¿Despertar o Catarsis?
"La popular demanda de una nueva constitución expresa la intuición de aquello: la necesidad de refundar nuestra sociedad para verdaderamente poder desarraigar aquello que nos tortura".
Eduardo Titelman es Economista
Chillaba la olla a presión sin tapa mientras la interminable procesión golpeaba con alegría y esperanza sus cacerolas del dolor, en medio de la violencia que parecía amenazarlo todo. Era el surrealismo sin magia del capitalismo moderno. No era la alegría prometida, pero sí era el placer de gritar a los cuatro vientos aquello que desgarra y de sentir el calor embriagante de la masa.
A la usanza capitalista se exigía todo para obtener algo. Defraudada por las antiguas utopías y por todos los encargados de turno, era la masa en estado puro sin voceros ni discursos. Pero, al carecer de un proyecto de ordenamiento social alternativo, si bien el estallido social de 2019 podrá lograr que se suelte un poco el yugo, esto será sólo lo necesario para que todo pueda seguir igual. Así, ya aumenta un poco el chorreo y ya se intensifica y afina el encantamiento de serpientes desde las pantallas entre comerciales: parches y curaciones, pero no la sanación de las heridas.
Sin superar el capitalismo no habrá sanación a los dolores y desgarros que voceaban los manifestantes ya que no resultan de errores coyunturales y reparables de nuestro ordenamiento social actual, sino que son parte de su esencia: ¡Igualdad!, pero no hay emprendimiento ni inversión sin el incentivo de llevarse la mejor parte; ¡Salarios, pensiones, salud!, pero no hay inversión ni acumulación sin maximizar las ganancias y minimizar los costos laboral y tributario; ¡Abuso!, pero no hay mercantilización sin utilizar al prójimo como un instrumento para el beneficio propio; ¡Sustentabilidad!, pero no hay consumismo y productivismo sin devastar el planeta.
La popular demanda de una nueva constitución expresa la intuición de aquello: la necesidad de refundar nuestra sociedad para verdaderamente poder desarraigar aquello que nos tortura. Empero, sólo se puede escribir en piedra lo que se conoce o imagina. Sin teoría y proyecto social alternativos al capitalismo, una nueva constitución sólo acabará recodificando nuestra identidad capitalista y reforzando las bases del sistema que causa el malestar. Esto último, perfeccionándolo al aliviar su negativa carga simbólica de ser el legado de la dictadura e incorporar, en alguna medida, la aspiración a un capitalismo menos salvaje.
No cabe menospreciar el poderos deseo de comunidad y deliberación que fluye hoy hacia encuentros y cabildos. Tampoco las concesiones que se pueda obtener ahora de la clase gestora en estado de shock. Habrá allí algún alivio para los que más lo necesitan. Pero la constitución política de una sociedad distinta y radicalmente mejor sólo podrá ser escrita cuando el capitalismo, con sus lacras y taras, sea superado por la creciente adhesión a formas de vida basadas, no en la competencia y la codicia, sino en la colaboración entre iguales y libres. Y para lograr aquello es menester recurrir a las mejores potencialidades de la condición humana en un proyecto que busque encausar la abundante energía social de descontento que causa el capitalismo, no hacia la catarsis pacífica o violenta, sino hacia el desarrollo y la consolidación de un perseverante y pacífico movimiento social abocado, en todos los planos —cultural, institucional, comunitario, económico, político y personal—, al diseño y la construcción vivencial de un nuevo ordenamiento social colaborativo, haciendo de sus logros inmediatos los hitos de un amable y fértil camino.