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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Boris Brexit

"Teniendo a la vista el actual contexto y la condición insular del Reino Unido, por más que el capitán Johnson quiera salir a alta mar, el buque claramente no está aún en condiciones".

Por Juan Pablo Glasinovic Vernon
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Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

Este 31 de enero, finalmente el Reino Unido deja de ser miembro de la Unión Europea, consumiéndose el denominado “Brexit”.

Pasaron más de 3 años desde el referendo que David Cameron convocó para dirimir la permanencia de su país en la UE. El 23 de junio de 2016, sorpresivamente, ganaba la opción “salir” de la UE. Votó el 72,21% del electorado y la opción ganadora lo hizo con un 51,89% contra el 48,11%.

La votación dejó en evidencia un país polarizado y a dos velocidades, con la población de más edad y las zonas más pobres y rurales del país a favor de abandonar la UE, mientras que los jóvenes y las principales ciudades votaban “permanecer”.

A nivel de las naciones que integran el Reino Unido, Escocia e Irlanda del Norte votaron macizamente por permanecer, mientras que Inglaterra (masivamente) y Gales (estrechamente) optaron por la salida.

Después de haber logrado ingresar a la UE en 1973, y tras grandes avances que parecían consolidar a la UE casi como el sinónimo de Europa, se producía este estallido en el corazón mismo del proyecto, con uno de sus principales miembros.

Tras este giro imprevisto, Cameron renunció y el Partido Conservador eligió a quien era su Ministra del Interior, Theresa May, como su sucesora. La nueva Primera Ministra, a pesar de haber sido favorable a permanecer en la UE, desde el comienzo tomó la decisión de implementar la salida del bloque con su famoso lema “Brexit means Brexit”. Para ello el 29 de marzo de 2017, conforme al art 50 del Tratado de la UE, El Reino Unido solicitó formalmente su salida del bloque, iniciando así el plazo de 2 años establecidos para concretar el trámite.

Pero como era de esperar, las cosas no podían darse tan fácilmente. Para empezar, el referendo que se suponía era definitivo, no hizo más que agudizar la polarización existente. Una cosa era decidir salirse, pero otra la forma de hacerlo. ¿Qué status tendría el Reino Unido en adelante? Incluso se instaló la discusión de repetir la votación o en su defecto, hacer un nuevo referendo con claras opciones del derrotero a seguir. Al interior del Partido Conservador la guerrilla interna en la materia no cesó. Este clima confrontacional también se instaló en el Partido Laborista, cuyo Líder Jeremy Corbyn nunca abogó claramente por la opción de permanecer.

Theresa May, con la esperanza de aumentar su mayoría parlamentaria y así facilitar el proceso de salida, llamó a elecciones anticipadas, pero equivocó totalmente su apuesta, quedando su gobierno con una leve mayoría, dependiendo de un partido de Irlanda del Norte (partidaria de permanecer).

Básicamente en atención al revuelto clima interno, cruzado por pugnas políticas e incluso recursos judiciales, las negociaciones de salida con la UE se arrastraron. En el camino quedó también la Primera Ministra, quien no pudo imponer su propuesta de acuerdo de salida. Todo esto obligó a extender el plazo de los 2 años que vencía el 29 de marzo del 2019.

Finalmente, Boris Johnson fue electo como sucesor de May, y también, tras un fallido intento de aprobar una propuesta de acuerdo, logró convocar a elecciones generales anticipadas, en las que su partido triunfó ampliamente. Con ese resultado, se llegó a término en la negociación y el acuerdo respectivo fue aprobado por el Parlamento Británico. Tras un largo culebrón, desde la medianoche de este 31 de enero, el Reino Unido ya no será parte de la Unión Europea.

Tras dos Primeros Ministros, uno bien intencionado, pero políticamente cándido como Cameron, quien abrió la caja de Pandora, y otra principista y obstinada, pero carente de carisma como May, quien culminó el proceso fue Boris Johnson, un perfil a la altura de los tiempos que corren: astuto, impredecible, implacable y efectista. Sin duda ya cumplió una parte importante de su sueño, al ser recordado en el futuro como el Primer Ministro que sacó a su país de la UE, iniciando una nueva era.

