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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

El mundo después de la pandemia será igual al que la precedió

"Por ende, hay que dejar de pedir a la sociedad que actúe de una determinada forma y hay que buscar en uno el cambio".

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Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.

Alrededor del mundo muchos ensayan las más variadas respuestas acerca de cómo será el mundo tras el coronavirus, mostrando su optimismo acerca de lo que nos enseñará la pandemia. Por un lado, se dice que se socializarán las economías liberales; nos daremos cuenta de la relevancia de nuestra interconexión y seremos más solidarios; se mejorará la salud pública, y se tomará conciencia de un rol más fuerte del Estado. Por otro, se cree que se rechazará con más fuerza la censura, dejando sin piso moral a los defensores de lo políticamente correcto; quedará claro el valor de la economía de libre mercado y el rol de los privados en las áreas de salud, al observar cómo los países más ricos y con sistemas de salud con mayor participación de privados pudieron enfrentar de mejor forma la crisis, y quedará claro que para guiar a la sociedad hay que dar los incentivos correctos a los individuos y no regularlos. Es decir, cada uno afirma, desde su trinchera, que la naturaleza ha venido a comprobar la fuerza de sus convicciones.

Por mi parte, creo que el mundo cambiará poco o nada. Sin duda veremos el adelanto de tendencias que ya venían, como puede ser el teletrabajo; y muchos sufrirán la perdida de seres queridos, la crisis económica y los problemas del encierro. Sin embargo, no creo que haya ningún cambio de mentalidad ni de forma de vida. Finalmente, la pandemia terminará probablemente dentro del año, sus efectos no son tan distintos de otros grandes desastres (a pesar de que los magnifiquemos por estar inmersos en ella) y, sobre todo, porque ella se enfrenta con la mentalidad de siempre.

La mentalidad que se ha enquistado en nuestra sociedad se basa en preconcepciones, sentimentalismo y falta de pensamiento crítico. Es decir, es lo propio del sujeto egoísta que vive ensimismado y que tiene mucho tiempo para decirle a la sociedad lo que tiene que hacer, pero poco para mejorar su propia vida. Algunos ejemplos son: se mantiene la discusión entre los adalides de la intervención estatal que creen en ella para superar la crisis y sus detractores de siempre; la prensa está plagada de mensajes apocalípticos y cifras de muertos, pero se nos habla poco de los distintos asuntos que la autoridad debe ponderar; populan pseudointelectuales proponiendo, sin mayores fundamentos, las más variadas tesis del mundo que viene; muchas figuras políticas y de la farándula han aprovechado la crisis para desplegar un carnaval de demagogia; hay quienes especulan con la desgracia ajena y con los valores de productos básicos; grupos reñidos con los valores democráticos aprovechan la oportunidad para pedir la libertad de delincuentes funcional a sus intereses, a quienes llaman presos políticos, y aquellos que siempre explotan con fines egoístas la causa de los pobres ya aprovechan esto para crear odio social. Más aún, que mundo mejor se puede esperar para Chile cuando muchos de los participantes del sector de la salud, se niegan a enfrentar la pandemia esgrimiendo lo más absurdos argumentos que atentan contra la ética de su profesión y aprovechando la oportunidad para hacer toda clase de demandas (desde los estudiantes de medicina, hasta las Isapres), o grupos de “luchadores sociales” destruyen centros médicos con fines desconocidos, o hay autoridades que aprovechan la contingencia para darse algunos “gustitos”.

Con todo, albergo la esperanza de que el encierro y el percibir la insignificancia del humano en la totalidad de la Creación, llevarán a muchos a reflexionar y a darse cuenta de algo que puede cambiar esta ruta. Esto es, que los únicos cambios valederos de los que uno puede ser un verdadero agente son los de su interioridad. Por ende, hay que dejar de pedir a la sociedad que actúe de una determinada forma y hay que buscar en uno el cambio. Quizás así, varios se den cuenta de que no se gana nada quemando un CESFAM, pero se puede ganar mucho tomado precauciones para no contagiarse ni contagiar, cuidando de los miembros de la propia familia, siendo amable y contribuyendo a la calma.

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