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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Las 40 horas: por qué (a veces) lo popular es dañino

¿Hay alguien en su sano juicio que crea que la suma de golpes que ha recibido la competitividad de nuestras empresas no tiene impacto?

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Patricio Artiagoitía es Ingeniero Civil Industrial y empresario.

Todo ha ocurrido banalmente.

Existía una propuesta de reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas, que nadie tomó en serio, por lo mismo, las afirmaciones de su proponente, la diputada Vallejo, en el sentido de que se podía trabajar menos y ganar lo mismo sin perjuicio para la economía, nunca fueron contradichas. Como no había nada que perder, y una hora que ganar todos los días, la propuesta resultó ser inmensamente popular. Sorprendentemente, sólo era apoyado por el 70% de la población, parece que hay un 30% de los chilenos que son escépticos de que se pueda trabajar menos y ganar lo mismo.

¿Cómo se puede argumentar que eso puede ocurrir?

Más o menos de la siguiente forma: supongamos que la jornada de trabajo (j) se divide en tiempo trabajando (t) y tiempo ocioso (o), así  j= t + o. Los promotores de la propuesta suponen que o es muy grande (los trabajadores chilenos son muy flojos y sus jefes muy inútiles y no lo notan), además son gente agradecida que, después de una reducción de jornada, el 100 % lo reducirán del tiempo de ocio (o). De esa manera, el tiempo trabajando (t) no cambiará, la empresa ganará lo mismo, los trabajadores ganarán lo mismo, pero tendrán más tiempo disponible.

Suponga que, en un caso más realista, la gente restará la hora  proporcionalmente entre el tiempo de ocio y el tiempo de trabajo. En ese caso, el costo de la hora trabajada se incrementa en un 13%. Lo mismo ocurriría en todas aquellas labores de jornada continúa, como hospitales, call centers o un data center, que deben tener una operación 24×7 y que para mantenerlos deberán incrementar sus dotaciones.

Suponga ahora que el tiempo de ocio corresponde a cierto hábitos acendrados, tomarse un café al llega en la mañana, otro a mitad de jornada, una pasadita por el baño y un par de descansos en el trabajo de corrido. Todas cosas que seguirán haciendo. Supongamos que en promedio antes de la reforma o = 2 horas, y  t= 7 horas, si no se rebaja el tiempo de ocio, la rebaja recaerá en un 100% en t, que pasará de 7 a 6 horas, aumentando el costo laboral en un 17%.

Vamos a otro caso: el de una fábrica tecnologizada, compuesta por operarios que controlan la producción de máquinas con capacidad productiva fija, por ejemplo una fabrica embotelladora de cerveza o de bebidas. Si se reduce la jornada de 9 a 8 horas, y las máquinas no pueden trabajar sin operarios, será la producción las que disminuya en un 11% y todos los costos se mantendrán iguales. Como antecedente adicional, tomemos en cuenta que las utilidades de CCU (como ejemplo de una empresa de estas características) es del 8%, de las ventas por lo que esa caída, con bastante probabilidad, eliminaría las utilidades.

Probablemente se pueden encontrar muchos otros casos, el peor es el de empresas altamente tecnologizadas que tienen tiempos largos improductivos por cambios de turno, como ocurre en la minería, en esos caso la pérdida de producción puede superar largamente el 11%.

En el conjunto de la economía se producirá una combinación de todos los casos anteriores y otros más, el problema es que los promedios no sirven para mucho. Si una empresa sufre un shock de costos del 11% y queda con pérdidas, no cierra el 10% de la empresa, cierra el 100% y , por lo mismo, los efectos en el conjunto de la economía se amplifican. Recuerden que el año 1982, cuando se devaluó el peso desde 39 a 46 pesos (18%) hizo caer la economía cerca del 15% y el desempleo llegó a un tercio de la fuerza de trabajo. Es muy claro que los shocks de costos se amplifican y distribuyen en toda la economía con consecuencias en todos los ámbitos.

El shock de 1982 dejó a la economía chilena con un tipo de cambio más fuerte, que permitió la expansión de las exportaciones chilenas y, gracias a esto, recuperarnos relativamente rápido de una de las peores recesiones de la historia. Este shock no dejará ninguna fortaleza para el futuro, sólo un incremento de costos permanente.

Casi ninguno de los casos anteriores se resuelve con flexibilidad laboral. Lo único que es mejor en el proyecto del gobierno es que reduce la jornada a 41 y no a 40 (sigo hablando de 40 y no de 35 porque supongo que tamaña barbaridad no tiene mucho futuro). Un consuelo muy pequeño.

¿Hay alguien en su sano juicio que crea que la suma de golpes que ha recibido la competitividad de nuestras empresas no tiene impacto?

A veces se echa de menos que el debate público se vuelva medianamente realista. Si hay una encuesta que dice que un 70% de la población quiere reducir la jornada de trabajo, que eso sirva para explicar que tiene costos enormes y no para sumarse. 

La reducción de jornada tiene costos,  pretender que no es tratar de torcer la realidad y crear un mundo de fantasía. Creo que lo saben todos los que lo promueven, pero la tentación de ser muy popular parece ser muy grande

Ojalá vuelva la cordura y la responsabilidad y ninguna de las propuestas de reducción de jornada prospere.

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