Cuando las sociedades olvidan a sus hijos
"Hemos olvidado hasta en la reivindicación social el acoger, apoyar, conocer y acompañar a los niños que sufren el abandono, violencia y en muchos casos drogadicción".
Jaime Abedrapo es Director de la Escuela de Gobierno de la USS
Niños en la calle han sido una triste realidad permanente en nuestro país, sin embargo, hoy pareciéramos consolidar una nueva etapa del proceso de deshumanización al que asistimos, ya que estamos “normalizando” esa situación. Ello en la misma proporción de la consolidación de los tiempos del individualismo.
La tendencia ha sido a sacar de la agenda política la preocupación por los niños de la calle. Al respecto, cabe destacar que Evopoli ha sido una fuerza política que consiguió instalar, en vísperas de la asunción de la actual administración, el lema “los niños primero”. Sin embargo, dicho lineamiento político no ha encontrado eco en las políticas públicas y visión del Estado según observamos en el reciente “conteo de niños de la calle”. En efecto, dicha consigna no ha sido suficiente para acompañar el conteo o caracterización de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran en situación de calle. Al respecto, el principio de solidaridad nos recuerda que todos somos responsables de esa situación.
Si hacemos memoria, podemos recordar que “todos” los programas de gobierno comprometieron, desde el retorno a la democracia, terminar con las debilidades institucionales del SENAME. Sólo después de tres décadas se ha creado la Subsecretaria de la Niñez, organización que encarna la implementación de una nueva institucionalidad que permitiría ser más eficientes y eficaces respecto al futuro de los niños, niñas y adolescentes vulnerados. No obstante, es prematuro el optimismo, debemos primeramente esperar los resultados, sobre todo en el contexto de una sociedad que ha perdido capacidad de compromiso con los demás.
Nada excusa mantener y normalizar la existencia de “niños en la calle”. El problema con esta realidad no está únicamente en el diseño de políticas públicas, sino fundamentalmente en el tipo de sociedad que estamos construyendo. Hemos sido capaces de anestesiarnos frente a las historias de vida de quienes más sufren el abandono.
Apreciemos en perspectiva los fenómenos políticos y los movimientos sociales reivindicados durante la última década. Estos han estado principalmente en línea con demandas de intereses particulares de ciertos colectivos con gran capacidad de movilización y presión política – social, como los estudiantes secundarios y universitarios. Esto revela la pérdida de sentido comunitario y bien común a raíz de la indiferencia ante las necesidades de otros.
En definitiva, hemos olvidado hasta en la reivindicación social el acoger, apoyar, conocer y acompañar a los niños que sufren el abandono, violencia y en muchos casos drogadicción. Esta sí es una obligación primera de la comunidad, aunque la realidad nos indica que muy posiblemente no nos hubiéramos recordado de ellos, “los niños de la calle”, si es que no se hubiese hecho público la noticia acerca de que se salió a su “encuentro” para contarlos, y no para darles cobijo y esperanza.