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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

Universidades regionales y el costo del retorno a la presencialidad

Vemos con preocupación cómo en materia de logística, arquitectura e infraestructura, la autoridad aún no establece normas y ordenanzas que sean pertinentes a la realidad universitaria. Tampoco dimensiona los altos costos que implica hacer efectivo el retorno a las universidades, ni ofrece apoyos financieros.

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Salvo unas pocas actividades de servicios y laboratorios que no pueden detenerse en la lucha contra el Covid-19, hoy las universidades regionales están prácticamente vacías. Académicos (as), administrativos (as) y estudiantes en suspensión sanitaria, alejados de sus aulas y dependencias, por un virus que nos hizo transitar de golpe desde la presencialidad a la virtualidad, siendo testigos del comienzo de una nueva era.

Pero, a pesar de la no presencialidad, en materia de infraestructura, este ha sido un periodo de arduo trabajo para las universidades regionales, impulsando medidas de adecuación temporal en sus dependencias y sobre todo, proyectando los cambios en una perspectiva de mediano y largo plazo, considerando las previsiones de la OMS y de las autoridades sanitarias chilenas, para un seguro retorno.

Si bien, no hay claridad sobre cuándo habrá condiciones sanitarias óptimas para retomar la presencialidad, desde las universidades regionales anticipan que, el retorno será un desafío mayúsculo y de elevado costo financiero para las universidades, para así entregar a sus comunidades universitarias seguridad, calidad y el buen servicio que las caracteriza.

Tal arduo desafío, coincide con una profunda crisis financiera que arrastran las instituciones por la caída en sus matrículas, ello sumado a las inversiones asumidas para transitar de la formación presencial a la virtualidad y los diversos apoyos entregados en la pandemia, cuyo costo económico ha sido asumido exclusivamente por los planteles.

El anhelado retorno, deberá considerar criterios de gradualidad y selectividad, con intervenciones de menor a mayor escala, identificando nuevas formas de uso de los recintos universitarios, con adaptaciones que permitan condiciones óptimas de higiene, habitabilidad y seguridad permanentes para toda la comunidad universitaria. Se deberá procurar la adaptabilidad de las salas de clases, bibliotecas, casinos, gimnasios, laboratorios y áreas comunes, con una mirada de futuro que considere el nuevo uso de los espacios y los inevitables costos y efectos en la gestión.

Identificar las adecuaciones necesarias en el corto plazo, de aquellas de carácter estructural, incorporando en ellas, una revalorización de los espacios abiertos, amplios y multifuncionales, motivada por la convicción que la presencialidad y virtualidad coexistirán a futuro.

En el actual escenario, vemos con preocupación cómo en materia de logística, arquitectura e infraestructura, la autoridad aún no establece normas y ordenanzas que sean pertinentes a la realidad universitaria. Tampoco dimensiona los altos costos que implica hacer efectivo el retorno a las universidades, ni ofrece apoyos financieros para paliar en parte esta enorme tarea por concretar.

Por ello, en medio de esta crisis económica y sanitaria, nos vemos en la necesidad de sacar el máximo de lecciones de la pandemia, evitando que miradas parciales o apresuradas conduzcan a respuestas cortoplacistas que se agoten en sí mismas y no contribuyan a construir un camino seguro por donde transitar.

La situación actual, sin obviar sus complejidades y costos, debe asumirse como una oportunidad para repensar las universidades, el uso de los espacios y sus instalaciones, reconociendo la conveniencia de aprovechar la oportunidad de crear e innovar, por ello desde las universidades regionales nos encontramos trabajando en propuestas y estándares para enfrentar estos importantes desafíos.

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