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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Operación general Qassem Soleimani

"Lo único claro es que el mundo será un lugar más inseguro y complejo en el futuro próximo y que este capítulo sangriento en una región azotada regularmente por la violencia, no será el último".

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Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

Este viernes en la madrugada en el aeropuerto de Bagdad, Irak, fue asesinado el general iraní Qassem Soleimani, en una operación militar estadounidense. Un dron Reaper disparó misiles a la comitiva que llevaba al general a la ciudad. Murieron todos los ocupantes.

Qué importancia tiene este incidente en una región regularmente golpeada por la violencia? Para los estándares regionales, la situación es delicada. Revisemos los principales puntos

El objetivo

El general Soleimani era una poderosa figura del régimen iraní, muy próximo al líder religioso Alí Kamenei (autoridad real máxima del régimen iraní) y el jefe de la tropa de élite Quds, de los Guardias Revolucionarios (ejército paralelo que sostuvo y sostiene el gobierno de los clérigos en Irán). Llevaba más de 20 años en esa posición y su mandato era extender la influencia iraní en los países de la región con sustantivas poblaciones chiítas (rama del Islam mayoritaria en Irán). Por eso se había convertido en un actor de primera línea en los países de la “media luna chiíta”: Líbano, Siria, Irak y Yémen, representando los intereses de Irán.

El general Soleimani pasó de ser un personaje envuelto en el misterio en su primera etapa, tirando los hilos de sus aliados como Hizbulá en el Líbano o los hutíes en Yémen, y haciendo sentir el peso de Irán en favor de sus hermanos chiítas, a una figura casi mediática en los últimos años. Ese cambio de perfil fue interpretado por muchos como su consolidación como número 2 del régimen iraní, y su preparación para convertirse en el próximo presidente de Irán.
Durante toda su carrera, Soleimani demostró grandes dotes de estratega, tanto en el ámbito militar como político, siendo su aspiración consolidar el predominio iraní chiíta en el Medio Oriente. Tras ese objetivo, itineraba permanentemente entre Teherán, Damasco, Bagdad y Beirut. Así como admirado por sus huestes, aliados y compatriotas, era temido y odiado por sus enemigos.

Las circunstancias en la región

Tras el acuerdo nuclear con Irán en 2015, del presidente Obama, que prometía poner fin a una peligrosa escalada armamentista en una zona altamente volátil, parecía que el país persa iba a volver a integrarse a la sociedad internacional, dejando atrás su condición de “estado terrorista”. Sin embargo, tan pronto asumió Trump, el panorama cambió. EEUU se salió del acuerdo en 2018 y volvió a implementar duras medidas económicas contra Irán. Ello significó un espaldarazo a Israel, cuyo gobierno siempre criticó el acuerdo porque no garantizaba realmente que Irán terminara desarrollando armas nucleares, las cuales serían en primer lugar una amenaza para su supervivencia como estado. También fue una señal para los aliados de Arabia Saudita, enfrascados en una disputa con los persas (y chiítas) por el predominio regional.

A medida que se acentuaron las tensiones post rompimiento del acuerdo nuclear, fueron multiplicándose los incidentes contra intereses occidentales y especialmente norteamericanos, en los cuales se atribuye la mano o al menos el visto bueno de Irán, por intermedio del general Soleimani. Entre los más notorios están los ataques de “origen desconocido” a buques petroleros en la zona y también a una refinería saudita que amenazó interrumpir el suministro mundial. Y, más recientemente, ataques a contratistas estadounidenses en el área (que resultó en la muerte de un ciudadano de ese país) y la invasión de una turba en la embajada de EEUU en Bagdad el día anterior al ataque contra Soleimani.

El asesinato de Soleimani entonces, se habría enmarcado en ese contexto de enfrentamientos cada vez más abiertos entre Irán y sus aliados, contra EEUU y los suyos, en el cual las partes iban subiendo la intensidad de sus golpes.
El escenario doméstico en EEUU

Sabemos que en las grandes potencias la política internacional y las acciones externas suelen ser muy relevantes en el ámbito interno. EEUU no es ajeno a aquello y ante un complejo y polarizado escenario, con el procedimiento de impeachment y las elecciones generales en noviembre próximo, no venía mal para Trump una acción de esta naturaleza. Si había una acción de fuerza que en teoría generaba el máximo rédito político para el presidente estadounidense, era esta. La sociedad norteamericana no olvida el humillante capítulo de la toma de rehenes en su embajada en Teherán e Irán no había logrado sacudirse ante la misma de su condición de “potencia maligna”. Por tanto, desde el punto de vista de la justificación, esta acción tenía una manga más ancha.

Implicancias

Se dice que el presidente Trump tomó la decisión de eliminar al número 2 iraní desde su lugar de vacaciones en Florida, en forma prácticamente intempestiva (acorde con su temperamento muy instintivo). Sea ello o no así, la acción tiene derivadas que indican una mayor elaboración. En primer término, EEUU da una señal contundente a sus principales aliados en la región: en primerísmo lugar Israel y luego Arabia saudita, que está de su lado, dispuesto a acciones de fuerza cuando sea necesario. En segundo lugar, se da una señal en la región y particularmente a Rusia, que EEUU no está de salida, como daba la impresión con la política de retiro de tropas de Afganistán, Irak y Siria. EEUU reafirma que es un actor esencial en los delicados y cambiantes equilibrios de la región y no aceptará ser pasado a llevar. Finalmente, el golpe se dio en Irak, quizá como un recordatorio de todo lo que ha significado para EEUU en términos humanos y materiales, dejando en claro que se opondrá a una deriva de dicho país al eje iraní (casi 2/3 de su población es chiíta).

Sin perjuicio de los objetivos de política exterior, buscados o no, no puede dejar de mencionarse que, aparentemente, esta acción de EEUU no fue comunicada previamente a sus aliados claves como el Reino Unido, que aún tiene tropas en Irak.

Lo que se viene

Es razonable pensar que Irán y sus aliados buscarán vengarse de este golpe directo que significó el asesinato de uno de sus prohombres. No hacerlo significaría perder cara (y poder en un escenario de suma cero). Ello no implica una retaliación inmediata, ni acudir a un ataque militar tradicional. Podría pasar un buen tiempo antes de que se materialice esta acción. Lo relevante es que sea “ejemplar”. Ello se traducirá en lo inmediato en una crispación en medidas de seguridad de todo tipo en EEUU y muchos de sus aliados.

Otro efecto probable es que se agudicen los conflictos indirectos en la región entre ambos bandos, y, por cierto, la amenaza de una escalada que derive en guerras directas o acciones violentas de alto impacto, aunque selectivas.
Si hasta antes del atentado, en Irán se percibía un crecimiento movimiento popular contra el gobierno clerical, el mismo significará, al menos temporalmente, una recuperación del gobierno autocrático y una actitud más beligerante.
Finalmente, si la apuesta dará réditos para Trump en materia política y electoral, estará por verse.

Lo único claro es que el mundo será un lugar más inseguro y complejo en el futuro próximo y que este capítulo sangriento en una región azotada regularmente por la violencia, no será el último.

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