Apruebo y Convención Constituyente, nuestra única opción
Tengo la absoluta convicción de que necesitamos un nuevo texto constitucional, pero además considero imprescindible que éste emane desde el seno de nuestra ciudadanía.
Raúl Saldívar Auger es Diputado de la República, distrito 5
Nos encontramos a sólo días de un proceso inédito y de relevancia histórica para el país, pues el próximo 25 de octubre nos responderemos, si es que queremos darnos, como pueblo, una nueva Constitución o si decidimos mantener la actual. Será el pueblo quien lo defina y, sea cual sea el resultado del plebiscito, éste deberá acatarse, ya que será la voluntad popular. En mi caso, tengo la absoluta convicción de que necesitamos un nuevo texto constitucional, pero además considero imprescindible que éste emane desde el seno de nuestra ciudadanía y, para lograr aquello, la única opción viable es el Apruebo y la Convención Constitucional.
Califico como histórico el proceso en el que nos encontramos, debido a que si bien nuestro país ha contado con varias constituciones, en la redacción de ninguna de ellas se tomó en consideración la voz del pueblo; en este sentido, la Constitución vigente es la expresión más nítida de aquello, ya que fue redactada en plena dictadura cívico-militar, cuando cualquier oposición al régimen era silenciada a través de tortura, asesinato, desaparición y/o el exilio. Además, su ratificación se hizo a través de un plebiscito que no dio ninguna garantía de legitimidad.
Aparte del origen espurio de la Constitución de 1980, el texto mantiene cerrojos institucionales cuyo objeto es neutralizar la democracia. Estos son los llamados enclaves o cerrojos autoritarios; los más claros son los quórums supramayoritarios, algunas competencias del Tribunal Constitucional y por cierto, el poder de veto del Presidente de la República; estas normas, claramente, cumplen la función de mantener y perpetuar la estructura jurídica e institucional diseñada en dictadura y en la que nos hemos tenido que desenvolver quienes tenemos cargos de representación popular, especialmente quienes estamos en el Parlamento, donde se aprecia más claramente cómo los cerrojos autoritarios dificultan el avance social.
Sin perjuicio de lo dicho anteriormente, me he formado la convicción de que la actual Constitución, además de ser antidemocrática y de restringir sobremanera la democracia y el pluralismo político, cumple una función impropia, pues afianza, de forma soterrada, un modelo económico determinado, lo cual tiene como efecto la supeditación del accionar político al poder económico, infringiéndole un permanente daño a las instituciones democráticas, puesto que termina siendo la propia ciudadanía quien pone en entre dicho la legitimidad de la actividad política misma.
Por las razones antes dichas, quienes bregamos por el Apruebo, lo hacemos con el objetivo de devolverle al pueblo la soberanía y de que sea su voluntad la que se vea plasmada en un nuevo texto fundamental. Para ello, además de contar con el apoyo popular, necesitamos que todos concurramos a las urnas y logremos imponer, de forma clara y categórica, la opción Apruebo y que así no queden dudas de que abrimos sin retorno, un ancho camino hacia una constitución democrática, que respete las mayorías y que garantice derechos sociales, como lo son salud, educación, pensiones y vivienda digna.
Finalmente, decir que la democracia es la que debe imponerse el próximo 25 de octubre, y para su consecución, resulta indispensable el compromiso de todos y cada uno de nosotros en las urnas votando Apruebo y Convención Constituyente respectivamente.