Satyagraha y los caminos para las demandas sociales
Hoy en Chile parece que algo podemos aprender de Gandhi, el estratega.
Luis Cornejo B. es Director Departamento de Antropología Universidad Alberto Hurtado
En 1906, Mahatma Gandhi desarrolló el concepto de Satyagraha, neologismo que proviene de las palabras satya (verdad) y agraha (insistencia), como herramienta en sus luchas políticas contra el poder colonial inglés en Sudáfrica y la India.
Esta idea, fundada en conceptos propios del hinduismo, pero también de otras fuentes de pensamiento occidentales y orientales, básicamente se centra en la construcción de mecanismos de lucha contra un poder político militar abrumadoramente superior por medios no violentos. Basta ver la historia para apreciar lo exitoso de su propuesta.
Más allá de su trasfondo que hace del pacifismo una forma de vida, es evidente lo estratégicamente adecuado de Satyagraha, ya que recurrir a medios de lucha violentos para terminar con el colonialismo muy probablemente no hubiera tenido el éxito en el mediano plazo, acumulando además un altísimo costo en vidas humanas y en el desarrollo cultural de la India. Es imposible no acordarse que además de un hombre espiritual, Gandhi fue un gran estratega.
Hoy en Chile parece que algo podemos aprender de Gandhi, el estratega.
En estos momentos una parte importante de los chilenos, fervorosamente encabezados por los jóvenes, piensa que es necesario hacer una serie de cambios en nuestro sistema político, social y económico. No obstante, estas aspiraciones se ven enfrentadas al poder de un sistema político diseñado para evitar cambios significativos en la estructura rectora de la vida en este país.
Tenemos entonces por un lado las demandas por modificar nuestras condiciones de vida y, por otro, un poder abrumador no dispuesto a hacer estos cambios. Ciertamente hoy y aquí ese poder no es una fuerza militar colonialista, dispuesta a disparar muy fácilmente, pero el resultado es el mismo, un poder fuertemente armado con el imperio de la ley y la complacencia de una clase política autopoiética que se ha entronizado las últimas décadas.
En esta situación es evidente para muchos, especialmente para los más jóvenes, que se debe luchar contra el poder, ya que se hace evidente que este por sí mismo no hará los cambios que a todas luces parecen necesarios. No obstante, parece también evidente que esa lucha ha seguido un camino ambiguo entre la movilización pacífica y el uso de la violencia en contra de iconos del poder y todo aquello que pueda ser carbonizado.
Es aquí donde las enseñanzas Satyagraha adquieren relevancia, ya que sólo la lucha basada en la no-violencia es realmente la vía de enfrentar este poder, cuyas principales armas son la legalidad y la falsa sensación de bienestar del modelo en que vivimos.
Estas dos armas solo pueden ser contrarrestadas eficientemente por medio de convocar a la mayoría de los chilenos a apoyar un cambio político, convocatoria que debe considerar que precisamente la señalada apariencia de bienestar en que vivimos es completamente reactiva a la violencia. De hecho, cabe preguntarse cual es él imaginario de aquellos que esperan detonar cambios por medio de la lucha violenta.
Es dable preguntarse sí asumen que encapucharse, quemar bienes públicos o privados o enfrentarse a piedrazos con la fuerza pública derrocará al poder. Más aún parece evidente que sus precarios medios de lucha son tolerados por el poder, ya que Carabineros, una fuerza militarizada, y los medios de inteligencia efectivamente podrían dar cuenta de ellos sin grandes esfuerzos como lo demostraron en el pasado.
La ilusión de la piedra y las bombas incendiarias de bajo poder ya la vivimos hacia finales del gobierno del presidente Allende, cuando los partidos de izquierda de la época se preparaban con estos mismos medios precarios para defender al gobierno. Obviamente, el golpe militar dejo claro que eso no eran más que juegos afiebrados.
A todas luces parece claro que hoy la protesta violenta es conveniente al poder, ya que es la mejor contramedida que tienen contra aquellos que aspiran a dar un nuevo rumbo a las cosas. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que después de cada movilización cuando los medios de comunicación presentan los desmanes, autobuses quemados o el número de personas vestidas de negro detenidas, ocurre una asociación simbólica entre caos y la propuesta de hacer cambios significativos en el sistema político, social y económico de Chile.
Gandhi y su Satyagraha lograron cambiar profundamente la historia de uno de los países más poblados del mundo. Su estrategia señala un camino que hoy en Chile puede efectivamente convocar a hacia un nuevo camino.