Un mundo se derrumba, otro renace
"En síntesis, no hay post pandemia. Ni post crisis. Hay un mundo en estado de replanteo, casi como el de un cambio generacional en la conducción de una organización".
Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección
¿Vale la pena pensar en el mundo post COVID-19 o debemos asumir que ya estamos en la post pandemia? ¿O tal vez debemos convivir con un mundo que no es para nada igual al que creímos vivir?
No es cuestión de diseñar escenarios posibles en lo económico, en lo político, en lo social, en lo tecnológico o en lo ecológico. El mundo es lo que es, pero para cada uno de nosotros es una percepción.
Desde lo económico, lo que es está relacionado con el incremento de la deuda publica de casi un 19% respecto al PIB, un dato del FMI que resulta una situación sin precedentes para tiempos de “paz”.
Las políticas asumidas por los Bancos Centrales en términos de apoyo fiscal y monetario han sido sorprendentes, y la postura de gobiernos como aseguradores del sistema financiero han sido inéditos.
Y no parece que esto sea una circunstancia puntual, sino que esta ayuda masiva parece sentar precedentes para lo que vendrá.
Estos son hechos, es el mundo que es. Lo demás es percepción y opinión.
Desde lo político, las posturas extremas desde la ideología absoluta han perdido posición frente al pragmatismo de nuevos líderes que, más allá de su formación y pensamiento, han sido integradores de ideas para utilizar a la política en beneficio de la gente. Tal vez, la única razón para hacer política.
De allí la confirmación de liderazgos como los de Merkel o la aparición de nuevos intérpretes de la política como Jacinda Ardend a nivel global o Luis Lacalle Pou a nivel regional, manejando la pandemia desde una perspectiva sistémica, pero haciendo foco en la defensa de la salud de las personas.
Cada uno con su método, pero mostrando una frescura que hacía falta frente a tanta oscuridad. Claridad para decidir y capacidad de acción, poniendo de manifiesto que la política es acción efectiva y no anuncios grandilocuentes con pretensiones electoralistas, típicos de una vieja política especulativa.
En los hechos, fracasó la derecha y fracasó la izquierda. La percepción será aceptar la integración.
En lo social, los datos de empobrecimiento son notables, y la exposición de la pobreza real medida en términos de economía, educación, salud pública y convivencia, resulta alarmante. Si existía miopía gubernamental frente a la realidad de las personas, esta quedó de manifiesto especialmente en estas latitudes.
Lo que queda es abordar el salvataje social, entender la nueva actitud que tendrán los diferentes actores de un “mercado” que se torna exigente, y que pretenderá cerrar brechas entre las expectativas y las vivencias concretas. Más que nunca, la felicidad será un bienestar subjetivo percibido, y en tal sentido la calidad de vida de la gente será el pilar fundamental. Calidad de vida, no nivel de vida.
La tecnología hará su parte, generando tanta eficiencia operacional como potencial desempleo. Eso que se estudiaba como escenario posible, ya es un hecho. Queda percibirlo como positivo desde el bienestar que genera un mejor empleo, o como un factor negativo por el reemplazo progresivo de puestos de trabajo de difícil conversión. Será cuestión de pensar la inteligencia artificial como una era en la que no podemos ser superficiales y de allí la necesidad de una respuesta de quienes gobiernan.
La pandemia y la crisis social también dejaron al descubierto la profundidad de nuestra pobreza intelectual como habitantes de un mundo cuyo medio ambiente está en terapia intensiva. ¿Tenemos destinados recursos para sobrellevar lo que vendrá? ¿Acaso debemos esperar de nuevos liderazgos que integren intereses económicos y políticos con el interés de vivir en un mundo habitable?
En síntesis, no hay post pandemia. Ni post crisis. Hay un mundo en estado de replanteo, casi como el de un cambio generacional en la conducción de una organización.
Ese replanteo no es uno más, es tal vez el más relevante en más de un siglo. Y tiene impacto sistémico en la vida de las personas, que quieren vivir mejor, que quieren mayor equidad y posibilidades, que quieren certezas sobre el futuro.
En definitiva, como decía Abraham Lincoln, más que predecir el futuro debemos generarlo.
Eso diluye nuestra incertidumbre, pero para eso debemos estar todos cohesionados en que simplemente queremos vivir mejor.
Y se puede.