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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La gallina de los huevos de oro

Basta de permitir que destruyan lo que todos hemos construido. Las generaciones futuras se tomarán la cabeza a dos manos, al revisar los registros de la violencia, y constatar que la policía se limita a observar cómo los delincuentes y los saqueadores destruyen.

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Christian Aste es Abogado VLA. Villarroel, Lecaros & Aste

Se escribirán muchas columnas de opinión para explicar lo que ocurrió súbitamente en Chile. De un minuto para otro, verdaderas hordas delictivas arrasaron con todo. Lo hicieron, sin que la policía y las fuerzas armadas fueran capaces de hacer su trabajo y controlarlas. Seguramente no lo hicieron y no lo harán por el miedo que tienen que si actúan y utilizan un poquito de fuerza, serán objeto de querellas y persecuciones judiciales. Les resulta más simple mirar a la distancia como el lumpen anarquista, se permite a vista y paciencia de todos, destruir lo que tanto nos ha costado.

Ese miedo o diría yo terror, a ejercer la fuerza contra los desalmados debe ser erradicado. Constituye un imperativo moral y jurídico de los tres poderes que conforman el Estado reestablecer la paz social. Para eso deben respaldar unánimemente y sin letra chica a las fuerzas de orden, haciéndole presente a la civilidad y especialmente a los medios informativos y a las redes virtuales, que este respaldo implica que ante el caos aplica la fuerza.

La delincuencia, el narcotráfico, el saqueo y la violencia se enfrenta con la fuerza de las armas. Si en la ecuación resultan saqueadores, anarquistas, delincuentes o narcos heridos o baleados, es la consecuencia obvia de no respetar las reglas. Es preferible que sean víctimas ellos a que lo sean los ciudadanos inocentes.

Basta de permitir que destruyan lo que todos hemos construido. Las generaciones futuras se tomarán la cabeza a dos manos, al revisar los registros de la violencia, y constatar que la policía se limita a observar cómo los delincuentes y los saqueadores destruyen, y que lo hacen por miedo a que los periodistas o comentaristas de turno – sí, los que ganan millones por el rating – los critique, y un órgano financiado por el mismo Estado que ellos protegen, los persiga en Tribunales. Es el mundo al revés.

Pero como sí todo esto fuera poco, hay sectores políticos que no solo perdieron en la última elección, sino que están en el Congreso, por una Reforma que permite que las minorías estén representadas precisamente para evitar este desmadre, que están felices por lo que ocurre. Es más, se permiten interpretar esta movilización como una señal que apoya lo que ellos quieren, que no es otra cosa que matar la gallina de los huevos de oro.

En un sistema social de mercado, el Estado financia sus gastos con impuestos. Los impuestos se recaudan porque hay riqueza. Si no la hay, no hay impuesto y por lo tanto tampoco gasto, ni soluciones sociales. La riqueza es limitada y reconoce como dueño al que la genera. Los países funcionan en base a que las personas que generan esa riqueza, tengan los estímulos suficientes para seguir generándolas, pero en su territorio. Si dejan de tenerlos, o emigrarán a otro lugar en que estén motivadas para generarla, o simplemente dejarán de producir riqueza, conformándose
con la que ya produjeron, la que es suficiente para garantizarles su sobrevivencia.

Si quienes no generan esa riqueza, consideran insuficiente la parte que les llega, y recurren al administrador para una mejor distribución, pues la riqueza que les deja el que produce es insuficiente para financiar sus necesidades, las que en el tiempo siempre aumentan, lo correcto es que ese administrador elegido por ellos mismos, diseñe una alternativa que permita al que produce riqueza seguir haciéndolo pero conservando un menor margen. Si el dueño de la riqueza está cómodo donde está, porque se siente seguro, en familia, e identificado con el resto de quienes comparten ese lugar, no dudará en aceptar, porque entre tener que comenzar a ambientarse en otro lugar y conocer y  ceptar reglas de un segundo administrador, las que serán nuevas para él, preferirá quedarse con una menor riqueza.  pero si no sólo le quieren quitar una parte mayor de la riqueza que genera, sino que lo hostilizan y tratan como abusador, rompe reglas, le hacen bullying y destruyen lo que ha construido, lo que habrá será un corral sin riqueza. Lo mismo que ocurrió con el dueño de la gallina de los huevos de oro, que decidió que era insuficiente disponer de un huevo por vez, ¿por qué no mejor – se preguntó – matar a la gallina y sacarle todos los huevos?. La gallina murió. No había más huevo, y el hombre quedó más pobre que antes.

Este ejemplo tan básico, lo podemos replicar en Chile, si nos hacemos eco de las masas ideológicas que han irrumpido en la escena social, con demandas perentorias que carecen de toda lógica y sentido común. Nos quedaremos sin los que generan riqueza. Compartiremos el corral, con los que quieren usufructuar y apropiarse de la riqueza que otros producen, por la simple y sencilla razón de que se asumen por sí y ante sí, como los portavoces del precariado. La verdad, que al final del día, lo que habrá será un grupo, conformado por un jefe y una camarilla que basará su liderazgo en eslóganes panfletarios. El resto seguirá en el precariado y con la nostalgia de aquellos tiempos, en que había otros que sí producían riqueza y la compartían.

No permitamos eso para nosotros.

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