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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

El valor absoluto de la vida

"La protección de todos los individuos, en cuanto cada uno es en sí mismo de un valor absoluto, debe ser siempre, tal como se ha demostrado en esta pandemia".

Por Magdalena Moncada
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Magdalena Moncada es Fundación Jaime Guzmán

La emergencia sanitaria que vive el mundo ha venido a cambiar el curso de las vidas de millones de personas. Las familias se quedan en casa, la actividad económica se reduce al mínimo, el personal sanitario se convierte en héroe, se suspenden elecciones, viajes, clases, se cuentan a los enfermos, se lamentan los muertos y se celebra a los recuperados.

Ello ha generado, también, un cambio de agenda política, no solo en el plano social, sino que moral y valórico: el gobierno de Sánchez, en España, cuyo primer proyecto de ley fue el de la eutanasia, ahora busca salvar desesperadamente la vida de los mismos ancianos a los que se las quería acortar. En Argentina se postergó el debate por el aborto libre, pues se evidencia la importancia de cuidar la vida, en cualquier estado, antes que plantear eliminar a los que están por nacer.

El incansable trabajo para controlar la pandemia nos revela el valor absoluto de la vida. Por ello, resulta sorprendente lo que ha pasado en Nueva Zelanda y Bélgica en estos días. Irónicamente, en Nueva Zelanda se ha aprobado una ley de aborto totalmente libre hasta las 20 semanas; y en Bélgica se ha propuesto que los ancianos contagiados de coronavirus no tengan asistencia médica. Así, la Sociedad Belga de Gerontología y Geriatría instruyó que, en caso de contagio de algún anciano, estos reciban meros cuidados paliativos en su residencia, ello debido a que sus posibilidades de recuperación son escasas, por lo que se busca evitar que colapsen los hospitales. Estos mismos ejemplos podemos verlos, incluso, replicados en nuestro país, como lo que pasó en Quirihue, cuando el alcalde cortó la ruta de ingreso para pacientes con sospecha de tener coronavirus, para evitar que ellos sean atendidos en el hospital.

He ahí la paradoja: la insensibilidad de algunas sociedades frente a la vida humana, contrastada con el esfuerzo mundial por salvar vidas.

La eutanasia y el aborto se han presentado como soluciones indolentes a las dificultades que debemos enfrentar como seres humanos. Hoy, justo cuando la muerte ya no se ve como un evento lejano y eventual, sino que peligrosamente próximo, el mundo se esmera por cuidar a los enfermos, darles tratamientos dignos, y salvar a todas las personas que sean posibles. La protección de todos los individuos, en cuanto cada uno es en sí mismo de un valor absoluto, debe ser siempre, tal como se ha demostrado en esta pandemia.

Estando rodeados de ejemplos que nos demuestran que el valor de vida -y la urgencia de protegerla- tiene una poderosa raíz en el alma humana, que renace en este momento de amenaza. Sin embargo, pareciera que esta debe ser reafirmada en aquellos países acostumbrados a darle un valor relativo; países que acomodan la trascendencia intrínseca de cada persona a intereses o acontecimientos que jamás podrán ser más fundamentales o siquiera equiparados al valor de una persona.

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