La trampa del Modelo Chilensis
"No podemos darnos el lujo de fracturar la estabilidad económica e institucional: ahí están también las oportunidades y la esperanza del cambio al que aspiramos".
María Isabel Muñoz es Gerente General de FI Consultores, periodista y Licenciada en Comunicación Social.
Mientras algunos discuten si nuestro crecimiento fue o no parte de un experimento, de manera tajante otras voces dan por destrozado el modelo que nos había convertido en el país símbolo de la Región y cortesano de las grandes ligas de la Economía global. Por cierto, en menos de un mes de manera inesperada y sin anestesia, pasamos a reconocer nuestro verdadero rostro, develando que no sólo habitábamos en un territorio sísmico y vulnerable a los desastres, sino que además nos movíamos raudos sobre una tremenda fractura que pulsaba un dolor ya crónico: la falla social.
Nuestra chilena convivencia o lo que quedaba de ella estalló, abriendo ante sí su grieta más profunda, que puso en evidencia nuestras diferencias más radicales, pero también otras latencias subyacentes como la crisis de representatividad, la crisis del estado de derecho, la crisis de gobernabilidad e institucionalidad, y tal vez la más grave de todas: la decadencia moral que ha corrompido a tantas capas y poderes de nuestra sociedad. Había mucho material combustible (por no decir pasto seco), mucha ira y resentimiento acumulado a presión en décadas, y tal como sucede con las placas tectónicas, éstas presionaron lentamente pero sin pausa, hasta desbordar su energía incontenible.
Junto a las urgentes reformas e implementación de una Agenda Social seria y consistente, nos enfrentamos ahora al titánico desafío de poder reconstruir Chile en tiempo récord, antes que se desate la recesión. Ello implicará que a pesar de toda la pérdida, dolor y agotamiento que a muchos ha significado este duro proceso -incluso antes de remover escombros- el Gobierno y el Congreso, deberán conceder espacios mutuos para alcanzar consensos que permitan legislar en los temas focales del malestar, y aquello implica necesariamente revisar y ponernos de acuerdo respecto de los estándares y protocolos admisibles de nuestras instituciones policiales y FF.AA. para operar como mecanismos disponibles y garantes para el restablecimiento de la seguridad y orden público, así como lo hacen los Estados de países desarrollados para hacer respetar los derechos ciudadanos y la prevalencia del bien común.
Ha llegado la hora de volver a crecer, de erradicar los errados y siúticos modos clasistas de convivencia, pero también la época de mejorar los estándares de quienes hacen o creen hacer política, asumiendo nuestra responsabilidad como votantes activos, e informados. También es tiempo de abandonar los viejos fantasmas del pasado para entender y aceptar que las Fuerzas Armadas y de Orden están y seguirán estando supeditadas al poder político por Ley y por aprendizaje. Chile no puede ni debe conformarse con el recuerdo “de lo que pudo ser” regresando a ser un país latinoamericano del montón, aferrados a la narrativa redistributiva y anacrónica ideología de lucha de clases, la trampa de ejemplos desastrosos que ya conocemos. Ya sabemos lo que es urgente y necesario cambiar y ajustar a corto, mediano y largo plazo. Pero en medio de toda esta eclosión, tenemos la obligación de hacer todos los esfuerzos para no seguir afectando a nuestras industrias, minimizando los riesgos a efecto de entregar las garantías mínimas a quienes todavía apuestan por nuestro país, y esto implica aislar y neutralizar con determinación de una vez la violencia y delincuencia que ya se han desatado en Santiago y regiones.
Restaurar nuestra dignidad también demandará poder demostrar internacionalmente que en Chile la impunidad no tiene cabida, y que habiendo aprendido la lección del respeto irrestricto a los derechos humanos, eso no incluye que el Estado sea laxo o garantista del lumpen y el crimen organizado, a quienes por supuesto les conviene más que a nadie que el “Despertar” no se enfríe ni termine.
Sin duda, tendremos que volver a encontrarnos como sociedad, para aportar cada uno con lo suyo y entre Todo(a)s pavimentar esta gran fisura que hoy nos separa y divide, partiendo por mejorar la cultura en nuestras empresas y organizaciones respecto del valor de la persona que hoy más que nunca debe estar al centro.
Lamentablemente seguimos jugando con fuego y estamos poniendo seriamente en riesgo la democracia. No podemos darnos el lujo de fracturar la estabilidad económica e institucional: ahí están también las oportunidades y la esperanza del cambio al que aspiramos; aquí radican para el fisco gran parte de la recaudación de ingresos permanentes, la cadena de suministro estratégica para evitar el desabastecimiento, el tiraje para que nuestras clases medias y las Pymes no retrocedan, el freno para evitar la estampida de capitales y con ello la inversión nacional y extranjera. Si queremos seguir siendo una economía abierta, debemos aspirar a un norte claro y grande, ¿por qué no? Ser capaces de un exportar al mundo y a otras democracias emergentes un mejor Modelo Chileno.