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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Es la política

"El gobierno, solo en apariencia, eligió el camino de proteger la salud de la población, pero habrá que analizar si efectivamente los valores e intereses que llevaron a esa decisión, eran legítimos. Da la sensación, que siempre se pensó en el impacto económico, pero mediáticamente quedaba mejor plantear la preocupación por la salud".

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Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección

El arte de dirigir es una secuencia de 4 capacidades simples de explicar, más allá que los academicismos traten de darle un sentido sofisticado.

Darse cuenta, decidir, alinear y evaluar, son simplemente las habilidades y competencias esenciales que debe tener quien dirige una organización, un país y hasta su vida.

Parece fácil hacer un diagnóstico de está trágica pandemia, su efecto posible y su impacto inesperado por parte de un gobierno que intentó dar certezas, pero que nunca se dio cuenta, decidió erróneamente, alineó mal a su equipo y no tuvo una evaluación adecuada de la situación, lo que incrementaba aún más su incapacidad para darse cuenta.

Parece fácil asignar la responsabilidad a un ministro que hace gestión, la cuál deriva de una decisión estratégica que la conduce y la contiene, la que proviene del poder político que sólo se guía por sus valores e intereses.

El ministro toma decisiones administrativas, basadas en conocimiento y en su propia experiencia, soportadas en este caso por la ciencia y por la razón.

Pero en el caso del Dr. Mañalich, la ciencia y la razón quedaron cercenadas por la política.

La decisión estratégica del gobierno debió ser la de elegir entre la salud y la economía. Una decisión que en un país con un Estado poco desarrollado no puede ser intermedia. Es la salud o la economía.

Y si bien es una decisión plena de incertidumbre, es posible reconocer las consecuencias de la misma.

El gobierno, solo en apariencia, eligió el camino de proteger la salud de la población, pero habrá que analizar si efectivamente los valores e intereses que llevaron a esa decisión, eran legítimos. Da la sensación, que siempre se pensó en el impacto económico, pero mediáticamente quedaba mejor plantear la preocupación por la salud.

Jugarse por la salud era una decisión que, como toda decisión estratégica, tiene características de ser sistémica. Es decir, afecta al todo y hay que estar preparado para ese todo. Porque para acudir en ayuda directa a los más vulnerables, algo que daba la sensación que ni el ministro saliente conocía bien dada su sorpresa por la profundidad de la pobreza expuesta en estos tiempos, era necesario dar respuestas económicas, logísticas, de seguridad, de control, de educación y de recursos.

La respuesta del gobierno, además de no ser sistémica, siempre fue más un anuncio que una acción, y eso tiene que ver también con la indefinición en la decisión. ¿Nos jugamos o no nos jugamos por la estrategia elegida?

¿Estaba convencido el gobierno de la decisión de apostar decididamente por la salud? ¿Era la salud lo esencial en su sistema de valores?

Ahora a partir de esos valores, hay que dar paso al conocimiento, a la ciencia a la razón y a la compasión.

La ciencia estuvo apartada. ¿Tenía el ministro un equipo de científicos asesorando su gestión? Nunca vimos el equipo.

La razón, era la razón de un discurso alentador de una realidad inventada sobre un Estado eficiente, el que demostró que no puede hacerse cargo de las exigencias. Error de conducción, ego, obsecuencia con una única verdad revelada.

Y la compasión, quedó para la televisión. No se repartió la totalidad de las cajas de alimentos, nunca alcanzó el subsidio a los vulnerables, y nunca se ejercieron controles estrictos en una sociedad tan desobediente como necesitada. El modelo sistémico exigido, nunca apareció.

Tal vez no estaba la voluntad de hacerlo.

Por eso, es la política.

Chile ya ha perdido en octubre/19 su principal cualidad distintiva: la estabilidad y la seguridad jurídica producto del estallido social.

Y con el tratamiento de la pandemia, dejó de manifiesto la confusión de lenguajes entre lo que es política y gestión para resolver situaciones en las que se expone la pobreza.

Ya son muchas muertes. Pero es momento de pensar en revertir esta terrible tendencia y, además, aprender a aprender.

Si el foco es la salud y esa es la decisión política, será necesario dar prioridad a la ciencia sin interferencias ni propaganda barata.

Pongamos ideas en acción de manera efectiva. Dejemos el discurso social y pasemos a la realización concreta.

Porque de lo contrario, el discurso de la inclusión; de la preocupación por el bienestar de los chilenos; de terminar con el hambre y otras tantas promesas, será el germen de una crisis social interminable.

Es ahora, con científicos asesorando en la crisis sanitaria, con un comité o mesa chica de ministros capaces de resolver el tema económico, logístico, de seguridad para llegar adónde se debe llegar: Cuidar la vida. Sin cámaras ni matinales.

Es la política, Y la política es acción. El mañana es ahora.

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