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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Fuera de la realidad (y quizás para siempre)

Probablemente, la pandemia cambie no sólo nuestros estilos de vida y nuestro sistema económico, sino también nuestra estructura política, que debería tender a un formato mucho más descentralizado y empoderado en lo regional y comunal.

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Jorge Gillies es Académico de la Facultad de Humanidades y Tecnologías de la Comunicación Social UTEM.

En términos comunicacionales, la malograda elección de la mesa de la Cámara de Diputados constituye un desastre que no sólo pone en cuestión el papel jugado por los actuales legisladores, sino el concepto mismo de democracia representativa, por lo menos tal como está concebido en nuestro país.

En efecto, el espectáculo de desacuerdos y deslealtades presentado ante la opinión pública en momentos en que la pandemia del coronavirus copa la agenda no solo refleja irresponsabilidad, sino franca ceguera política. Es ponerse fuera de la realidad, con pocas posibilidades de volver a recuperar la iniciativa. Y ello vale para todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso, lo que disminuirá incluso más su ya menguado apoyo en la población.

Por otra parte, la actuación de los legisladores en la actual circunstancia contrasta marcadamente con el papel proactivo y cercano a los requerimientos de la población que están desempeñando los alcaldes, que en la práctica han conformado –también sin distinciones políticas- un verdadero contrapoder ante el Ejecutivo.

Resulta lamentable que el Parlamento, que había recuperado la iniciativa política después del estallido social de octubre, al punto que se hablaba de la necesidad de establecer un régimen semipresidencial, la haya perdido –por lo menos en términos comunicacionales- a raíz de la emergencia suscitada por la pandemia.

Surge de hecho la pregunta sobre el sentido de mantener dos corporaciones legislativas caras y que marchan por detrás de los acontecimientos cuando se requieren acciones eficaces y consensuadas. Que es precisamente lo que están realizando en gran medida los líderes comunales, cuyas diferencias políticas parecen haberse esfumado de cara a la emergencia.

Probablemente, entonces, la pandemia cambie no sólo nuestros estilos de vida y nuestro sistema económico, sino también nuestra estructura política, que debería tender a un formato mucho más descentralizado y empoderado en lo regional y comunal.

Con un Parlamento seguramente unicameral, que manteniendo su potestad legislativa va a perder relevancia ante las iniciativas y poderes locales. Todo ello junto a un Estado central fuerte, que recuperará su tuición sobre derechos sociales básicos, como educación, salud y garantía de ingresos dignos para toda la población. Todo lo cual se está discutiendo no sólo en Chile, sino a nivel global.

En este contexto, las clásicas ideologías del siglo XX van a seguir decayendo y abrirán paso a nuevos desafíos que tienen que ver con la preservación ambiental, el manejo adecuado de las tecnologías y la supervivencia de la humanidad en un marco de mayor equilibrio con la naturaleza.

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