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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Desconfianza y bajo crecimiento: La culpa no es del empedrado

"¿Daremos pasos concretos para mejorar las pensiones, aumentando sostenidamente la cantidad de ahorro privado y público dirigido a ellas, o permitiremos un deterioro continuo de la confianza en el sistema previsional y crecientes temores de una vejez tan pobre como prolongada?"

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Guillermo Le Fort Varela es Profesor Titular Docente FEN-UCH. Socio Principal LE&F

Los últimos datos económicos en Chile hacen cundir la preocupación y el desánimo. El lento crecimiento de la actividad económica iniciado en el primer trimestre se ha prolongado en el segundo y todo indica que estamos cerrando la primera mitad de 2019 con una expansión que apenas llega al 2% anual. Para peor el crecimiento de la actividad mensual registrado por el IMACEC de junio no llega al 2% anual, indicando que la esperada recuperación se sigue postergando.

Después de 4 años de caída sostenida, la inversión creció con fuerza en 2018 llegando a una expansión de 4,6% real en el año y a 5,6% anual en el cuarto trimestre gracias a un extraordinario dinamismo de la inversión en maquinaria y equipo. Fue el crecimiento de la inversión lo que permitió el crecimiento del PIB de 4% el año pasado, pero este parece haberse desvanecido y en el segundo trimestre de 2019 la inversión crece como la actividad, apenas al 2% anual.

¿Qué nos ha pasado? ¿dónde quedó el optimismo de 2018 y el dinamismo de la inversión? ¿Por qué se perdió confianza y cundió el desánimo? Tal como lo muestran los índices de confianza empresarial (IMCE-ICARE) y de percepción de la economía (IPEC-Adimark) lo mejor se alcanzó en algún punto durante 2018 y en lo que va corrido de 2019 la tendencia de ambos índices de confianza es negativa, particularmente la del IPEC que decae a un ritmo preocupante. La desaceleración de la inversión, del consumo y de la actividad son síntomas de esta pérdida de confianza.

Somos una economía muy abierta y por tanto expuesta a los avatares internacionales, por lo que siempre existe alguna justificación para echarle la culpa a las condiciones externas: el empedrado del camino por dónde transita la economía nacional. Pero el índice de confianza empresarial que no se deteriora es justamente el más expuesto a las condiciones externas, el de la minería. Además si miramos la evolución de la confianza de los consumidores norteamericanos nos encontramos con la sorpresa que esta ha retornado a sus valores máximos precrisis sub prime y se ha sostenido en torno a ellos. A pesar de las reiteradas y peligrosas payasadas del Presidente Trump y su gobierno, no parece haber contagio externo en la caída de confianza en Chile.

Es el cojo y no el empedrado la razón del lento caminar de la economía chilena. No solo en 2019, también en los años previos a 2018, mucho antes de Trump y su loca guerra comercial el crecimiento fue muy lento, la inversión estuvo estancada y la confianza se mantuvo deprimida. Algunos identifican el cojo con el gobierno actual que no ha podido cumplir con las expectativas que creó. En parte eso es cierto porque incluso un gobierno de centroderecha no se impone por presencia ni genera confianza automática en los inversionistas. Lo que importa para la inversión no es quien hoy ocupa los ministerios y otros cargos claves, sino que cuáles son la reglas que van a regir cuando la inversión de hoy genere sus frutos en el futuro.

¿Habrá un sistema tributario simple y predecible que permita recaudar con justicia y evaluar la tributación futura con facilidad, o una sistema opaco y complicado, sujeto a discrecionalidad funcionaria y que no permita descontar de impuestos el esfuerzo de ahorro?

¿Regirá una regulación laboral rígida donde la propensión al conflicto sea alta, o habrá un sistema de negociación armónico y con la debida adaptabilidad a condiciones cambiantes? ¿habrá respuesta de las regulaciones laborales al cambio tecnológico para adaptarse a este o se intentará vanamente rigidizar normas para aferrarse al pasado?
¿Mejorará el sistema de atención de salud pública y privada y el crecimiento de este último será más rápido que el de la economía en su conjunto, o la judicialización y el conflicto llevará a su eventual colapso, aumentando la carga de pacientes sobre el sistema público?

¿Daremos pasos concretos para mejorar las pensiones, aumentando sostenidamente la cantidad de ahorro privado y público dirigido a ellas, o permitiremos un deterioro continuo de la confianza en el sistema previsional y crecientes temores de una vejez tan pobre como prolongada?

Las respuestas a esas interrogantes definen el caminar futuro de la economía chilena, porque determinan la confianza de inversionistas y las oportunidades futuras de trabajadores y consumidores, y con ello el crecimiento económico. La responsabilidad no es sólo del gobierno de turno sino que también del parlamento y de las fuerzas políticas serias, las que deberían estar disponibles para construir acuerdos y generar respuestas a los desafíos de hoy. Estas no van a ser nunca perfectas, pero si van en la dirección correcta ayudarán a construir e implementar un plan integral de reformas que renueve la confianza y haga revivir el crecimiento.

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