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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Resucitados y reciclados

"Entre 'reciclados' y 'resucitados' lo más probable es que la Convención Constituyente se parecerá mucho a nuestra actual Cámara de Diputados con sobrevivientes de la era concertacionista. ¿Es esto bueno? ¿Es esto malo? Lo dejo a su criterio, querido lector".

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Juan L. Lagos es Investigador Fundación para el Progreso

Se acerca abril y el desfile de pretéritas figuras de la política chilena no se ha hecho esperar. Son varios los que dicen estar dispuestos —¡Salve, oh patriotas!— a participar en este histórico proceso en calidad de convencionales. Otros tantos están con la pantomima alessandrista del “no quiero, no puedo ni debo” con el fin de mantener el relato de un proceso ciudadano hasta que les convenga. Pero llegará el día del “Apruebo” y Consummatum est: se abrirán los sepulcros de los partidos y resucitarán liderazgos en búsqueda de la mayor cantidad de votos posibles.

Esto podría indignar a algunos, pero no debería sorprender a nadie. Si los partidos políticos están para conseguir el poder, ¿por qué nos debería extrañar que los conglomerados se valgan de su mejor gente en este proceso electoral? Si todo político que se respete desea tener un lugar en la historia, ¿por qué se restarían si tienen posibilidades de ganar? Lo más probable es que en octubre se juegue la madre de todas las batallas y no será el tiempo más oportuno para que los políticos se pongan a improvisar.

¿Qué me dice de los políticos actuales? Algunos ya han señalado su disponibilidad para presentarse como convencionales renunciando a sus cargos. Han sido pocos, pero tenemos hasta julio para que se sumen muchos más. Se trata de una alternativa muy atractiva para estos y sus partidos ya que la labor parlamentaria será eclipsada por el proceso constituyente y, en términos electorales, siempre será más fácil reciclar un parlamentario que ganar un nuevo convencional.

Entre “reciclados” y “resucitados” lo más probable es que la Convención Constituyente se parecerá mucho a nuestra actual Cámara de Diputados con sobrevivientes de la era concertacionista. ¿Es esto bueno? ¿Es esto malo? Lo dejo a su criterio, querido lector. Solo cumplo con la ingrata misión de bajar las expectativas que con iluso adanismo algunos han sembrado en este proceso. La política no deja de ser un oficio —que toma tiempo aprender— y los líderes no crecen en los árboles. Frente a una revolución acéfala como la que vivimos desde octubre ¿de dónde saldrán las tan deseadas caras nuevas? No nos queda más remedio que asumir que, sea cual sea el resultado de abril, seguiremos arando con los bueyes de siempre.

Esta reflexión nos permite hacer una sincera distinción entre aquellos que votan “Apruebo”, de quienes votan “Rechazo”. Ahorrémonos campañas del terror y contésteme sinceramente: ¿Dónde está el problema principal de Chile? ¿en las instituciones o en los políticos? Si piensa que el problema es institucional, lo invito de todo corazón a que vote “Apruebo” para que la clase política de siempre diseñe nuevas reglas del juego. En cambio, si cree que el principal problema está en los jugadores ¿con qué criterio permitirá que estos cambien las reglas? En este caso, no tiene mejor opción que votar “Rechazo”.

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