Al menos cuatro mentiras en la reforma al sistema de pensiones
José Pedro Undurraga Izquierdo es Ingeniero comercial y director de empresas
Nada más engañoso que el lenguaje utilizado por quienes pretenden apropiarse de los ahorros de los trabajadores acumulados en los fondos de pensiones. Como claramente nadie se deja robar si le avisan con tiempo que asaltarán su hogar, hablar pura y simplemente de expropiación de los ahorros hará que sus dueños se defiendan y traten de impedirlo. Por tanto, quienes quieren apropiarse de los ahorros tuvieron que inventar algunas falsedades y engaños, para que luego de repetirlas consistentemente por suficiente tiempo, los propietarios de los fondos tuvieran algún grado de confusión y desapego con el sistema y estuvieran eventualmente dispuestos a sacrificar la propiedad de sus fondos a cambio de promesas estéticamente atractivas y solidarias, pero en el fondo cantos de sirena en una caja de resonancia.
Una primera mentira instalada sigue al eslogan “no + AFP”. Se ha pretendido asignar a las administradoras de los fondos responsabilidad en el monto de las pensiones. La verdad es que eso es estrictamente una mentira. La pensión es función del ahorro del trabajador y de la rentabilidad de los fondos. Las AFP han administrado bien y la rentabilidad pasada ha sido buena. No está ahí el problema, sino en la falta de ahorros.
La razón fundamental por la cual pueda sostenerse que las pensiones actuales son insuficientes se debe fundamentalmente a que los afiliados no han ahorrado lo que por diseño el sistema les exigía. Por ejemplo: 9 de cada 10 personas que se pensionaron en octubre 2019, habían ahorrado menos de los 30 años que requiere el sistema para cumplir con una adecuada tasa de reemplazo. Más grave aún, 7 de cada 10 ahorraron menos de 20 años y casi la mitad de esos pensionados –4 de cada 10– cotizaron menos de 10 años. No hay sistema contributivo que soporte una insuficiencia de cotizaciones de esta magnitud; ni uno de capitalización ni uno de reparto. Todo esto a vista y paciencia de nuestros sucesivos gobiernos y parlamentarios, y porque no decirlo, también de las AFP. Esa es la verdad, pero la izquierda se ha dedicado a denostar el sistema en vez de resolver los problemas que se derivarían de insuficiente ahorro, los que se derivan fundamentalmente del mercado del trabajo, mercado que año a año debilitan con sus propuestas.
Una segunda mentira instalada, derivada de la primera y que les acerca más a hacerse de los dineros, es que la administración estatal de los fondos resolvería los problemas que afectan las pensiones. Por muchos “entes” estatales que se creen, éstos no serán capaces de resolver el problema de las pensiones insuficientes, pues el problema no está en la administración de los ahorros o de las cotizaciones, sino en la falta de éstos y en el aumento en las expectativas de vida. Para resolver la falta de cotizaciones se ha propuesto en un incremento de la tasa de cotización, pero eso es sólo una solución de parche pues el problema principal es que no se cotiza. Por otro lado, la propuesta hecha nada señala sobre la necesaria rentabilidad de los fondos, lo que dejaría a los cotizantes en situación más precaria que hoy. Asimismo, un incremento en la tasa de cotizaciones incentivará aún más la no cotización.
Una tercera mentira instalada, es que el mayor costo de las cotizaciones lo pagará el empleador. Cualquier persona con un mínimo de experiencia laboral o de negocios sabe que una cosa es el acto de ir a dejar el cheque a alguna ventanilla (pasar por caja) y otra cosa muy distinta es, de quién es el dinero que respalda el cheque (quién pone la plata). Técnicamente quien sufra los efectos económicos de una mayor cotización será el más sensible entre el empleador y el empleado (el menos elástico). En la situación actual generada tanto por los actos vandálicos de octubre como por la pandemia, cualquier mayor cotización será soportada por los trabajadores, independiente de que sea el empleador el que entere las cotizaciones en el organismo recaudador. Se agrava lo anterior por el hecho que la propuesta de mayor cotización quiere transformarse en un impuesto al trabajo y no en un ahorro personal. Para los trabajadores no será una postergación de consumo presente por un mayor consumo futuro (mejor pensión), sino empobrecerse de manera definitiva. Una vez instalado el impuesto al trabajo, las pensiones de los trabajadores pasarán a depender del político de turno y de la capacidad que tengan para presionar por una legislación que les favorezca y que logren defender en el tiempo.
Como el botín es considerable y la voracidad de la izquierda le sigue a la par, ahora han vuelto a la carga pretendiendo modificar la Constitución, para hacerse de los fondos. Pretenden asimismo incorporar a la carta fundamental derechos sociales que transformen al sistema de pensiones en un sistema de beneficios definidos; lo que nos lleva a una cuarta mentira. Son muchas las constituciones en el mundo que pretenden ignorar que el estado de bienestar es función directa de la situación económica general del país. Si no hay recursos, el Estado no podrá garantizar beneficios y la experiencia histórica es que, manteniendo nominalmente las promesas en apariencia, el Estado recurre a licuarlos con otro impuesto regresivo; la inflación.
El sistema antiguo de reparto era eso. Los grupos de poder obtenían pensiones directamente proporcionales a su capacidad de influencia política, es decir; altos montos, bajos requisitos de densidad y reajustabilidad permanente, ya sea por inflación o siguiendo la remuneración del cargo. El resto, es decir el 51% de los trabajadores de entonces, los sin peso político, ya no recibían pensiones insuficientes sino simplemente no recibían pensión alguna.
Sin duda llama la atención que tanta mentira haya logrado instalarse, pero parodiando lo que alguien dijera por ahí, hay muchos que parece quisieran tirar el país a la chuña.