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Actualizado el 24 de Noviembre de 2020

78 años de Educación Técnico Profesional en Chile

Por Gonzalo Valdés
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Gonzalo Valdés es Rector Centro de Formación Técnica Estatal de la Región Metropolitana de Santiago

Esta semana estamos celebrando el aniversario número 78 de la Educación Técnico Profesional en Chile y las preguntas que surgen son: ¿qué significa este tipo de educación? O ¿qué debería significar para un país como el nuestro?

En primer lugar, debemos lograr reforzar y posicionar la ETP como una alternativa de formación para la vida, y generar una concepción de aceptación cultural y social, de que los técnicos y profesionales, son personas muy calificadas y con un gran sentido vocacional y de apego al trabajo bien hecho.

Sus áreas de desarrollo y sus competencias están validadas, en la mayoría de los casos, a través de procesos de levantamientos de competencias que las casas de estudio realizan, lo que permite en primer lugar, acercar la brecha entre lo que el mundo productivo demanda de un profesional en un ámbito disciplinar en particular y además validar un perfil de cargo de desempeño en la industria, que se justifique, ya sea un técnico de nivel superior o un Ingeniero.

Esta formación ha permitido a miles de jóvenes y trabajadores incorporarse con mucho éxito en el competitivo mundo laboral, pero además ha permitido a muchas personas, mejorar su posición laboral, o sea, tener mejor expectativas profesionales y personales de desarrollo.

Por supuesto, que la formación habilitante para el mundo del trabajo requiere también del desarrollo de habilidades en el ámbito personal, labor nada de fácil. El desarrollo de estas habilidades pueden cambiar la manera de ver y enfrentar la vida para muchas personas, el desafío es cómo me hago cargo como institución, de poder proponer mejoras, pensando en la singularidad de cada estudiante, y cómo cada estudiante se hace cargo de este desafío personal, cosas muy valoradas por la industria, y que son fundamentales para lo que significa el crecimiento y realización de las personas.

La empatía, el correcto uso del lenguaje, la responsabilidad, el adaptarse a los cambios, el respeto por el otro, el estar abierto a crecer en una comunidad de trabajo. En fin, es tener una actitud positiva frente a todo lo que el mundo laboral nos puede ofrecer y saber aprovechar las oportunidades que éste presenta, teniendo en consideración para estos propósitos, la ética como cimiento de mi esfuerzo, la autocrítica como oportunidad de mejora permanente y la innovación y el emprendimiento para poder cada día ser mejor en lo que hago.

Sin lugar a dudas, a la formación TP le queda mucho por hacer y decir, estos caminos en lo profesional se deben llevar adelante con cambios culturales profundos, para mirar a los técnicos por lo que son y representan en cada ámbito disciplinar y valorarlos como se merecen y a las instituciones que participan en este ámbito también. Además por el otro lado, que exista nuestro compromiso, de cumplir los estándares que se requieren para tener una oferta formativa de excelencia y acorde lo que los tiempos que vivimos nos demandan, en cuanto a la pertinencia de los programas y el uso de las tecnologías para estos propósitos.

Por este motivo, valorar y hacer parte nuestra la formación TP, lograr con esto la ansiada movilidad social para ellos y preparar a nuestros futuros técnicos, con fuertes cimientos en lo valórico, en lo habilitante para el mundo del trabajo práctico, del trabajo bien hecho, con una mirada innovadora y cuestionadora de cómo se hacen las cosas.

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