Y ahora, ¿qué hacemos con el currículum?
Repensar la arquitectura curricular es un desafío que sobrepasa los límites temporales de esta pandemia y que, pese a sus complejidades, hoy se perfila como una oportunidad para mejorar el corazón de nuestro sistema educativo.
Loreto Jara es Directora del Observatorio de Política Educativa de Fundación Educación 2020.
La suspensión de las clases presenciales a causa de la pandemia Covid-19, ha hecho que el profesorado se interrogue cada día sobre qué, cómo y cuánto podrán aprender sus estudiantes en el contexto de clases virtuales. El escenario es complejo, sobre todo considerando que gran parte de los niños, niñas y jóvenes no tienen las condiciones adecuadas para aprender.
Dada la complejidad de educar en tiempos de pandemia en un país caracterizado por la inequidad, las y los docentes se plantean constantemente adaptaciones didácticas para conseguir aprendizajes. Aquí entra en escena el currículum escolar, instrumento responsable de delimitar y dar respuesta, precisamente, a esas interrogantes: qué, cuándo, cómo, y para qué, deben aprender los estudiantes en Chile.
Haciéndose cargo de este escenario, el Mineduc presentó hace unos días una priorización curricular para el 2020-2021. Esta propuesta busca minimizar los efectos de la reducción de las horas de clases presenciales, definiendo aquellos elementos que resulten centrales en cada asignatura.
El denominado “currículum de emergencia” ha sido valorado por los establecimientos educacionales, ya que representa un apoyo en los procesos de planificación y gestión de los aprendizajes; y en paralelo, reposiciona la discusión sobre si es necesario repensar la arquitectura del currículum nacional, es decir, abrir la posibilidad de trabajar integradamente distintas áreas y disciplinas, promoviendo la participación de las propias comunidades educativas en acciones pedagógicas que permitan pensar creativamente el currículum. Esto supone espacios para el trabajo colaborativo y la profesionalización docente, sin perder de vista la importancia de garantizar que el estudiantado tenga un mismo “piso” de saberes, independientemente de si viven en Parinacota o Puerto Williams.
La necesidad de una arquitectura curricular más amplia y flexible, que describa aprendizajes nucleares o principales desempeños, no es una idea nueva, es parte de las recomendaciones de la mesa técnica de desarrollo curricular que lideró el propio Mineduc en 2015, en la que participamos como Educación 2020 junto a diversos actores del mundo educativo.
Lo curricular no es un asunto liviano ni de poca relevancia, y por lo mismo, siempre ha generado una serie de inquietudes y tensiones: si el currículum debe ser nacional o de cada territorio, si el profesorado tiene que hacer apropiación o desarrollo curricular, si los objetivos de aprendizaje son o no abordables en condiciones de equidad y si responde a las necesidades actuales son, entre otras, cuestiones que hacen que el currículum sea el ámbito más político de la educación.
Es probable que uno de los efectos colaterales positivos del Covid-19 es que aquellas transformaciones o relecturas que está necesitando nuestro sistema educativo, se vean impulsadas por el año escolar más atípico y complejo que hayamos tenido. Repensar la arquitectura curricular es un desafío que sobrepasa los límites temporales de esta pandemia y que, pese a sus complejidades, hoy se perfila como una oportunidad para mejorar el corazón de nuestro sistema educativo.