Pero, ¿qué viene ahora? Más allá de las altisonantes frases de los brexiters, que el 1 de febrero celebrarán el “nuevo amanecer”, en términos prácticos, hay un período de transición de 1 año, en que todo el entramado de vínculos con la UE permanecerá básicamente igual, debiendo las partes negociar todas las dimensiones de la nueva relación. Johnson afirma que cumplirá con ese plazo, de modo que, en el 2021, el Reino Unido sea finalmente soberano para asumir su destino. Considerando el proceso anterior y la multiplicidad de acuerdos y normas europeas vigentes, una separación tan rápida es altamente improbable.

Sin considerar las complejidades de toda la negociación que se viene por delante para redefinir la relación con la UE, hay una serie de circunstancias que han sido obviadas, incluso deliberadamente, por quienes han liderado la opción de salida, bajo la premisa de que “la carga se arregla en el camino”. Me referiré someramente a algunas.

Unidad del país: Muchos hablan que el referendo y la evolución posterior han transformado al país en el “Reino Desunido”. Escocia, dominada por el Partido Nacionalista Escocés, está exigiendo un segundo referendo independentista, alegando que el Brexit cambió el contexto que legitimaba el primero. Irlanda del Norte, única frontera terrestre con la UE, por su parte no quiere volver a los años sangrientos de separación con la República de Irlanda. Por otro lado, la victoria del Brexit se identifica con un resurgimiento del nacionalismo inglés, lo que refuerza las tendencias centrífugas de los otros integrantes. Boris Johnson y sus sucesores deberán recalibrar cuidadosamente los vínculos internos, con la amenaza real de que se promueva repetidamente la lógica de los referendos.

Economía: los brexiters consideran que la UE ha sido un lastre para el desarrollo del país (como no recordar la grosera campaña de mentiras sobre la pérdida de recursos del Estado Británico en favor de la UE). El gran problema es que, más allá de ideas generales como que el Reino Unido se convierta en una suerte de Hong Kong europeo, no hay un plan concreto factible. Además, el tiempo apremia y quiéralo o no, buena parte de la economía seguirá dependiendo de la UE y por lo tanto el Reino Unido deberá considerar aquello en la mesa negociadora. En términos realistas, cualquier cambio de eje comercial tomará su buen tiempo, y nada asegura que al final el resultado sea mejor a la situación que se tenía como miembro de la UE.

Pero hay algo mucho más insidioso y que tiene que ver con el tipo de liderazgo que representa Johnson, Trump y tantos otros (en Chile no nos eximimos). Todos prometen resultados inmediatos y aparecen cumpliendo frente a la opinión pública. El tema es que mientras ellos se preocupan del corto plazo, ocultan o no consideran los reales efectos que se verán después. Esto se hace más complejo cuando la economía funciona razonablemente bien.

En el caso del retiro de la UE, ya existen mediciones sobre la disminución del PIB británico, pero siendo un proceso gradual, también lo serán sus efectos. Aunque nadie tiene una bola de cristal, me inclino por pensar que la economía británica terminará a la larga con un saldo negativo con estos cambios.

Política internacional: aunque el Reino Unido es un Miembro Permanente del Consejo de Seguridad de la ONU y un aliado muy relevante de la OTAN, está claro que deberá rediseñar su diplomacia. El tema es que, en un contexto de nuevos equilibrios de poder, mantener cierto nivel de influencia, no está para nada asegurado para potencias medianas actuando en solitario. Por más que el Reino Unido procure apoyarse en los otros mecanismos y alianzas que tiene con sus ex socios de la UE, siempre le faltará una pata a la mesa. Un caso en desarrollo y que dará luces sobre lo que se viene, es el tema de Huawei y la instalación del sistema 5G por parte de esa empresa en el país. ¿Podrá el Reino Unido resistir la presión de los EEUU de vetar a la empresa? ¿Y en caso negativo, asumir las consecuencias de enemistarse con China?

Teniendo a la vista el actual contexto y la condición insular del Reino Unido, por más que el capitán Johnson quiera salir a alta mar, el buque claramente no está aún en condiciones.

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