Sepelios de primera y segunda clase
Patricio Torres Luque es Académico Departamento de Gestión Organizacional UTEM
Despedir a un ser querido en medio de la actual coyuntura es una realidad que muchos chilenos hemos tenido que enfrentar. Y es que la pandemia nos ha usurpado la posibilidad de realizar el sepelio, la última despedida que cumple un rol crucial en el inicio del duelo,
logrando replantearnos la vida en este nuevo contexto.
El 1 de Junio fuimos a sepultar a mi abuelita (tenía sospecha de Covid-19); solo permitieron entrar a sus 4 hijos al panteón, había llevado mi guitarra para despedirla, fue imposible entrar, y menos abrir el ataúd para contemplar su carita por una última ocasión.
Había que cumplir el estricto protocolo sanitario, sepultándola dentro de 15 minutos, formalidad que debe ser cumplida por todos los ciudadanos de Chile, salvo excepciones, como la conspicua familia Piñera.
Mi abuelita fue la matriarca de la familia, la mujer que me acercó a la tierra, al amor a las plantas, a cultivar el alma por medio de la lectura y la poesía, a amar sin condiciones, a superarme, a no ser del montón.
La viejita me enseñó que en la vida hay que ponerse del lado del más débil y extender la mano del necesitado.
Un homenaje a mi viejita, Adriana Lucila Tapia Martínez, que, así como muchas más, están muriendo en la más absoluta frialdad.