Pandemia y cambio climático: manifestaciones de un mismo problema
La vacuna contra el COVID19 podría ser una realidad de aquí a 1 año o un poco más. La mitigación del cambio climático no tiene una solución mágica y requiere de una acción sostenida por muchos años.
Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado
Aunque seguimos inmersos en los efectos del COVID19, entrando muchos países en una segunda oleada de contagios, es necesario que empecemos a elevar la mirada más allá de esta contingencia. En particular en relación al tema del cambio climático. Salud y calentamiento global son parte de un mismo problema y por eso debemos abordarlos en conjunto. Si queremos anticiparnos a futuras pandemias – que de seguro seguirán al COVID19 – debemos priorizar nuestros esfuerzos en materia ambiental, y particularmente mantener un sentido de urgencia en la agenda multilateral de las COP para evitar el alza de temperatura en más de 1,5°C antes del 2050 (aunque las mediciones de los expertos proyectan que este plazo se adelanta al 2032).
Nuestros gobiernos deben propender a una mayor articulación de políticas públicas que incorporen a las áreas tradicionalmente segmentadas en el aparato estatal, como son la salud, las ciencias y la tecnología, el medio ambiente, la economía, la energía y la agricultura, entre las principales. Estas reparticiones deben desarrollar una agenda común, anclada en los compromisos nacionales para con el mapa de ruta global, como punto de partida de un esfuerzo más profundo.
¿Por qué es tan relevante este enfoque multidisciplinario y adecuar radicalmente nuestro modelo productivo? Esto porque en buena medida el surgimiento y desarrollo de virus como el COVID19 y antes el SARS, gripe porcina, aviar, ébola y otros, es posible ante el debilitamiento de los ecosistemas.
La comunidad científica mundial lleva años constatando que la pérdida de biodiversidad – que se ha acelerado exponencialmente durante las últimas décadas – actúa como catalizador para la expansión de virus y enfermedades infecciosas. 75% de las nuevas afecciones proviene de animales, que, o están en condiciones de hacinamiento y por tanto facilitan su contagio y el de los humanos, o en su condición de silvestres, han tenido alguna interacción atípica con personas (consumo, mascotas, etc.). En el caso del COVID19, este se habría originado en murciélagos o pangolines. El ébola también tendría su origen en los murciélagos.
Se ha demostrado como la deforestación ha forzado a los animales moradores del bosque a buscar refugio en otras áreas, generando más contacto con las personas y aumentando la probabilidad de contagios entre especies. Esto se ha estudiado particularmente en relación a los murciélagos y la familia de los coronavirus, de la cual deriva el COVID19.
El antídoto al COVID19 y las pandemias venideras vendrá en buena medida de los seres vivos, animales y vegetales, que pueblan nuestro planeta, y, por tanto, su disminución significa también reducir las posibilidades de encontrar remedios eficaces contra estos males.
El calentamiento global, generado por nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, además de producir sequías que van para crónicas en muchas áreas incluyendo a buena parte de Chile, está propiciando la expansión de una serie de enfermedades tradicionalmente circunscritas a los trópicos. El dengue, la malaria, la fiebre amarilla, la enfermedad del legionario y otras, están apareciendo recurrentemente en zonas en que nunca hubo, con condiciones favorables para los mosquitos que son sus vectores.
La contaminación, en todas sus expresiones, agua, aire, tierra, mata anualmente y en forma silenciosa, a más personas que las víctimas de la pandemia.
El debate social y político, que se acentuará en los próximos meses en nuestro país, con motivo de la posibilidad de adoptar una nueva carta fundamental, además de la renovación de autoridades locales y nacionales, debiera incorporar la alternativa del cambio en la actividad económica, de lo cual hemos podido apreciar algunos efectos durante la cuarentena del coronavirus.
Hay que hacer la transición hacia nuevos modelos de desarrollo. La transición se puede hacer mediante la intensificación del desacoplamiento del crecimiento económico de la utilización de materiales y del gasto energético, asunto que es posible como lo muestran los enormes avances de la economía circular y las nuevas formas de consumo compartidos y digital.
Evidentemente se requiere reformar diversos patrones de consumo. El reto del cambio es gigantesco y más si se entiende que hay una población en la pobreza que requiere incorporarse al consumo y que además la población sigue en aumento, lo que genera nuevas presiones sobre la naturaleza.
Ello requiere, en el corto plazo, profundizar medidas de la agenda para mitigar el cambio climático, como incentivar el desarrollo de las energías renovables, cambiar hábitos alimenticios, transformar las técnicas constructivas con materiales de menor huella de carbono y mayor eficiencia energética, pero también explorar nuevas recetas, especialmente en materia de políticas públicas.
Al respecto, nuestros gobiernos debieran establecer condicionalidades de mejora en el desempeño ambiental, incluyendo la sustantiva disminución de emisiones de gases de efecto invernadero, a aquellas empresas – grandes, medianas y pequeñas – a las que les suministre soporte económico de diversa naturaleza (créditos, subsidios, recursos concesionales) con motivo de la crisis actual. Esto se ha visto en varios países de la Unión Europea, donde los paquetes de ayuda van con la condicionante de hacer más verde la economía. Desgraciadamente, en América Latina esta dimensión parece estar siendo obviada.
Junto con lo anterior, y en materia de programas de empleo, en paralelo con la tradicional aproximación de los planes de desarrollo de infraestructura, que debieran volcarse a mitigar el cambio climático (construcción de embalses, acueductos, canales de riego, etc.), se podrían implementar proyectos masivos de reforestación y, en general de restauración de ecosistemas, mediante la priorización de aquellos que, además de los beneficios ambientales en términos de la protección de la biodiversidad y mitigación y adaptación al cambio climático, presenten altas tasas de generación de empleo.
Los gobiernos locales (alcaldes, concejales y gobernadores) serán fundamentales para impulsar las transformaciones necesarias, porque son los que más pueden movilizar a sus comunidades, al mismo tiempo que son los más sensibles a la acción de las mismas. Vecinos empoderados en función de una agenda local para disminuir la contaminación y reciclar, pueden ser la palanca multiplicadora para efectos sustantivos a nivel nacional.
La crisis sanitaria, social y económica que vivimos como consecuencia del COVID19, en vez de enceguecernos ante los otros problemas, debiera hacernos más conscientes del inmenso riesgo que corremos como humanidad al no entender que, por nuestras acciones, estamos haciendo posible la recurrencia de otras pandemias y calamidades.
La vacuna contra el COVID19 podría ser una realidad de aquí a 1 año o un poco más. La mitigación del cambio climático no tiene una solución mágica y requiere de una acción sostenida por muchos años. La alternativa de no hacer lo suficiente en el poco tiempo que nos queda, es sufrir una catástrofe que, en perspectiva, dejará el episodio de la actual pandemia como una anécdota.