TV Educativa: la gran oportunidad
Una iniciativa como esta ayuda a emparejar un poco la cancha en nuestra desnivelada educación actual.
Mauro Lombardi es Decano de la Facultad de Comunicaciones y Artes de la Universidad de las Américas (UDLA)
Pocas frases se escuchan con más frecuencia que aquello de que cada crisis es una oportunidad. Y pocas veces es tan cierto como ahora.
El anuncio de la creación de un canal educativo abrió un mundo de oportunidades para una pantalla que había ido perdiendo cada vez más incidencia en nuestra sociedad. Hoy los canales de televisión abierta viven en una crisis financiera permanente. Reducidos a su mínima expresión ante la imposibilidad de sostenerse en una competencia de múltiples pantallas, contenidos y modelos de financiamiento, parece haberse infectado del virus de la indiferencia entre los más jóvenes.
Sin embargo, la pandemia del COVID-19 apareció para ponerle un respirador artificial, dotándola de un protagonismo que hace seis meses no se imaginaba. Los chilenos volvimos a mirar el aparato para informarnos y acompañarnos en tiempos de encierro.
En ese sentido, la creación de un canal educativo (TV Educa Chile) permite resignificar la misión de la TV en tiempos de pandemia y de paso, la cruza con una misión fundamental como lo es transmitir valores, conocimientos y experiencias que podrían sustituir ahora y consolidar después, una función vital de la sociedad.
Por cierto, es una misión no exenta de grandes desafíos. El primero de ellos es aclarar que el contenido no estará orientado necesariamente a enseñar a resolver ecuaciones o describir las partes de una neurona, sino más bien a valerse de la imagen y las historias para transmitir virtudes esenciales en la formación de escolares como la curiosidad, el descubrimiento y aquellos valores transversales que componen una sociedad.
El sistema no permite tampoco una evaluación para saber si se está asimilando lo enseñado, ni hace diferencia de contenidos según la edad del televidente. Pero al menos será de ayuda para los padres que no siempre pueden acompañar a sus hijos en estos tiempos de encierro y de escolaridad interrumpida.
Resolver el dilema educativo ha sido un verdadero rompecabezas. Si bien la integración de las clases vía Zoom u otras plataformas ha sido asimilada por una parte importante del estudiantado, muchos de ellos no pueden acceder en igualdad de condiciones debido a la falta de insumos mínimos como internet en sus hogares o computadores.
Por eso, una iniciativa como esta ayuda a emparejar un poco la cancha en nuestra desnivelada educación actual.
De todos los desafíos, uno clave será poder competir por la atención de una audiencia llena de estímulos e infinitas opciones para elegir qué ver. Porque se quiera o no, un canal educativo no servirá de nada si nadie lo ve.
Por eso, tendrá que adaptar sus contenidos, hacerlos interesantes y llamativos para una generación desconectada de esta plataforma, sin que eso implique caer en una entretención desprovista de sentido y formación. Si lo logra, nuestra alicaída televisión podrá regresar a ocupar un espacio vital y clave en la sociedad y engrosar, de paso, la lista de “pacientes recuperados”.