Violencia hacia los niños: el peak de la pandemia
El aislamiento de las víctimas constituye una situación contextual que facilita la emergencia, perpetuación y silenciamiento de la violencia. En esta ocasión dicha condición corre por cuenta de la pandemia.
Lorena Contreras Taibo es Académica Facultad de Psicología UDP Miembro Red de Universidades por la Infancia
Desde los pioneros trabajos de Kempe, la violencia hacia niños, niñas y adolescentes constituye una preocupación para la comunidad internacional, y por razones muy justificadas.
Gracias a las encuestas de victimización, sabemos que el maltrato infantil afecta la vida de 3 de cada 4 niños chilenos, y que uno de cada cuatro sufre abuso sexual antes de cumplir la mayoría de edad, siendo más prevalente en el caso de las mujeres.
El panorama ciertamente es desolador. Así, el investigador David Finkelhor ha señalado que los niños sufren 5 veces más violencia familiar y tres veces más violencia familiar extrema que los adultos, generando nocivas consecuencias para su salud, bienestar y desarrollo.
En este contexto, la crisis sanitaria y el aislamiento físico no ha hecho más que empeorar las cosas para una proporción sustancial de niños, niñas y adolescentes que sufren violencia al interior de sus familias.
De hecho, el aislamiento de las víctimas constituye una situación contextual que facilita la emergencia, perpetuación y silenciamiento de la violencia. En esta ocasión dicha condición corre por cuenta de la pandemia.
De este modo, se ha perdido el ambiente protector que puede constituir la escuela, en tanto espacio seguro capaz de acoger a ese niño y actuar frente a una eventual vulneración.
También hemos perdido el contacto con redes sociales, con pares, familiares y vecinos, quienes pueden ejercer una importante función de control social.
El riesgo es que los niños se hayan vuelto invisibles en el contexto de esta crisis sanitaria, tanto para otros como para las instituciones encargadas de su cuidado y protección.
Junto con esto, las familias han incrementado sus niveles de estrés y sobredemanda, debiendo atender al trabajo doméstico, cuidado de los hijos y trabajo remunerado en simultáneo, viendo fragilizarse su situación socioeconómica.
La victimología demuestra que la violencia no afecta por igual a toda la población, se ensaña con quienes ostentan menor poder al interior de un sistema, estando los niños, niñas y adolescentes en clara desventaja.
Por tanto, la infancia debe constituir una población prioritaria para la política pública, destinando todos los esfuerzos para prevenir toda forma de violencia en su contra, convirtiendo en un imperativo el hacer oír su voz.