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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Elección del BID: ¿El abrazo del oso?

Nos vimos involucrados en un proceso eleccionario que no era prioritario para nuestra política exterior, motivados más bien por razones de amiguísimo mal entendido y de agenda personal de algunos actores locales.

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Francisco Orrego B. es Abogado

La próxima elección del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), prevista originalmente para septiembre próximo, se ha tomado la agenda de la política exterior chilena, pero también de la interna. Sin embargo, muchos chilenos ni siquiera deben saber qué es el BID y qué funciones cumple, lo cual es comprensible. No siendo una percepción exclusiva de los chilenos, muchos latinoamericanos ven a este banco y a otros organismos financieros multilaterales, como una agencia de empleo o de asesorías para quienes dejan cargos públicos en sus respectivos países.

Aunque su convenio constitutivo fue aprobado en 1958, comenzando así su vida legal, no fue hasta comienzos de 1960 que empieza su vida real, con ocasión de la Primera Asamblea de Gobernadores del banco, donde se designó al destacado abogado chileno Felipe Herrera como su primer presidente. Herrera, en su primer discurso, precisó los objetivos y características de la nueva institución y anunció los lineamientos generales del programa que se proponía realizar durante su mandato. Declaró asimismo que “el éxito del Banco dependerá fundamentalmente de los hombres que lo manejen”. En su caso, se desempeñó de manera ininterrumpida y exitosa hasta el año 1971, siendo su último presidente el diplomático colombiano Luis Alberto Moreno.

Concebido inicialmente como “un banco nuevo para una época nueva”, el BID se fundaba en un contexto donde los esfuerzos de integración latinoamericana estaban su apogeo y se veía la necesidad de darle un contenido económico a dicho proceso. No debe sorprender, pues, que el BID fuera visto como un esfuerzo cooperativo del sistema interamericano. Desde entonces ha cumplido un rol de facilitar el acceso a financiamiento y el desarrollo e implementación de políticas publicas en la región. Pero la región ya no es la misma que hace seis décadas atrás, por lo que las necesidades de revisar y discutir cuál debería ser el liderazgo, rol, gobernanza y capitalización del BID en el presente y futuro, cobran especialmente importancia. Más aún cuando la región sufre y debe lidiar con los efectos del Covid-19 en América Latina. En este contexto, parece razonable la propuesta de postergar las elecciones de la presidencia del BID, a la cual ha adherido de manera entusiasta nuestro país, lo que ha generado diversas reacciones. Sin embargo, la postergación debe ir acompañada también de una reflexión profunda sobre el papel que, en dicho organismo, le cabe a Chile, lo que hasta hoy no existe. El debate se ha centrado, inconvenientemente, en los candidatos en carrera y no en los desafíos del organismo. Y se necesita un nuevo banco para una nueva época, al igual que hace sesenta años atrás.

Por otra parte, debe advertirse que una cosa es postergar la elección para presidente del BID, y otra muy distinta es abrazar o endosar una candidatura en particular, como pareciera que algunos pretenden insinuar. Como es usual en este tipo de proceso eleccionarios, los países que promueven sus candidatos llevan meses procurando adhesiones y respaldos. Quien pareciera que llevar la delantera en esta campaña es el candidato de EEUU, Mauricio Claverie-Carone, frente a otros candidatos latinoamericanos, lo que ha motivado reacciones de varios ex presidentes y ex cancilleres de la región, bajo el argumento de que la tradición impone que los presidentes de dicho organismo sean de América Latina. Aunque ese argumento es débil, poco convincente y más bien político, coincido en la necesidad de debatir el punto pero no le tengo temor a un cambio de esta práctica, en especial si se trata de buscar a la persona indicada para liderar al banco en esta nueva etapa plena de desafíos. Es parte del proceso de renovación del BID.

La desafortunada reacción del candidato estadounidense frente a declaraciones de nuestro Canciller en el Senado, solo dan cuenta de la politización que ha adquirido este proceso eleccionario. A nivel local, tradicionalmente este tema ha sido de la competencia del Ministro de Hacienda, quien representa al país ante el BID, pero la presión política que han impulsado ex cancilleres y ex ministros de Hacienda, ha motivado la intervención del actual Canciller. Mientras las declaraciones del Ministro Briones han sido claras en cuanto a que la decisión de postergar los comicios no implica el apoyo a una candidatura particular, la intervención del Canciller, de índole más política, podría dar a entender lo contrario. No seamos ingenuos. Son conocidas las aspiraciones del candidato propuesto por el Gobierno de Argentina, Gustavo Beliz, hombre del circulo de hierro del kirchnerismo.

Ya en el Siglo XIX, Vicuña Mackenna advertía sobre la importancia de la relación entre Chile y EEUU: “… con ninguno de la tierra debemos estar en más estrecho contacto mercantil y político. En ninguno tampoco encontraremos jamás un apoyo más eficaz, más pronto y más poderoso que en aquella república …”. Dicha advertencia cobra inusual importancia en la actualidad, por lo que más allá de quien sea el candidato de EEUU, hay aspectos geopolíticos que ponderar en la decisión que tome el país. Es bueno recordar que toda decisión tiene un costo.

Del mismo modo, resultaría incomprensible el apoyo chileno a la candidatura argentina, teniendo en cuenta la afinidad política e ideológica del candidato con el kirchnerismo y las actitudes hostiles de dicha agrupación con nuestro país. Me refiero a las intervenciones en la política interna chilena y a sus pretensiones territoriales en el Mar Austral y Antártica. Más aún, parecería inexplicable apoyar el candidato de una coalición política cuyos gobiernos no cumplen con sus compromisos financieros ni con los fallos internacionales. Sería como premiar el mal comportamiento.

Nos vimos involucrados en un proceso eleccionario que no era prioritario para nuestra política exterior, motivados más bien por razones de amiguísimo mal entendido y de agenda personal de algunos actores locales. Contrasta, por otra parte, la celeridad de las autoridades chilenas para apoyar tácitamente al candidato argentino, con la errada e ingenua estrategia de bajarle el perfil o de “encapsular” la pretensión limítrofe en el Mar Austral. No es difícil anticipar en que terminará todo esto.

Considerando que nuestro peso relativo en las elecciones del BID es mínimo, pues solo detentamos un 3,119% del total de votos, la decisión final que adopte el gobierno va más allá del actual proceso eleccionario. Será una señal que estarán observando nuestros aliados geopolíticos. Y hasta donde lo entiendo, la corriente del Grupo de Puebla no debería estar entre las prioridades de nuestra política exterior. Sería el abrazo de un oso. Es de esperar que las autoridades del edificio J. M. Carrera estén conscientes de lo que está en juego.

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