Sería bueno responderlo y así botar todos estos dichos que, someramente, suenan “razonables” y, sin embargo, no lo son.

Señalado lo anterior, también hay que agregar que esta medida está nuevamente mostrándonos que este gobierno se está negando a aprender. Chadwick, luego de lo sucedido en los últimos meses con Carabineros, una vez más procede a entregarle poder antes que se intervenga la institución y sus lógicas. Esta administración no tiene empacho en darle carta blanca a la policía verde para que ahora tenga plenas facultades sobre menores de edad, sin que antes haya un trabajo para solucionar el actuar institucional. ¿No es esto una obstinación bastante peligrosa en democracia? ¿No se requiere acaso antes hacer un trabajo consistente con las fuerzas policiales y recordarles que es urgente entender que están trabajando en un régimen democrático? Pero para esto se necesita algo que no va a pasar: que quienes nos gobiernan entiendan que las medidas vistosas y rápidas, van en contra de todo lo que significa ser un gobernante democrático. No porque este deba ser “débil” o “blando”, sino porque primero se debe entender la democracia como algo más consistente, que combata la delincuencia con fuerza, pero sin propaganda; porque la necesidad propagandística de quienes habitan La Moneda, a un año del comienzo del segundo periodo de Sebastián Piñera, no ha traído nada bueno. Es cosa de recordar a Camilo Catrillanca.

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