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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

A propósito de la renuncia de Theresa May y el soap opera del Brexit

"El Reino Unido se encuentra sumido en uno de los atolladeros de su historia, en este caso de origen y gestión exclusivamente domésticos".

Por Juan Pablo Glasinovic Vernon
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Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

Hace unos días, la Primera Ministra May anunció su renuncia a la jefatura de gobierno, al encontrarse en un callejón sin salida sobre la definición británica sobre el Brexit. Otra víctima que ha dejado el fatídico referendo de 2016 (no soy neutro, considero que fue un error político gigantesco que pesará en el devenir europeo por mucho tiempo) y que tiene sumido al Reino Unido en un soap opera (teleserie), que ni el mejor guionista hubiera podido extender exitosamente por ya 3 años como es el caso, con un alto rating.

Este proceso, por lo mismo, da para infinidad de análisis y opiniones. En lo que a mi respecta, en esta ocasión quisiera comentar brevemente sobre 3 aspectos que me han dado vueltas y que se han reavivado con la renuncia de May: el mandato de las mayorías, los excluidos de los beneficios de la globalización y la calidad del liderazgo político.
Desde hace ya algunos años, asistimos a un reduccionismo (deliberado en muchos casos) del concepto de la democracia. Se nos repite que en una democracia la mayoría manda, punto. Se agrega que, cumpliendo esa única condición, no hay límite a la voluntad popular. Sabemos que esa versión ha sido y es utilizada por quienes solo buscan el poder e imponer su visión, bajo un manto de legitimidad. La democracia es mucho más que eso. Incluye el respeto a la minoría y un complejo entramado de pesos y contrapesos, para asegurar la alternancia en el poder y evitar que mayorías pasajeras tomen caminos radicales en desmedro del resto.

En el caso del Brexit, desde que se convocó al referendo, la lógica ha sido esa. Nunca se consideró que en una decisión tan trascendental (precisamente porque ni Cameron ni la mayoría de la clase política previó una derrota), por sus implicancias de todo tipo, un cambio tan profundo requería de una sólida mayoría. Hubo una abstención de cerca del 30% y del total de votantes, el 51,9% apoyó la salida de la UE. Aunque un triunfo incontestable, no es suficiente para llevar al país hacia un nuevo rumbo desconocido, como lo ha demostrado la amarga división en 2 mitades que sacude al país y que no se ha resuelto. Esto podría haberse evitado si se hubiere previsto un proceso con una clara definición de quórums y pasos que diesen plena legitimidad a la opción ganadora. Pero lo hecho, hecho está y la gran lección es que cuando se trata de consultar a la ciudadanía directamente sobre opciones que pueden alterar significativamente el statu quo (división territorial, cambio de régimen político, etc.), pasa por disponer de reglas que aseguren una mayoría sólida para la opción ganadora y así evitar cuestionamientos posteriores.

Ahora hay muchos que quisieran realizar un segundo referendo, y puede ser una salida. Confirmar o rechazar el primer resultado, pero esta vez con alternativas claras. Por supuesto los que apoyan el Brexit se niegan a esa posibilidad. Pero en su misma lógica, ¿por qué no se puede volver a considerar el tema? ¿Y si gana la alternativa de permanecer, aunque sea con el mismo quórum, no sería tan legítimo y definitivo como el resultado de 2016? Como lo dije, estas decisiones requieren de reglas y pasos que aseguren una mayoría incontestable, pero el daño ya está hecho por la imprevisión e impericia inicial en el proceso con el referendo.

Pero, ¿por qué se llegó a esta situación y el pantano consecuente que tiene a la política británica al garete? Por la tóxica combinación de deficiente liderazgo político y el descontento acumulados por una porción de la población que no se ha sentido representado por la clase política, y ha visto desmejorar sus condiciones de vida en el proceso de globalización.

Prácticamente nadie en el liderazgo de los principales partidos británicos previó la posibilidad de una derrota a la opción de permanecer, y eso es un indicativo de su desconexión con una buena parte de la sociedad. Esto, a su vez, explica el descontento de los que se han sentido excluidos, y que se manifiesta básicamente en apoyar cualquier opción que implique debilitar o sacar a los que muchas veces perciben como una casta endogámica, que vive en otra dimensión. Esa energía negativa que llega a ser rabia, es aprovechada por toda clase de populistas, que prometen hacerse cargo de las necesidades insatisfechas y largamente postergadas. En este caso, el gran vehículo del descontento, fue votar la salida de la UE, sin aquilatar, en la mayoría de los casos, sus consecuencias.

Pero no solamente fallaron en prever, también han sido incapaces de forjar un consenso, a partir del nuevo escenario que irrumpió, de definir el tipo de salida. Eso es otro síntoma de un déficit de conducción, agravado por divisiones en el seno de los partidos tradicionales. Hay que reconocer que Theresa May hizo un gran esfuerzo para lograr un Brexit “blando”, pero fue en vano. Se llevó portazo tras portazo y casi 3 años después, prácticamente no se ha avanzado en la decisión del tipo de salida, a pesar de una prórroga concedida por la UE hasta el 31 de octubre.

El Reino Unido se encuentra sumido en uno de los atolladeros de su historia, en este caso de origen y gestión exclusivamente domésticos.

La solución del tipo de Brexit o incluso la eventual permanencia en el bloque europeo, debe implicar un pacto social, y no será posible sin los 3 elementos mencionados al inicio: tomar conciencia que se debe construir una mayoría sólida que avale el camino a seguir (y no basta el 50% +1); y hacerse cargo de los miedos y anhelos de los votantes que usaron el Brexit como catalizador de su malestar. Todo lo anterior no será posible sin un liderazgo a la altura de la encrucijada que vive el país y que marcará su derrotero por mucho tiempo.

Lamentablemente, por el momento no se ve factible lo de la persona correcta en el momento adecuado. Ahora vienen las elecciones de sucesor(a) de May y los candidatos no parecen estar a la altura de lo que se requiere. Pero la Historia muchas veces nos ha demostrado que estamos equivocados y que ciertas personas, ante las circunstancias y la investidura del cargo se transforman, poniéndose a la altura de los desafíos y movilizando exitosamente a sus sociedades. De verdad esperamos que así sea. Mientras tanto, hold your breath.

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