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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

5G y brecha digital

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Carolina Busco es Académica Facultad de Ingeniería y Ciencias UDP Directora CB Estudios de Organización & Entorno

La brecha digital es un indicador determinante para evaluar nuestra potencialidad de desarrollo, vinculado principalmente con al acceso a las TICs, conexión a internet y una serie de habilidades relacionadas al uso que hacemos de ello. Lo relevante es que una de sus consecuencias es el incremento de la desigualdad social, por lo que constituye un tema fundamental para una estrategia de desarrollo nacional.

Un estudio realizado en 2019 por País Digital y Cisco evalúa la preparación digital de las regiones en Chile, concluyendo que la RM, Antofagasta y Magallanes son las mejor posicionadas, obteniendo solo un nivel moderado de preparación. Estudios internacionales establecen que ante la brecha digital los grupos desaventajados son las zonas rurales, las mujeres, los adultos, pero especialmente quienes tienen bajos niveles de educación.

Una de las consecuencias esperadas de la cuarta revolución industrial es que quienes tienen menor educación se dedicarán a lo que se ha definido como “trabajo invisible”, tendiendo al subempleo. Sin posibilidades de salir de la pobreza, este grupo dependerá casi exclusivamente de las políticas sociales. Por lo tanto, urge comenzar a formar individuos digitales, con las competencias para desenvolverse en este nuevo modelo productivo.

Durante el distanciamiento social, uno de los sectores que más ha demandado conectividad es educación, siendo las instituciones de enseñanza básica y media las que enfrentaron las mayores dificultades de adaptación. Y eso es consecuencia de un proyecto educativo que aun no comprende la necesidad de digitalización.

Mientras la mayoría de nuestros alumnos en sus primeros años de educación siguen siendo evaluados por su caligrafía, la educación en países desarrollados está considerando la aplicación de internet táctil para mejorar habilidades comunicativas; realidad virtual para conocer el cuerpo humano y el universo; o una nube para guardar libros e información de estudio accesible de manera rápida y desde cualquier dispositivo.

Las crisis pueden ser grandes oportunidades de cambio. ¿Conviene seguir invirtiendo en kilos de libros que por lo general se subutilizan, se pierden, se olvidan, y a fin de año con suerte terminan en el reciclado? En cambio, la política de educación podría considerar entregar tablets con acceso a la nube, donde nuestros escolares encuentren esos textos y muchos otros, aprendiendo además a investigar y producir digitalmente.

Pero nada de esto es posible sin un adecuado sistema de conectividad. El teletrabajo y la teleducación solo son factibles con un internet suficientemente rápido y capaz de contener el tráfico de información requerido, que en pandemia se incrementó al menos en un 40%.

Si continuamos aplazando la licitación referida a la red 5G, seguiremos experimentando reuniones y clases virtuales lentas, que se desconectan e impiden la comunicación. Necesitamos una conectividad apropiada para enfrentar esta crisis, pero sobre todo como estrategia de desarrollo, a partir de la cual combatir la desigualdad social, adaptar nuestros negocios, generar innovación y proveer servicios públicos oportunamente a la ciudadanía.

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