Volver a jugar desde la niñez mientras iniciamos el desconfinamiento
Felipe Matamala Sandoval es Académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales (UDP)
Como adultos/as hemos atravesado situaciones difíciles durante la cuarentena, nos hemos enfrentado al dolor, las pérdidas, los miedos y la incertidumbre del futuro. Lo difícil de estos momentos es la posibilidad de entender la realidad que nos circunda, darles un sentido a experiencias tan dolorosas no resulta fácil para nosotras, nosotros, los adolescentes, las niñas y los niños.
En el caso de los niños y niñas, jugar es un elemento que les permite sopesar las experiencias más difíciles de la realidad, lo que para los adultos puede ser algo cotidiano para la niñez no lo es, requiere de otros tiempos y lenguajes. En ese sentido, el juego permite enfrentar aquello que muchas veces no se puede pensar o comprender de los padres, los abuelos, o de una realidad que impacta y fragiliza fuertemente.
Freud, en 1920, planteaba que los niños necesitaban del juego para poder procesar las ausencias de los padres, el juego era la forma de poder procesar la angustia que se generaba a raíz de la imposibilidad de verbalizar lo que le pasaba al niño o a la niña. Así, el fuerte impacto de la realidad y la angustia, aparecen sin ninguna advertencia y terminan haciendo que solo en una posterioridad se pueda procesar muy lentamente.
La pandemia, por su parte, ha generado distintas reacciones, sobre todo luego del confinamiento. Sin duda que la realidad social y laboral de nosotros ha incidido en la forma de procesarla. Pero, ¿qué hemos tenido que dejar de lado de nuestra conciencia para no derrumbarnos, sostenernos y sostener a otros? ¿qué cosas aún no nos atrevemos a procesar (pensar) por miedo a entrar en terrenos que sabemos que nos puede despertar angustia?
Si nuestra mente funciona con la particular manera de procesar la realidad a posteriori (después de que ocurre). Probablemente, seguiremos procesando ya no sólo pensamientos de manera consciente, sin duda, que emergerá nuestro inconsciente en nuestra “nueva realidad desconfinada”.
Nuestros pensamientos, expectativas e ideas del desconfinamiento, conviven y convivirán unos con otros, ocultándose y apareciendo. En ese sentido, dependerá de cómo hayamos jugado cuando niños, es decir, cómo nos hemos relacionado con nuestras angustias y miedos, el cómo iremos procesado los cambios durante nuestra vida.
Posiblemente aparecerán otros miedos y angustias cuando intentemos procesar la nueva realidad. Como adultos, sin duda que nos resulta(rá) difícil asimilar y convivir con nuestras ideas en torno al contagio. Sin embargo, el contactarnos con el jugar, el fantasear y hablar con otros, nos permitirá traer al presente una experiencia que nos ayudo a sobreponernos a situaciones angustiantes y haciendo de este sufrimiento algo más soportable…