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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Baradit y Kast: no hay ideas, solo empates morales

Si uno lo piensa, Baradit se vio acorralado por técnicas que él y otros- quienes confundieron ser de izquierda con asumir un rol sacerdotal- en el pasado no vieron con tan malos ojos como hoy

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

La noticia era que la Teletón bajó una actividad con el escritor Jorge Baradit. La razón no era muy clara, pero tenía que ver con que un grupo de personas, entre ellas personajes de radio Agricultura y José Antonio Kast, había motivado una “funa” en contra del cuasi historiador. El motivo de esta era por el lenguaje sexista que había utilizado en algunos mensajes en su Twitter hace años atrás.

Cuando uno leía toda esta información, al comienzo reía: José Antonio Kast, el fan número uno de Jair Bolsonaro en Chile, estaba ofendido con los dichos contra las mujeres que algunos rescataron en su historial en las redes sociales. Era una forma muy poco pudorosa de hacer política con las mismas herramientas del nuevo progresismo. Pero también muy útil por estos días.

Si uno lo piensa, Baradit se vio acorralado por técnicas que él y otros- quienes confundieron ser de izquierda con asumir un rol sacerdotal– en el pasado no vieron con tan malos ojos como hoy.  Kast, en una malévola e inteligente estrategia, nos mostró que entendió algo bastante conveniente para su movimiento basado en lugares comunes: en el terreno de las ideas ni el progresismo ni la extrema derecha tienen mucho que ofrecer. Uno porque le tiene miedo a querer cambios reales, y la otra porque nunca los ha querido. Por lo tanto, con el juego del empate moral es con lo que se sacan mayores réditos. Aprovecha de hacer pasar un tema estrictamente político por uno moral. Lamentable para nosotros, pero muy bueno para la derecha populista.

Por esto es que no hay que extrañarse con lo que ha pasado. Kast, Agricultura y todo el séquito de personajes que los siguen, solo están aprovechándose de la carencia de contenido que nosotros mismos, los que pensamos izquierda, instalamos como una forma de “lucha” para realmente no luchar. Porque tras las políticas identitarias y de género, por muy necesarias que sean, no se establecen cambios de paradigmas ni se mete con el capitalismo y sus antagonismos. Por el contrario, los invisibiliza para así poder dar peleas pequeñas que tengan apariencia enorme.

¿Qué pasaría si la izquierda comenzara a discutirle a Kast la visión sobre la libertad y los impuestos? ¿No habría tal vez ahí un debate? ¿Qué diría el eterno candidato, cómo lo afrontaría? Lo más probable es que se vería obligado a pensar más. Tendría que alejarse de sus eternos juegos del empate para decirnos, sinceramente, en qué consiste su concepción de la sociedad y los deberes y derechos que estos, en una democracia ni siquiera socialista, deben cumplir. Para qué hablar si se le pregunta por la precariedad laboral y una lucha de clases que, aunque intenta ser ignorada por la “tecnología”, sigue existiendo. Ahí no tendría nada que decir. Pero eso no se hace. Pareciera que no hay gente dispuesta a comenzar un debate ideológico real con personajes que dicen no tener ideología mientras la vemos día a día en todo lo que hacen. Las ideas no están en juego, sino que lo realmente relevante es tratar de mostrarse más puro que el otro, sin importar las consecuencias.

Por lo tanto, urge pensar esto. Culpar al resto de los errores propios se ha convertido en un ejercicio bastante cómodo y nefasto para quienes dicen estar de un lado en el debate nacional. Ser víctimas es un trabajo sencillo, ya que no hay ninguna culpa ni ninguna intención de replantearse. Esa izquierda chilena que durante años reconoció más errores de los que debía, no se ve por ningún lado. En cambio, la reemplazó la mentalidad de un progre adolescente que no cree en las discusiones porque le cansan. Y si trata de entenderlas, lo cierto es que no se interesa en desarmarlas, sino “funarlas” porque percibió una pequeña ofensa en el lenguaje del otro. ¿Les resulta familiar? Entonces hagamos algo. Porque, de lo contrario, seguiremos perdidos. Y a Kast le seguirá siendo fácil anotarse pequeños puntos políticos.

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