La transformación
El modelo siempre puede modificarse, porque depende del propósito. Pero, ¿Tenemos un propósito de país claro y compartido? ¿Para que queremos a este país? ¿Solo para crecer? Algunos creen que si.
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
Chile tiene que dejar de vivir de la superficialidad y entender que el desarrollo país al que tanto se aspira, está dado por el constante equilibrio entre caos y orden.
Ese proceso de equilibrio positivo, que implica superación social, cultural, política, económica y tecnológica, no es compatible con solo darle prioridad a la imagen o al “que dirán” que solo busca satisfacer el ego de los dinosaurios.
En estos casos, la imagen no es nada. Hay que mirar hacia adentro.
Y eso implica desterrar ese narcisismo social que causa el abuso y la consecuente respuesta “alienígena”, que destruye ese reino creado a imagen y semejanza de las pretensiones de una élite decadente.
Será preciso reconstruir el capital social y para eso trabajar desde la identidad que no se tiene, promover la equidad a partir del trato justo y de generar espacios de convivencia, más que mostrar datos macroeconómicos inconsistentes con el pulso de la realidad.
Y para esto revisar y discutir el modelo de país.
El modelo siempre puede modificarse, porque depende del propósito. Pero, ¿Tenemos un propósito de país claro y compartido? ¿Para que queremos a este país? ¿Solo para crecer? Algunos creen que si.
Entonces, propongamos conversar y revisar el propósito, para así abandonar la idea obsesiva del crecimiento como la finalidad de todo lo que hacemos.
El crecimiento no es un propósito en sí mismo, sino un factor relevante de la competitividad, que es sin duda uno de los pilares fundamentales del modelo de país, como también lo son con la misma importancia, la convivencia en términos de seguridad, justicia y confianza, y el bienestar general como resultado de la salud, educación pública y la calidad de vida real con equidad social.
Y esta crisis sistémica y endémica es producto de la falta de convivencia y bienestar por mal uso del crecimiento, es decir, a un capitalismo del siglo pasado basado en la acumulación en lugar de expandir para evolucionar.
Ya no hay duda alguna, que al modelo en Chile le falta actualidad y plasticidad, por eso ajustar y tal vez replantear el modelo.
Y para que ese modelo evolucione, será determinante la transformación cultural que, se supone, va a surgir desde esta crisis profunda como punto de partida. Y esa transformación debe ser guiada por un propósito integrador que deberá ser consensuado no solo por una clase política hoy desprestigiada, sino por las fuerzas vivas de la ciudadanía (intelectuales, científicos, empresarios, sindicatos, estudiantes) que asumirá el rol de liderar una nueva política.
Chile necesita evolucionar con el modelo y transformar la cultura y la estructura que gobierna.
Sin transformación no hay posibilidad de evolucionar para lograr el propósito, que ojalá entendamos que es progresar para vivir cada vez mejor, todos y todas.
¿Tenemos un propósito integrador y compartido? ¿Tenemos un modelo inteligente adaptado a lo que la gente necesita para alcanzar bienestar? Es momento de hacernos las preguntas y encontrar respuestas para trazar un vector hacia el desarrollo.
Y en tal sentido, el rol fundamental de la conducción política será crear el espacio para las definiciones del país en el que queremos vivir.
¿Hay voluntad para hacerlo?