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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Michelle Bachelet, la expresidenta menospreciada por sus propios adherentes

"Mucha gente se sirvió del hashtag #ConBacheletnotemetas, para encarar a Bosé e increparlo por lo dicho. En ningún momento apareció en la defensa a Bachelet la calidad de estadista que pudo o no haber sido".

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Una vez más Miguel Bosé se refirió en malos términos a Michelle Bachelet por su actitud frente a lo que sucede en Venezuela. En esta oportunidad, el cantante le pidió la renuncia a la Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU con una foto en su Twitter, bastante desafortunada,  en que comparaba lo que pasaba en Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet, con lo que pasa hoy bajo el régimen chavista. Lo que decía la imagen de mal gusto era que Bachelet solamente veía tiranía en lo que había sucedido en Chile, aplicando un viejo chantaje moral no tan propio de un artista europeo con el supuesto capital cultural de Bosé, pero sí de una derecha chilena que ha intentado, por años, establecer un empate imposible con sus adversarios políticos, diciendo que la brutalidad pinochetista se asemeja a cualquier experimento autoritario y burdo en el exterior; o peor aún: que la responsabilidad que le cabe a la izquierda chilena por lo que pasa en vergüenzas como la que encabeza Nicolás Maduro, es casi la misma que la que efectivamente tienen los civiles derechistas que disfrutaron diecisiete años de atrocidades.

Pero si le explicamos esto al cantante, tal vez no lo entienda. ¿La razón? Porque mientras la dictadura nacional desplegaba su terror, el también actor era un jovenzuelo que venía a mover el trasero al son de los bototos del ejército chileno, quizás con ignorancia, celebrando una fiesta inexistente en esa burbuja que, especialmente en la década de los ochenta, era la Quinta Vergara. Por eso para él, en abstracto, es todo lo mismo; Pinochet es igual a Maduro, y la llamada boliburguesía es idéntica a esa vieja oligarquía chilena que, con tal de resguardarse, al igual que quienes celebraron a Francisco Franco en España, hizo vista gorda y hasta aplaudió la brutalidad de la Junta de Gobierno.  O a lo mejor no le importa. Quizás solo quiere que el mundo sepa de su compromiso con la democracia, aunque para demostrarlo tenga que caer estrategias tan burdas.

Como era de esperar, este nuevo ataque del español cayó muy mal en cierto progresismo en Chile. Particularmente en el bacheletismo, donde la expresidenta es venerada como una deidad y no como una política; como una figura religiosa y no como la primera jefa de Estado que, bien o mal, luego de muchos años de tímida democracia, intentó hacer pequeños cambios al relato transicional. No. La gente que la sigue piensa muy poco en eso, más bien está convencida de que la exmandataria es una figura débil y sacra, la que no debe ser perturbada en su grandeza frágil, porque meterse con ella no es interpelar a un ser humano, sino cometer blasfemia.

Eso fue lo que vimos esta semana en las redes sociales. Mucha gente se sirvió del hashtag #ConBacheletnotemetas, para encarar a Bosé e increparlo por lo dicho. En ningún momento apareció en la defensa a Bachelet la calidad de estadista que pudo o no haber sido; ninguno de los que encontraban esto de suma gravedad, se detuvo a pensar que lo que se estaba haciendo era la defensa de una figura, de una imagen, y la idealización de esta, antes que de una idea, la representación de algo más allá de su género, su posición y sus logros personales y no colectivos. No había progresistas o personas de izquierda, sino feligreses que, no sin machismo, creían que era necesario proteger a su santita, a la mujer que estaba siendo violentada.

Era un espectáculo bastante patético. Era como si los adherentes de Michelle Bachelet le dijeran al mundo que ella no se puede defender sola;  que, como mujer y figura sacra al mismo tiempo, no puede hacerse cargo de sus decisiones políticas, de su trabajo y del rol que ejerce en una de las instituciones más relevantes y estériles del planeta. Era darle la razón a la pachotada de Bosé sin quererlo. O peor aún, era dejar en evidencia que sus adherentes tienen menos respeto por ella que el que tiene el europeo, ya que él al menos la trataba como ser humano, horizontalmente, cuestión que, debido a la flojera por no saber a qué aferrarse, los suyos no hacían. Ellos lograron engrandecerla y al mismo tiempo reducirla; alabarla y al mismo tiempo menospreciarla.

Sería importante detenernos en esto, en la forma en que decimos hacer algo mientras hacemos exactamente lo contrario. En la nueva izquierda se ha transformado en un mal hábito defender a personas desde el paternalismo; se ha transformado en una moda confundir las ideas con las individualidades. Y es que es más simple, ya que esta defensa de individualidades empieza y termina en estas. La defensa de las ideas, por otro lado, que abarca individuos y su posición de igualdad en la sociedad, nunca termina.

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