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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Celebrar y servir a Chile: los desafíos de nuestra generación

"Todos estos ejemplos, y muchos otros, deben despertar en nosotros un sentimiento de rebelión ante lo injusto. Nuestra generación ¿está dispuesta a servir a Chile?¿estamos preparados para enfrentar esos desafíos?"

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Tomás Bengolea L. es Presidente de Fundación ChileSiempre.

Septiembre es un mes especial para los chilenos. Las fiestas patrias nos permiten reencontrarnos con la chilenidad, profundizar el sentimiento de pertenencia al país y unirnos en torno a una gran celebración. Ya sea en la solemnidad de hitos republicanos, las reflexiones del Te Deum o la alegría de las fondas, todos los chilenos festejan a la Patria en su semana.

Sin embargo, y más allá de las merecidas celebraciones, las fiestas patrias representan una muy buena oportunidad para preguntarnos y cuestionarnos sobre la marcha del país, y analizar los distintos desafíos que deberemos abordar quienes celebramos este nuevo 18 de septiembre.

En el año del Centenario esto fue visible. En medio de la celebración especial de los 100 años de la Primera Junta Nacional de Gobierno, la cuestión social y la deslegitimación del régimen parlamentario inquietaban a muchos hombres públicos. Entre ellos había radicales, conservadores, nacionalistas y comunistas, quienes tenían un diagnóstico crítico de la institucionalidad política del país, en una tesis cada vez más compartida y que generaba preocupación pese al clima festivo.

A cada generación le corresponde enfrentar sus propios problemas y desafíos. Se hace necesario analizar los tiempos y abordarlos para la construcción de un mejor país. A inicios del siglo XIX, una generación tuvo la dura tarea de liderar y consolidar la independencia del país; la siguiente tuvo que definir las bases de la república y asegurar su estabilidad, ya sea ante las divisiones internas o frente a los enemigos exteriores. En el siglo XX, mientras distintos sectores de la población eran integrados a la vida política, se tuvo que responder a las grandes injusticias sociales existentes en la época, como el hacinamiento, las enfermedades extendidas y la falta de salubridad pública. Ya en la segunda mitad del siglo, se entró en un proceso de polarización que llevó a un quiebre mayor. El final del siglo XX y el inicio del nuestro estuvo marcado, como bien sabemos, por la reconstrucción de la institucionalidad política, la transición a la democracia y la profunda modernización económica que le cambió la cara a Chile.

Vale la pena preguntarse, entonces, sobre los desafíos de nuestra generación. Esto implica un análisis detallado de la hora presente, observar con detención la realidad chilena e identificar así las grandes causas por las que los jóvenes debemos trabajar, comprendiendo el Chile en el cual vivimos, con sus dolores y posibilidades, esperanzas y desafíos. Para esto, es importante tener en mente una cuestión fundamental: somos la generación de jóvenes que más oportunidades ha tenido en la historia de nuestro país. Nunca antes Chile había tenido tasas de pobreza tan reducidas; cobertura escolar prácticamente en un 100%; casi un millón y medio de estudiantes en la educación superior, de los cuales 7 de cada 10 son las primeras generaciones de sus familias en acceder a este nivel de estudios; entre otros grandes logros sociales.

Después de los avances alcanzados en las últimas décadas, debemos ser especialmente cuidadosos y no olvidar todas las urgencias que quedan por atender. En ese sentido, debemos hacer un ejercicio crítico, enfrentando la realidad dejando de lado la indiferencia -el “no estoy ni ahí”–, pero también apartándose de las visiones pesimistas propias de “los indignados”, como si estuviésemos en la peor etapa de nuestra historia. Debemos mirar a Chile con un profundo sentido de justicia y hacer frente a realidades preocupantes.

Mientras gobiernos de todo el espectros insisten en destinar los recursos de todos los chilenos en la creación de más y más ministerios, el número de viviendas en campamentos aumentó de 27.387 en 2011 a 47.050 en 2019, según el último catastro entregado por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Al mismo tiempo, sectores políticos insisten en financiar la educación superior “gratuita”, condenando a las universidades al déficit, empeorando la calidad en la educación y olvidando las verdaderas prioridades sociales.

Mientras miles de adultos mayor en Chile deben pasar sus últimos años con pensiones miserables, la clase política se enfrasca en discusiones ideológicas y plantea soluciones sin sustento técnico alguno, como la creación de un nuevo “ente estatal” –como si el Estado fuera una suerte de ejemplo administrando bienes– que no mejorará en nada las pensiones en Chile. Mientras el debate sobre la calidad de vida de los trabajadores en Chile se entrampa con eslóganes como “trabajar menos, producir más”, de la mano de propuestas cuyos impulsores han admitido no tienen estudios que las respalden y que pretenden obligar a los trabajadores a desarrollar su labores con la rigidez que el Partido Comunista cree adecuada, la revolución tecnológica y la automatización acechan amenazando casi el 15% de los trabajos que hoy conocemos.

Todos estos ejemplos, y muchos otros, deben despertar en nosotros un sentimiento de rebelión ante lo injusto. Nuestra generación ¿está dispuesta a servir a Chile?¿estamos preparados para enfrentar esos desafíos? Promover vocaciones al servicio público resulta, en definitiva, un desafío final e imperioso, en medio del desprestigio de la política, la elitización de las prioridades y la exclusión de los más vulnerables de la agenda política. En este mes de celebraciones a la patria, es necesario recordar que los jóvenes debemos trabajar con convicción y compromiso por Chile, hoy y siempre.

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