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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Evolución en la Inclusión Educativa de estudiantes con Síndrome de Down

"El trabajo con un niño con discapacidad intelectual tiene que basarse en un adecuado conocimiento de su persona: su carácter, sus esquemas de comunicación y el entorno familiar y social en el que se desenvuelve".

Por Maricarmen Álvarez
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Maricarmen Álvarez es Relatora Fundación Mis Talentos, Educación Inclusiva

En los últimos años hemos sido testigos de cómo los estudiantes con Síndrome de Down están siendo incluidos dentro del sistema de educación regular. Con gran optimismo vemos cómo niños y jóvenes que antes quedaban en sus casas, muchas veces al cuidado de sus padres o en escuelas especiales segregados con otros alumnos de su misma condición, hoy están siendo integrados.

Una realidad esperanzadora, que se debe a la voluntad, al cambio de concepto y a la mirada distinta que se le está comenzando a dar al Síndrome de Down, entendiendo que se trata de estudiantes distintos, con sus propias necesidades educativas, pero que pueden estar aptos para llevar una vida escolarizada como el resto de sus compañeros neurotípicos o mal llamados niños “normales”.

Para aumentar la cobertura y para que más niños puedan optar a los beneficios de estar en el aula regular, es nuestro deber cambiar la percepción que se tiene hacia ellos. Urge derribar mitos que se tienen hacia esta condición y terminar con el temor hacia lo desconocido.

Hoy los docentes pueden optar a modelos educativos y prácticas pedagógicas aptas para la inclusión de estos estudiantes. En efecto, ha surgido un nuevo concepto que defiende la necesidad de apostar por las aulas inclusivas: la neurodiversidad. Esta se define como: “una idea que afirma que el desarrollo neurológico atípico (neurodivergente) constituye una diferencia humana normal que debe ser tolerada y respetada como cualquier otra diferencia humana”.

Tal como lo señala Thomas Armstrong en el libro “El Poder de la Neurodiversidad” “No existe un cerebro estándar, de hecho, la diversidad entre cerebros es tan maravillosamente enriquecedora como la biodiversidad y la diversidad entre culturas y razas” y esa la premisa fundamental que los profesores deben considerar, a la hora de acoger a TODOS sus estudiantes, entre los que se incluyen los con Síndrome de Down.

Para su real inclusión, los docentes deben centrarse en las fortalezas de estos alumnos. Hay que cambiar el enfoque y migrar desde un modelo centrado en el déficit hacia un modelo centrado en el aprendizaje generando las condiciones favorables para que puedan aprender y participar, Necesidades Educativas Especiales (NEE).

Para esto existen buenas prácticas pedagógicas que el establecimiento educacional puede implementar, como la coordinación que debe existir entre los todos los profesionales que trabajan con el niño en el transcurso de su escolaridad y en cada uno de los niveles escolares. Además, el trabajo con un niño con discapacidad intelectual tiene que basarse en un adecuado conocimiento de su persona: su carácter, sus esquemas de comunicación y el entorno familiar y social en el que se desenvuelve. También es preciso desarrollar estrategias didácticas como el considerar las diferentes posibilidades de adquisición del conocimiento que tiene el niño.

Es de esperar que muchos docentes se atrevan a derribar mitos y acojan a estudiantes con Síndrome de Down en sus salas de clases, entendiendo que en la sociedad no hay nadie que esté de más, sino muy por el contrario, todos somos importantes y cada uno tiene mucho que aportar desde sus respectivos roles.

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