Carta al director
Estimados/as lectores:
Utilizo este medio como forma de desahogo frente a ciertas situaciones que me han opacado varios momentos de mi vida y mi salud mental. El año 2018 fue el año que marcó un antes y un después en mi persona. Las vivencias del establecimiento cuya “excelencia” ha sido desgarrada con cada acción que comenten contra la identidad de cada uno. Liceo también conocido como “San Francisco de Quito” en la comuna de independencia.
En carne propia pude sentir el intento en modificar mi esencia. Viví el sufrimiento emocional más fuerte que un estudiante puede sentir dentro de un lugar que suelen llamar “nuestro segundo hogar”. Es casi una escena de película lo que viene a mi mente cuando me preguntan todo lo que viví ahí. Recuerdo claramente palabras como “Ser así fue tu elección” o “No permitiremos tocar temas tan sensibles” que alguna vez me dijeron. Así es como se refieren a la homosexualidad en ese lugar. Sólo es un tema sensible. Para mi fueron experiencias que hasta el día de hoy me han marcado.
Enrique White, director del Liceo San Francisco de Quito. Mismo director que me prohibió presentarme para la semana del arte si yo utilizaba un video. Aquél video eran siluetas formadas por luces que no demostraban un sexo en específico. La profundidad del mensaje era que el amor no necesita género. Sus palabras fueron “Lo que estás haciendo es provocar a quienes no están de acuerdo”.
Octubre del 2018. Hablaba con una profesora sobre mis expectativas dentro de la vida universitaria que enfrentaría el siguiente año. La jefa de UTP se posiciona al costado de donde yo estaba. El inspector general se coloca al otro lado. Se quedan parados ahí mientras yo hablaba con ella. Al finalizar la conversación, ellos se alejaron. Hablar con alguien terminaba siempre en lo mismo. Con el tiempo empecé a alejarme de todos, pues cada charla terminaba siendo invadida por el cuerpo directivo de ese lugar. Me convertí en alguien que hablaba de ciertos temas con muy poca gente. Tenía miedo de enfrentarme a ello, así que terminé, de alguna u otra forma, aceptándolo. Para finales de mes, comencé a experimentar crisis de ansiedad demasiado fuertes. Muchas veces siguen volviendo a mí. Mi vida no es la misma desde ahí. Hay una marca dentro de mi ser que no se irá. No por ahora. Los recuerdos de estar dentro de la oficina del orientador, mientras el inspector general Mario Ojeda luchaba en que yo entendiera que “estaba seguro donde estaba” cuando ellos sabían que no era así. Ellos eran lo que me daba inseguridad. Mis pocos amigos de ese entonces peleaban por entrar a la oficina. Las jefas de UTP sacándolos de la oficina, pues querían que yo estuviera solo ahí dentro. Eran mediaciones casi de pesadilla. Todos los días, al cruzar la puerta de entrada, me comenzaban a buscar. Pasaba hasta una hora dentro de la oficina donde me pedían decir todo lo que pensaba, hacía o hablaba. Comentaban planes para fomentar la igualdad de derechos y promover la diversidad. Ninguno de esos planes fue ejecutado realmente.
Mientras todo ocurría, acudí al alcalde de la comuna. El alcalde Gonzalo Durán. Tuve la suerte de toparlo en un parque dentro de la comuna. Me acerco a él y le pude conversar. Su respuesta fue “Estamos al tanto de tu situación. El apoyo mío y de todos está contigo. Te daré un contacto para que hables y podamos encontrar una solución, pues no quedará así”. A las pocas semanas, Gonzalo Durán no había provocado ningún cambio. Ninguna acción fue llevada a cabo. Ninguna intervención fue provocada dentro del establecimiento. No existió nada. Las palabras de Durán fueron palabras vacías. Ellas palabras de nuestro alcalde fueron una mentira que yo, dentro de mi mal estado emocional, creí y me aferré a ellas.
Llegó Enero. Tuve la oportunidad de contar lo ocurrido dentro del establecimiento a un medio de comunicación. El Desconcierto fue el encargado de publicar aquello. Luego de liberada la entrevista, tuve mucho miedo. Las reacciones fueron inmediatas. Terminé apareciendo en El Dínamo y Radio BioBio. La noticia era conocida. Mi dolor, miedo y todos mis sentimientos fueron conocidos por una gran cantidad de personas. Sentía mucho miedo, pero sentía que era lo correcto. Era necesario, pues había que evidenciar lo que ocurría tras esas cuatro paredes.
Marzo 2019. Volví al Liceo San Francisco de Quito. Me habían pedido ir para evidenciar “cambios” que ocurrieron luego de mi entrevista. La sorpresa parte cuando el inspector general Mario Ojeda y el director Enrique White piden que yo me vaya del establecimiento bajo la excusa de “llevas mucho rato aquí. Te pido en buenas palabras que te vayas”. Al mismo momento que yo ingresé, había entrado un exalumno del mismo Liceo, pero él no se vio en la misma situación. De igual forma, decidí salir y evitar problemas.
Junio 2019. Me entero que el antiguo director del Liceo San Francisco de Quito vuelve a ser director de un conocido establecimiento de la comuna. Arturo Castro Morales vuelve a la comuna, aceptado sin reproche de parte de Gonzalo Durán. Volví a mirar al pasado. Recuerdo ver en las noticias como desvincularon al único profesor que alzó la voz por mi de la comuna. Evidencié cómo hicieron su vida un infierno. Él no puede trabajar dentro de la comuna, mientras Arturo Castro, quien tiene causas realmente fuertes para estar fuera de la comuna, es aceptado nuevamente a la misma casi con un abrazo. La burla del municipio y el Alcalde han llegado a un límite mucho más grande. Han lastimado ha mucha gente, incluyéndome a mí. Aún no veo soluciones. Enrique White sigue siendo director, Arturo Castro vuelve a la comuna, Gonzalo Durán continúa como alcalde. Mi profesor no puede volver a trabajar en independencia. Yo sigo sufriendo ciertas crisis emocionales y no me han dado solución. Arruinaron mi vida y muchas otras. Las respuestas son vagas y como fundamentadas. No existe solución.
Utilizaré mis palabras no como arma, sino como una voz. Una voz para solicitar justicia dentro de la comuna de independencia. Una voz para exigir justicia para mi, para el profesor que fue injustamente despedido y desvinculado y para muchos otros quienes las decisiones de este tipo de representantes han lastimado. Pido una solución. Pido un cambio. Pido una respuesta fundamentada y no mensajes vagos expresados en prensa. Quiero soluciones reales, y al fin, poder dormir de forma tranquila nuevamente. Que mis noches dejen de ser recuerdos constantes. Que mi vida tome su ritmo de forma normal. Pido justicia por todos quienes somos juzgados por ser homosexuales. Para todos quienes han sufrido el acoso. Todos quienes han vivido algo como yo. No apelo a la lástima de quienes lean esto, sino que se sepa la realidad. Que todos conozcan de en la comuna de independencia existe un alcalde llamado Gonzalo Durán, que promete ayuda a quien lo necesita y voltea hacia el otro lado cuando llega el momento de cumplir. Existe un liceo llamado San Francisco de Quito que intenta que seas parte del colectivo masculino que debe existir tras esos muros. Existe dolor, injusticia, violencia y discriminación. Existe y está más visible que nunca.
Alejandro Andrés Melo Miranda.
Exestudiante Liceo San Francisco de Quito