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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Hacia el fin del coronavirus

Este miedo omnipresente nos hace querer estar enclaustrados, escondidos de la parca que recorre nuestros barrios,

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Patricio Artiagoitía es Ingeniero Civil Industrial. En Twitter: @artiagoitia

El sábado 7 de marzo llegué a Chile después de haber estado en México y Estados Unidos. Estuve en lo aeropuertos de Washington, Boston, Nueva York y Ciudad de México, en todos ellos no hubo ninguna medida de seguridad por coronavirus, ninguna, ninguna. Al llegar a Chile, parecía otra cosa, nos entregaron una declaración de salud donde teníamos que informar dónde habíamos estado, si teníamos alguno de una lista de síntomas que enumeraban y en que vuelo y asiento llegamos. Las declaraciones las recibían funcionarios del Ministerio de salud, con guantes y mascarillas. Además, con una pistola sin contacto nos midieron a todos la temperatura. Pasamos a policía internacional y los funcionarios también atendían con guantes y mascarillas.

Yo, tengo que reconocer, lo encontré un poco excesivo. Venía de un país desarrollado y no había nada de eso, Cuando lo miro en retrospectiva, me parece lo mínimo, incluso que probablemente debió ser más, qué más, no sé. Así funciona el tiempo, los datos, la evidencia de la catástrofe, los muertos de Italia, los muertos de España, el fin de la epidemia en los principales países de Asia, el encierro de mi familia, la separación con mis hijos, con mis padres, el temor a que les llegue la infección y, como en Italia muchos ancianos, mueran en la soledad, la incertidumbre económica, tanto que ha ocurrido en tres semanas.

Tres semanas de transformación, tres semanas de miedo e incertidumbre, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte propia y de nuestros seres queridos, miedo al desamparo, al abandono, a la pobreza, a no poder subsistir, al desempleo. Miedo, miedo, miedo por todas partes.

Este miedo omnipresente nos hace querer estar enclaustrados, escondidos de la parca que recorre nuestros barrios. ¿Qué hacer?

En un gran libro que me ha dado vueltas durante toda la vida, “La evolución creadora” de Henri Bergson, (sí es cierto, ya nadie lee a Bergson) dice que la evolución toma dos formas: una, dominada por el miedo, dio lugar a los insectos, que para no arriesgarse, cubrieron su cuerpo de una coraza y así quedaron sin  desarrollarse. La otra, quiso tener más habilidades, salió al mundo con el deseo de la libertad y cubrió su cuerpo de músculos, ganó agilidad, pudo crecer, progresar y dio lugar a los vertebrados.

En estos tiempos de pandemia, las cosas se parecen a la opción inicial de Bergson. La primera respuesta, conducida por el miedo y el desconocimiento, es el enclaustramiento. Los números creciente de muertos en países más ricos que nosotros sólo nos atemorizan. Nuestra respuesta es, como los insectos, escondernos del virus, aislarnos, vivir en cuarentena. Los políticos, especialmente los que están cercanos a una elección, alcaldes principalmente, piden la cuarentena universal. La aislación absoluta por un tiempo indeterminado, escondernos y esperar que esto pase. Bueno, pero cuánto tiempo, de qué vamos a vivir, cuánta gente va a morir, no por el virus, si no por la crisis social de un país paralizado.

Hay una opción distinta, más parecida al impulso que, según Bergson, dio lugar a los vertebrados. Se trata de salir de la forma como vemos las cosas hoy y no dejarse llevar por el miedo, se trata de superar y ganarle al coronavirus. En un artículo en el New York Times, el epidemiólogo David Katz propone que, a partir de la información que tenemos del virus, que es muy grave para los mayores de edad, las personas inmunodeprimidas y personas con enfermedades crónicas o  preexistentes, cambiar completamente nuestra estrategia de superación del virus.

En particular Katz dice que las cuarentenas no deben ser universales para los miembros de una zona geográfica, como es más o menos en casi todo el mundo hoy. Por el contrario, cree que deben ser universales y focalizadas en grupos de riesgo, de esta manera, los grupos de menos riesgo podrían volver a trabajar, eventualmente contraer la enfermedad que en ellos presentaría síntomas menores y habría para ellos un muy bajo riesgo. Adultos mayores y el resto de la población de riesgo deberían seguir en cuarentena estricta. La vuelta al trabajo evitaría el costo social de un país detenido y sin los medios para su subsistencia. Además incrementaría el porcentaje de la población que iría quedando inmunizada, algo que los infectólogos llaman inmunidad de manada. Cuando muchos de los miembros de un grupo social son inmunes a un virus, dificultan la propagación de éste al ir encontrándose con huéspedes con un sistema inmunológico preparado para destruirlo. De esta manera, gradualmente toda la población podría superar el virus y esta crisis podría quedar atrás.

Hay varias cuestiones que todavía deben ser respondidas con más precisión, ¿Podemos determinar con seguridad los grupos de riesgo?¿Cuándo se obtiene inmunidad?¿A qué riesgo está expuesta la población de bajo riesgo y qué se puede hacer cuando, aún en ese grupo, se complique el coronavirus?

Hay otro elemento que puede ser decisivo en la viabilización de una estrategia de este tipo. Es la aparición de medicamentos que sean efectivos en el tratamiento de los casos graves de coronavirus (De estos es más prometedor es la hidroxicloroquina).

Si disponemos de un tratamiento de este tipo, el riesgo de una estrategia de eliminación de las cuarentenas masivas y el paso a unas selectivas, se podría materializar reduciendo aún más el riesgo para los grupos en libertad de circulación.

En estos tiempos donde estamos viendo que sólo podemos protegernos con aislamiento indiscriminado, es cuando es más necesario tratar de usar datos, racionalidad y templanza para ver una estrategia distinta.

A lo mejor en algunas semanas más, esto de liberar selectivamente las cuarentenas, nos parecerá tan obvio como nos parece hoy el cierre de las fronteras aéreas.

El tiempo sigue pasando y lo que vamos aprendiendo lo podemos y debemos utilizar para nuestra estrategia, seguir en lo mismo puede ser grave, brutal incluso.

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